El réquiem de las hojas caídas

Las islas malditas

El tiempo para cruzar el estrecho se nos había acortado, debido a mi retraso en la casa de Humbolt, había salido de allí, entrada la noche y regrese junto a Ares y a Kalisa que ya estaban esperándome con las provisiones. Salimos de la ciudad por el extremo oriental, en medio de las calles que se encontraban solitarias a esa hora, evitando llamar la atención, y a solo un kilómetro de recorrido por la costa, encontramos la entrada del estrecho que unía al continente con las islas, el cual no duraría muchos días en desaparecer producto del aumento de la marea.

Caminamos por aquel estrecho de tierra húmeda, que se extendía de forma irregular en medio del mar, a medida que avanzábamos, una sensación siniestra se extendia sobre nosotros, de cierto modo recordé la sensación que habia tenido cando había entrado a los bosques hechizados por Eride. Debía ser el poder de los dioses lo que me generaba esa inquietud.

Nuestros pies se hundían profundamente en la tierra húmeda, mientras las olas chocaban contra el estrecho, formando corrientes que a veces nos tumbaban contra el suelo. Kalisa intentaba usar su poder espiritual para alejar el aura maligna que empezaba a cernirse sobre nosotros.

- mátala, mátalos a ambos, con tu hacha, solo será un momento – el pensamiento ajeno, llego fugazmente casi como una idea delirante, en otra situación hubiera pensado que estaba perdiendo la razón, pero era evidente que se trataba del poder las criaturas que vivían en la isla. Era esto sobre lo que me había prevenido Humboldt, era inevitable que las voces llegaran, no había manera de no escucharlas, pero solo debía concentrarme en mis propios pensamientos, evitando prestarles atención a estas ideas ajenas, para que no me dominaran.

El estrecho se fue adelgazando, hasta dejar una pequeña línea de tierra negra. Las voces se fueron haciendo más fuertes en mi cabeza, así que intente traer los recuerdos de mi esposa a mi mente, pero cada vez que lo hacía, aprecia una imagen negra en mi mente, era un esqueleto negro de ojos rojos, arrastrándose sobre un trono de piedra. Mi collar comenzó a brillar, indicando un mal inminente, intente advertirles del peligro – esperen, debemos parar – pero ya era tarde, Ares saco su espada y ataco a Kalisa, quien logró esquivar el ataque, cayendo al agua.

Luego lanzo un ataque hacia mí, así que tuve que sacar mi espada para detenerlo. Ares estaba completamente hipnotizado, por el poder de la isla, rechace dos ataques más que el realizo, pero era difícil pelear sin lastimarlo. Sabía que debía buscar una forma de sacarlo de aquel trance, pero era algo difícil, no se me ocurría nada y a duras penas lograba mantener las voces provenientes de la isla lejos de mí, para no terminar igual que él.

Nuestras armas chocaron una vez más, en esta ocasión con tal fuerza que mi hacha salió disparada de mis manos y la espada de ares salió disparada de las manos de él, me abalance hacia el intentando tumbarlo al suelo para evitar que recuperara su arma, pero entonces, me hirió en el brazo con un cuchillo que llevaba escondido entre sus ropas.

Un pequeño hilo de sangre se deslizo por mi cuello. Por fortuna la herida había sido superficial, pero retener a Ares y hacer que recuperara el sentido iba a ser difícil. Ambos nos miramos fijamente esperando el movimiento del otro, fue cuando note, que detrás de la sombra Ares, proyectada en el suelo, se vislumbraba otra; no había ningún cuerpo físico, pero la sombra estaba allí, extendiendo, sus tentáculos hacia él.

Ares saco otro cuchillo, quedando con un cuchillo en cada mano, se apresuró hacia mí, atacándome con rápidos ataques, que logre esquivar sin dificultad. Fue una sucesión de 12 cuchilladas, que me dejaron con 2 cortadas superficiales, una en una pierna y otra en una mano; al final se agacho un poco estirando y realizando un semicírculo con lo cual me hizo caer al suelo.

Las manos de Ares se alzaron con toda la intención de asesinarme, pero entonces apareció Kalisa desde atrás, y realizando algún tipo de conjuro lanzo un rayo de luz destruyendo la sombra maligna que estaba detrás de él.

Ares recupero el conocimiento, en medio de accesos de tos, como si hubiera estado a punto de ahogarse. Se cubrió la boca con las manos, manchándolas con un poco de sangres, producto de la tos.

- ¿están bien? – pregunto kalisa, quien reactivo su magia protectora, mientras Ares y yo, asentíamos con y recogíamos nuestras armas para continuar el camino.

Llegamos al lugar donde terminaba el estrecho y comenzaba la isla. La tierra se hacía más negra a cada paso, y las voces sonaban con más intensidad. De repente una figura formada por una mezcla de sombras y fuego azul apareció frente a nosotros, obstruyendo el paso. era un demonio guardián.

- desde hace mucho tiempo nadie lograba pisar el suelo de la isla, la mayoría moría en sus alrededores, antes de llegar. Me sorprende que hubieran llegado, pero las reglas son claras, si quieren continuar deben aceptar las reglas de la isla o sino deben salir de aquí, ¿¡aceptan!? – pregunto aquel demonio con voz ronca y aterradora. 

Los tres aceptamos y el demonio continúo hablando – primero: si se dejan llevar por sentimientos negativos, sus almas serán consumidas, segundo: nunca se devuelvan, y nunca deben perder el camino que elijan por que no podrán regresar si lo hacen y tercero: pase lo que pase, no deben tocar a los demonios pequeños, o sufrirán un terrible mal.

Aquel demonio desapareció en medio de llamas azules y negras. Frente a nosotros se abrió metros y metros de tierra negra, que se cubrió rápidamente por zonas cubiertas de una espesa niebla intercaladas con áreas despejadas, como si alguna fuerza magnética hiciera que la niebla se condensara en algunos lados y en otros no; además apareció un camino frente a nosotros que se dividía en tres partes, junto a un letrero que indicaba el nombre de cada uno de ellos.




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