Alan condujo a Lyra por los pasillos del templo, explicándole la historia y el simbolismo de cada rincón. Las paredes estaban cubiertas de tapices y frescos que contaban las leyendas de los Tres Emperadores: el Rojo, el Azul y la Verde. Cada uno tenía su propio dominio sobre la realidad, y los devotos acudían al templo buscando guía, consuelo y protección. Las antorchas encantadas iluminaban el camino con una suave luz dorada que parecía danzar con cada palabra del sacerdote.
"El templo es un refugio para los fieles," dijo Alan mientras pasaban por una sala de meditación decorada con intrincadas runas protectoras. "Aquí, los Tres Emperadores nos guían a través de los desafíos del destino y el tiempo. La paz que sientes es su bendición, pero también su advertencia: los tiempos difíciles están por venir."
Lyra escuchaba con atención, aunque su mente seguía fija en las palabras de la Emperatriz Verde que había oído en su sueño. Cada rincón del templo emanaba una energía de protección, pero al mismo tiempo, una sensación de urgencia flotaba en el aire.
Finalmente, Alan la llevó a una pequeña habitación. Era sencilla pero acogedora, con una cama de madera, una mesa de noche con una lámpara mágica y una ventana que daba al jardín interior del templo. "Descansa aquí, Lyra," le indicó Alan con una sonrisa amable. "Mañana hablaremos más, pero por ahora necesitas reponer energías."
Lyra asintió, agradecida por la hospitalidad. Apenas se tumbó en la cama, el cansancio acumulado de los días de viaje la invadió. Sin embargo, antes de salir de la habitación, Alan se volvió hacia la puerta y lanzó un vistazo al exterior, como si algo lo inquietara. Luego, cerró la puerta con cuidado y se dirigió a su oficina, donde escribió una carta con precisión y rapidez.
El destinatario de la carta no era otro que Marcus, el príncipe del Imperio Solar. Alan sabía que la llegada de Lyra no era casualidad; el destino estaba comenzando a mover sus piezas, y la familia imperial debía estar preparada. "Debo reunirme contigo lo antes posible. Asunto urgente relacionado con los Tres Emperadores," escribió en la carta antes de sellarla con el emblema del templo.
Esa noche, mientras Lyra dormía profundamente en su cama, la oscuridad del cuarto comenzó a transformarse en una bruma verde. Los colores vibrantes del sueño se entrelazaban con sombras, y la figura de la Emperatriz Verde apareció nuevamente frente a ella.
"Lyra..." susurró la deidad con su voz suave, pero llena de poder. "Te enfrentas a algo mucho más peligroso de lo que imaginas. El culto de Daviras ha regresado, y sus seguidores están dispuestos a destruir el Imperio y sumirlo en el caos."
Lyra sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "¿Quiénes son? ¿Qué buscan?"
"El culto de Daviras es una orden secreta que adora al líder de los caídos y desterrados, aquellos que alguna vez fueron ángeles y demonios de gran poder pero que ahora están corrompidos por la ambición. Buscan arruinar la paz y estabilidad del Imperio Solar para imponer su propio dominio. Ya han comenzado a moverse en las sombras... y tú, Lyra, eres clave para detenerlos."
La joven tragó saliva, sintiendo el peso de las palabras de la Emperatriz. "¿Pero cómo? No soy más que una plebeya..."
"El destino te ha elegido, y aunque ahora no comprendas por qué, debes confiar en tu instinto. Sigue a Alan, confía en Marcus, y mantén el anillo cerca. Su poder es mucho más grande de lo que imaginas."
La figura de la Emperatriz Verde comenzó a desvanecerse en la neblina del sueño, dejando a Lyra con una sensación de alerta y responsabilidad. "No dejes que Daviras gane," fue lo último que escuchó antes de despertar.
A la mañana siguiente, los primeros rayos del sol iluminaron la habitación de Lyra. Se levantó de la cama con el recuerdo del sueño fresco en su mente. La advertencia de la Emperatriz Verde resonaba en sus oídos, y aunque aún estaba confusa sobre su papel en todo esto, sabía que debía encontrar a Alan.
Salió de la habitación y recorrió los pasillos en busca del sacerdote. El templo estaba tranquilo, pero mientras se acercaba a la oficina de Alan, escuchó gritos apagados desde el otro lado de la puerta. La voz de Alan, normalmente calmada y serena, resonaba con frustración y enojo.
"No podemos permitir que el culto avance más," exclamaba Alan. "El Imperio está en peligro, y los Tres Emperadores nos han dado una advertencia clara. ¡Debemos actuar!"
Lyra se quedó paralizada frente a la puerta, con el corazón acelerado. Aunque no entendía todo lo que estaba sucediendo, estaba claro que el peligro era real, y que su papel en este intrincado juego de poderes era más importante de lo que alguna vez había imaginado.