El réquiem de las hojas caídas

Una aldea destruida

El castillo real era la estructura más grande que existía en todo el continente, estaba construida sobre una enorme plataforma en el rio azul, dejando dos lados del castillo rodeados por agua o mejor dicho por la corriente del rio que pasaba por debajo y los otros dos lados rodeados por tierra; que visto desde el cielo se habría parecido a una bisagra que intentaba mantener unidas a las dos partes de la ciudad que eran separadas por el rio.

El castillo constaba de un palacio central, con cuatro enormes torres en cada esquina de este y otras cuatro torres más externas haciendo parte de la muralla, creando una estructura simétrica, todo lleno de numerosos gabletes y almenas.

Llegamos una de las puertas del castillo, donde el guardia que la custodiaba nos prohibió la entrada, Liana intento explicarle la situación, indicándole que era por petición del rey, y le mostro los documentos para reclamar los materiales, pero, aun así, el guardia no nos creyó nuestra historia y entonces nos amenazándonos si no nos alejábamos de la entrada.

Estábamos a punto de marcharnos, justo en el instante que apareció el herrero del castillo, reconociendo a su Liana, se acercó a ella dándole un fuerte abrazo, mientras la llamaba ahijada. Ren que era el nombre del herrero le dio al orden al guardia para que nos dejara pasar, corroborando nuestra historia, con lo cual el guardia acepto.

El interior del castillo era aún mejor que el exterior, con una gran cantidad de árboles entre la muralla y el palacio, además se podían ver los hermosos vitrales, ocultos detrás de las murallas, que adornaban el castillo.

Liana nos presentó a Ren y a mí, mientras caminamos desde aquella entrada hasta la torre sur donde se ubicaban los aposentos del herrero. él había nacido en la ciudad más oriental del continente Merion, ilusionado con se herrero había llegado a la capital, convirtiéndose en aprendiz del famoso herrero ya difunto Aarón, conociendo allí al padre de Liana. Al final ambos se habían convertido en grandes herreros y amigos, pero se habían separado cuando Halcón, que había sobresalido en su oficio más que Aarón se había negado, sin dar razón alguna, a la propuesta del consejo de la ciudad para ser el herrero del castillo, dejando que su amigo ocupara su lugar.

Su habitación era sencilla comparada con el resto del castillo, y con su taller el cual contaba con todo tipo de máquinas como dobladoras, soldadoras y calderos entre otros, además de la mejor tecnología, libros y recursos minerales y mágicos para construir cualquier tipo de arma, menos la que quería el rey, lo que explicaba porque estábamos nosotros allí.

Ren se apartó un momento para traer el material que debíamos llevarnos –traje el material del depósito hace poco, así que todavía debe estar almacenado- dijo él, dejándonos a Liana y a mí solos. Me acerque a uno planos que estaba encima de una repisa, en el primero estaban los bocetos, de una gran espada con un sistema mágico en su interior seguramente el arma que le habían pedido fabricar al padre de Liana, pero me llamo más la atención el segundo plano donde estaba el diseño, pero no de un arma, sino de una flauta justo como la que yo había robado de la ciudad de los guerreros.

Liana estaba observando la colección de armas de Ren, Cuándo él llego con el material transparente y brillante, para la construcción de la espada. Se lo entrego a ella y le deseo un buen viaje antes de despedirnos.

Caminamos por el camino de regreso a la entrada. Estábamos a unos metros de la salida cuando la puerta comenzó a abrirse, dejando a la vista una pequeña horda de caballos de dos cabezas que entraron en manada liderados por Argerion. Liana y yo quedamos en frente a los ojos de aquella tropa, sin tener tiempo de escondernos.

Los ojos de Argerion se centraron en nosotros, con inicial sorpresa que posteriormente se convirtió en ira. Toma la mano de Liana jalándola hacia los árboles, mientras el caballo de Argerion se acercaba rápidamente a nosotros, hasta que su sombra quedo encima nuestro, desenfundo su espada dispuesto a cortarnos en dos, lanzo un tajo, que rasgo mi ropa, dejando un corte superficial en mi brazo izquierdo y cortando en dos el árbol que estaba al lado nuestro, mientras Liana y yo nos lanzábamos al suelo, dando varios giros en el suelo para adentrábamos en el bosque que rodeaba el palacio y las torres.

El caballo de Argerion paro en seco para evitar chocar contra los árboles, dándonos la oportunidad de escapar temporalmente, pero solo era cuestión de tiempo que nos encontraran si no lográbamos salir de la muralla.

Liana y yo corríamos a toda velocidad mientras Argerion y sus soldados nos seguían a pie, debido a lo espeso del bosque, a pesar de no alcanzar a verlos podía escuchar sus pasos y los cortes de sus armas contra los arboles detrás de nosotros.

Corrimos hasta encontrarnos con la pared del castillo, por un momento pensé que nos atraparían, saqué mi arma, preparado para pelear si era necesario, aunque sabía que eran demasiados soldados para nosotros dos, que además estábamos heridos.

Desde adentro de uno de los vitrales, apareció una silueta, la cual realizo una seña, apuntando hacia el suelo. Liana y yo nos acercamos hacia el lugar señalado, encontrando unas tablas de madera; divisando unas escaleras entre los espacios que había entre estas. Alcé mi hacha rompiendo las tablas de madera, ambos descendimos rápidamente llegando a un muelle desolado ubicado debajo del castillo, nos montamos en el único bote que quedaba anclado al muelle, algo corroído, y viejo, dejado allí desde que habían abandonado el muelle al no ser útil o para trasladándolo a otro punto.

Soltamos las cadenas que mantenían atado el bote cuando Argerion llegó al muelle. La corriente empezó a arrastrarnos fuertemente, luego escuchamos unas palabras no nítidas de la voz de Argerion quien se acercaba lanzando un ataque con su espada, que no alcanzo a golpearnos, pero que genero una onda en el rio sacudiendo el bote.




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