El Retorno De Friga La Gatita (novela Cristiana)

13. Nada inesperado

No entiendo porqué los humanos se ponen un kilo de arena en la cara, no comprendo. Sama pareció notar mi confusión, porque me dijo que sólo era una base blanca, la cual la hizo cambiar de raza, literalmente, dejó de ser latina a ser gringa de lo pálida que estaba, ella en sí es bastante pálida, pero ahora era casi traslúcida. Algo iluminó la mente de Sama porque finalmente se dio por vencida y decidió lavarse la cara, apagó su teléfono con tuturiales de maquillaje y peinado, respiro profundamente y se limitó a hacer su clásico maquillaje: pintarse los labios de algún color intenso y echarse pestañina en sus largas pestañas, para su cabello lo ondulo de forma organizada y se colocó una diadema de flores de cristal rosas.

Su vestido era rosa y ceñido al cuerpo, un rosa pastel con estampado de flores blancas y plateadas a juego con la diadema, y para completar su vestuario unas sandalias con plataforma plateada fueron el toque final que necesitaba.
Cuando finalmente estuvo lista Sama ata a mi cuello un listón que combina con su vestido y también tiene una flor plateada con una joya falsa en el centro. Esto reafirma que yo soy la invitada y ella la colada. Me estaba deleitando con mi reflejo — porque sí, soy hermosa, me veo divina con semejante collar tan bello — cuando Tae-sung llegó por nosotros y ahora sí parece una especie de dios griego: su traje elegante era azul metalizado, relucía con cada movimiento que daba, sus zapatos eran del color más negro del mundo, era como un espejo negro brillante, tanto que pude admirar mi reflejo en ellos, debajo llevaba una camisa blanca inmaculada con pequeños detalles dorados casi imperceptibles, su cabello estaba un tanto ondulado alrededor de sus orejas y para completar su atuendo la corbata negra lo hacía ver como un príncipe.

— ¿Lista? — Sama parecía nerviosa.

— Sí, sólo me falta ponerle las botitas a Friga y nos podemos ir.

¿Botitas?

— ¿Y Jocopino está listo?

No manchen que el cerdo irá.

— No, no lo llevaré — ¡Gracias voz de la razón! —, sólo a Friga...y no me siento cómoda con eso — ¿Disculpa, inmunda?

— Si es por mí no debes preocuparte, ellos aceptarán todos mis términos y quiero que lleves a Friga, y Jocopino.

— Sí, pero...— Sama ajusto una correa rosa a mí collar, luego me alzó y me coloco en los brazos de Tae-sung, quien sonrió acariciándome el cuello, que delicias de manos, dime qué crema usas para que Sama también la use, porque bala madre, ¡Que manos tan ásperas ella tiene! — Jocopino no está entrenado, puede causar algún estrago, me siento más cómoda llevando sólo a Friga que sí sabe cómo comportarse. Es una gata educada y extravagante, será fácil para ella.

Sama toma mis patitas y en cada una coloca unos extraños zapatos, ¿Qué haces? ¡Dejá de colocarme eso inmunda! ¡Estás atentando contra mi dignidad! ¡Yo soy negra y eso es verde! No combina con mi pelaje, ¡Parezco macho! A parte de que soy chiquita y esponjosa me pones está pendejada, ¡Soy una hembra alfa!

— Friga de ve muy linda.

Ya que hueva, si alguien pregunta soy metrosexual.

— ¿No hará mucho frío para ella? Nunca he conocido el invierno, ella tampoco.

— Descuida, aún faltan cuatro meses para que si quiera empiece a nevar.

— Bien.

Me sorprendo cuando entramos en la flamante camioneta de Tae-sung y en el segundo carril de asientos veo un asiento para bebé. Sama lo nota al instante y mirá a Tae-sung triste, él no la mirá, sólo me toma y me coloca en ese asiento, ajustando la correa. Debo admitir que se siente divino, ¡D-I-V-I-N-O! Es súper suavecito y calientito, casi me hace recordar cuando era una gatita en el vientre de mi mamá.

— ¿Trajiste un asiento de bebé para mí gata? — Tae-sung me acarició la cabeza y yo ronroneo en respuesta, Sama sigue confundida.

— En realidad este era el asiento de...— Tae-sung suspira decepcionado sin dejar de acariciarme — la bebé de Eun-Yeong, es de su hija, sólo que olvidé quitarlo y pensé... pensé que a Friga le vendría bien.

— Tae-sung, lo siento tanto.

Sama acaricia la mano de Tae-sung, él sonrió y le besó la mano.

— No es tu culpa — Tae-sung camina hasta el asiento del conductor y se prepara para arrancar está monstruosidad de auto —. En otras noticias tengo muchas cosas de bebé y niño que donar a la caridad, el asiento también se irá, le compraré una silla nueva y a medida a Friga.

Ay, gracias.

Sama se ríe y arrancamos a nuestro viaje. Mi filosa nariz detecta algunos nervios, pero ninguno de los dos lo demuestra.

— Específicamente, ¿Qué va a suceder en esta cena?

— Posiblemente mi padre me implore perdón, me diga que me ama y todas las cosas que él sabe que quiero escuchar, pero sé que no lo dice enserio...— Tae-sung besó la mano de Sama, mirándola con un amor genuino que hacía milenios no veía. Todo muy lindo, pero te recuerdo que estamos en medio de una carretera, ¡Vista al frente, bestia! —. Lo importante de esta cena es que conozcas a...las personas con las que crecí, diría familia, pero no los siento como tal.

Pues obvio que no los vas a sentir como tal, tú padre literalmente te prostituyo por su beneficio personal.

Mientras estos dos seres charlaban sobre la física cuántica — si me hago entender, ¿Verdad? Sólo que el tema era tan cursi que mi honorable mente la ha desechado por completo — la jugosa idea de noquearlos y tomar el volante se instaló de mi mente. Con cuidado desabroche el cinturón de la silla para bebés y con el sigilo de un ninja me recosté contra la silla de Sama, mientras Tae-sung conducía con la vista fija al volante coloque un poco de hierba gatera en mi pata y sin que nadie lo notará cubrí la boca de mí dueña, al principio se intento resistir, pero pronto callo noqueada, Tae-sung no vio nada, quizás solo pensó que estaba dormida. Nuevamente en modo Ninja levante mí peludo brazo y lo dejé caer en el cuello de Tae-sung, poniéndolo a dormir al instante.




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