El réquiem de las hojas caídas

Las planicies orientales

Caroline como hija del rey del continente, conocía mejor el terreno y los mapas de las diferentes regiones, fue ella, quien, observando nuestra ubicación, nos indicó el camino hacia la ciudad más próxima a nosotros donde pudiéramos encontrar algún médico o mago que salvara a Kalisa.

La región que era una de las más despobladas del continente, debido a sus tierras infértiles y su clima inhóspito, carecía de poblaciones grandes, y la mayoría de pueblos estaban a gran distancia unos de otro. Según Caroline la próxima ciudad estaba muy alejada del punto donde nosotros nos encontrábamos, serian varios kilómetros de caminata, pero nos serviría de descanso antes de llegar a la ciudad costera de Bodie, nuestro destino, y era posible llegar a media noche, si caminábamos sin parar ni un solo instante.

Retomamos la marcha en aquella noche, que lucía más oscura de lo habitual debido a que la luna estaba menguando casi por completo en el cielo, la temperatura del lugar había descendido bajo cero manteniendo a las criaturas de la estepa ocultas, en sus madrigueras y generando una fina escarcha que parecía brotar del suelo.

En medio de aquel terreno que se abría ampliamente alrededor de nosotros, una luz apareció en medio de la nada, proveniente de una lámpara, colgada en el techo de una carreta tirada por caballos, que se acercaba hacia nosotros por el camino de tierra marcado en el suelo.

La carreta del oeste estaba conducida por un hombre de mediana edad y cabello negro, que se apeó junto a nosotros, ofreciéndose a llevarnos hasta la ciudad más cercana a nuestra localización, percatándose del estado en que nos encontrábamos.

Caroline, Kalisa y yo nos acomodamos en la parte trasera de la carreta, en medio de la paja que estaba depositada en bloques. Caroline se quedó junto a Kalisa, tomándola de la mano, mientras se recostaba contra la paja que estaba cálida; y yo, notando lo extraño que era encontrar a alguien a esa hora en medio del camino, me quede en la parte más posterior de la carreta con mi hacha preparada, en caso de cualquier contratiempo, mientras Ares se quedó adelante, sentándose junto al conductor para vigilar que todo estuviera bien.

Aquel hombre, que nunca nos dijo su nombre dio un azote a los caballos, haciendo que las ruedas de la carreta comenzaran a moverse rápidamente, con un horrible chirrido que revelaba lo vieja que era, generando una nube de polvo a sus espaldas, que se disipo por el viento helado que soplaba en la estepa.

- ¿qué hacen en un lugar tan alejado? – pregunto el extraño hombre

- Estamos buscando nuestro destino – respondió Ares

- esta región es más peligrosa de lo que parece, los seres y las personas que la habitan, se han acostumbrado al clima adverso y al poder misteriosos que cubre la estepa, al no tener más opción, ya que estamos aislados del resto del continente. Me pregunto cómo fue que ustedes lograron llegar hasta aquí, si la única entrada, que era el peñasco del valle quedo sellado por una energía maligna, y cruzar las montañas es casi un suicido. Pero bueno eso ya no importa, el único consejo que les puedo dar es que se cuiden, porque Cuando la luna desaparezca por completo la estepa se volverá más obscura. –

La conversación fue interrumpida por una lluvia de meteoritos que cruzo el cielo, frente a nosotros. Los cuerpos brillantes iluminaron el lugar, con tal fuerza que parecía como si el amanecer estuviera llegando, algunos parecían caer a la superficie, en el horizonte. El fenómeno cosmológico cambio rápidamente, cuando los meteoritos cambiaron su aspecto, tomando un entre negro y purpura, ensombreciendo el entorno.

Cuando termino la lluvia de estrellas, todo tomo su aspecto usual. La carreta se detuvo repentinamente, en medio del camino de tierra, a varios metros de un pueblo antiguo, al cual se podía llegar siguiendo el camino que llevábamos. Cuando Ares intento preguntarle el nombre del pueblo al conductor de la carreta, este ya no estaba.

Todos nos bajamos de la carreta y Ares cargo otra vez a Kalisa en su espalda, para recorrer la distancia faltante a pie sobre aquel camino polvoriento. Después de 15 minutos, llegamos a la entrada que se encontraba desprotegida. El pueblo lleno de casas de madera, con un estilo entre gitano y del viejo oeste, las calles estaban completamente vacías, así que tocamos en varias casas, sin obtener respuesta, parecía como si todo el lugar estuviera vacío. Caroline preocupada por el estado de Kalisa sugirió dirigirnos al hospital del pueblo, aun si estaba vacío podríamos encontrar medicinas que todavía permanecieran guardadas en los estantes. A pesar de que era extraña la situación, no había mucho tiempo para preocuparnos por eso, ya que la prioridad era ayudar a Kalisa, que se deterioraba a cada segundo.

El hospital igual que las demás construcciones tenía un estilo entre gitano y del viejo oeste, con su fachada antigua y deteriorada. Cruzamos la entrada de madera del pequeño edificio, Ares con un pequeño cuchillo en su mano y yo con mi mano cerca de mi espalda, lista para agarra el hacha en cualquier momento. Pero al entrar no encontramos más que una habitación vacía, la sala de espera del hospital tenia algunos bancos de madera cubiertos de polvo, como si en mucho tiempo nadie se hubiera sentado en ellos.

Caroline paso sus dedos sobre uno de los bancos, dejando el rastro de ellos en medio del polvo - ¿realmente está vacía? – se preguntó a si misma con incredulidad.

Los estantes del hospital estaban llenos de múltiples botellas. Caroline que, al ser hija del rey, había tenido una educación muy variada y estricta, además de poseer habilidades para la magia, fue la encargada de revisar las diferentes pócimas y medicamentos, con ayuda de Ares. Mientras yo ayudaba acompañaba a Kalisa para que se recostara en una camilla que había en una habitación contigua y preparaba algunos paños húmedos para ayudar a controlar la fiebre que ya estaba invadiendo su cuerpo.




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