La oficina de Alan estaba envuelta en un silencio tenso. Las palabras del sacerdote resonaban en el aire, pero ni Marcus ni Jerad parecían dispuestos a aceptar la gravedad de su advertencia.
"No podemos permitir que el culto avance más," exclamaba Alan. "El Imperio está en peligro, y los Tres Emperadores nos han dado una advertencia clara. ¡Debemos actuar!"
Marcus cruzó los brazos, su postura firme y desafiante. "Con todo respeto, sacerdote, pero hasta que no vea pruebas concretas, no puedo tomar en serio estas... visiones. Hay demasiados problemas reales para ocuparme de historias místicas."
Jerad asintió en acuerdo. "Lo que necesitamos ahora es estabilidad, no más caos por rumores. La amenaza más grande que enfrentamos es la falta de liderazgo en el trono."
Antes de que Alan pudiera replicar, la puerta de la oficina se abrió de golpe, y Lyra entró con una expresión decidida. Sus ojos se posaron sobre Marcus y Jerad, su voz temblando levemente al hablar, pero llena de convicción.
"¡Deténganse! No pueden irse sin escucharme," dijo Lyra, sus palabras firmes mientras avanzaba hacia el centro de la habitación.
Marcus la miró con sorpresa. "¿Tú? ¿Qué haces aquí?"
"Por favor, escúchenme," insistió Lyra, ignorando la sorpresa de Marcus. "Sé que esto puede parecerles difícil de creer, pero el sacerdote Alan tiene razón. Yo... he visto cosas también. Cosas que no puedo explicar del todo, pero sé que son reales."
Jerad levantó una ceja. "¿Cosas que no puedes explicar? ¿Y se supone que eso es suficiente para que nos convenzamos?"
"Lo que vi no fue solo un sueño o una alucinación," continuó Lyra, esforzándose por mantener su compostura. "Fue una advertencia de los Tres Emperadores. La Emperatriz Verde se me apareció en sueños, me dijo que el culto de Daviras quiere destruir el Imperio, que su objetivo es arruinar la paz y el orden que hemos conocido. Este culto... es algo nuevo, y sus intenciones son oscuras."
Marcus permanecía escéptico, aunque la intensidad en la mirada de Lyra parecía hacerle dudar. "¿Y cómo podemos saber que lo que dices es verdad? Los sueños son eso, solo sueños. No son pruebas."
Lyra respiró hondo, sabiendo que sería difícil convencer a dos guerreros tan pragmáticos como Marcus y Jerad. Sin embargo, no podía permitir que se fueran sin hacer al menos un esfuerzo más. "Entiendo sus dudas. Si estuviera en su lugar, probablemente pensaría igual. Pero por favor... algo dentro de mí me dice que esto es importante. No podemos ignorarlo. Pueden no creerme a mí, pero si los Tres Emperadores están detrás de esto, no podemos tomarlo a la ligera."
Marcus y Jerad intercambiaron una mirada. El capitán de los Caballeros Mágicos sacudió la cabeza ligeramente, volviendo a mirar a Lyra. "Es difícil aceptar algo así sin pruebas concretas."
El joven príncipe parecía estar a punto de replicar, cuando algo extraño ocurrió en la oficina. La luz que entraba por el gran vitral de los Tres Emperadores, que adornaba una de las paredes, comenzó a intensificarse. Los colores de la vidriera, que representaban al Emperador Rojo, la Emperatriz Verde y el Emperador Azul, comenzaron a brillar con una intensidad sobrenatural, proyectando haces de luz que llenaron la sala.
Alan dio un paso atrás, sorprendido. Lyra, Marcus y Jerad se quedaron boquiabiertos al ver cómo las figuras de la vidriera parecían cobrar vida. La figura de la Emperatriz Verde comenzó a moverse, sus ojos resplandeciendo con una luz etérea. Su silueta se volvió más nítida, separándose del vidrio hasta que una manifestación translúcida de la deidad apareció brevemente ante ellos.
La presencia era imponente y a la vez serena. La figura de la Emperatriz Verde, de largos cabellos ondulados y ojos brillantes, pareció mirarlos directamente, sus facciones irradiando sabiduría y serenidad.
Marcus sintió cómo su respiración se detenía por un momento, sus dudas desvaneciéndose ante la visión divina. Jerad, aunque más resistente, tampoco pudo ocultar su sorpresa. La aparición no duró mucho; la figura de la Emperatriz Verde apenas mantuvo su forma por unos instantes antes de desvanecerse, regresando al vitral como si nunca hubiera ocurrido.
El silencio en la oficina se volvió absoluto. Nadie podía negar lo que acababan de presenciar. Marcus se quedó mirando el vitral, aún tratando de procesar lo que había visto, mientras Jerad se cruzaba de brazos, claramente incómodo con la situación.
Finalmente, fue Jerad quien habló primero, soltando un suspiro incrédulo. "Bueno... supongo que eso responde a cualquier duda que pudiera haber tenido."
Marcus asintió, su rostro más serio que nunca. "No podemos ignorar esto. Si la Emperatriz Verde se ha manifestado, debemos prepararnos para lo que venga."
Alan, aún impresionado por lo que había ocurrido, asintió con fervor. "Gracias, Alteza... no puedo expresar cuánto significa que finalmente comprendan la gravedad de la situación."
Pero antes de que pudieran intercambiar más palabras, un fuerte estruendo resonó en la sala. El vitral que representaba a los Tres Emperadores se hizo añicos, lanzando fragmentos de vidrio por toda la oficina. Un viento helado entró a raudales desde la abertura, y dos figuras encapuchadas, vestidas con túnicas de un morado oscuro, aparecieron entre los escombros.
Con una rapidez casi sobrenatural, los encapuchados se lanzaron hacia Lyra, sus movimientos coordinados y letales. Uno de ellos extendió su mano hacia ella, conjurando cadenas mágicas que volaban en su dirección. La intención era clara: secuestrarla.
"¡Lyra!" gritó Alan, su mano alzándose para conjurar un escudo protector. La barrera de luz se interpuso justo a tiempo, haciendo que las cadenas rebotaran, pero el impacto fue tal que Alan fue empujado hacia atrás, cayendo al suelo con fuerza.
Marcus desenvainó su espada en un instante, avanzando hacia uno de los atacantes mientras Jerad lo seguía de cerca, sus ojos brillando con energía mágica.