El Retorno De Friga La Gatita (novela Cristiana)

14. Cena nada Versalles


Durante mis milenios de existencia he visto y vivido en cientos de culturas distintas. Recuerdo muy bien que después de ir a misa con el Papa de turno fui invitada a una cena en el palacio de Versalles.

Los cortesanos y los favoritos bailaban, cantaban y hacían cuánta cosa para divertirnos. Los manjares más novedosos de la existencia. Pero nada de eso está pasando ahora, no hay música linda, tampoco sonrisas cargadas con deleite de hipocresía. En vez de eso estoy sentada viendo a un grupo de coreanos mirándonos mal, porque al parecer no estábamos invitados, sólo Tae-sung, no Sama, no yo, ¡Quién lo diría! Por un momento me imaginé a mi misma con una de esas enormes pelucas blancas de casi un metro de largo, con un cortesano agitando un abanico con incrustaciones de diamantes en mi dirección, con los Kim y Sama mirándome expectantes, conocedores de la fuente de información y rareza que poseo.

Una vez todos me miraron así, nunca habían visto a una gata de tales colores como los que poseo, en aquel entonces mi dueña era una mujer ostentosa que le encantaba comer pasteles y mantenerse a la moda, me daba regalos bellísimos, costosos collares de diamantes, dormía en la mejor ceda de Europa y comía los mejores manjares del mundo. No recuerdo en qué parte del mundo fue, pero si recuerdo que los hombres usaban mucha piel de oso y hablaban mucho usando la "R". Intenté besarla en una ocasión, como muestra de agradecimiento por un regalo, pero casi me asfixio por la cantidad exagerada de perfume que llevaba. Ojalá Sama y Tae-sung fueran así.

Obviamente no les estoy pidiendo que no se bañen, sólo que respetemos las sanas costumbres del pasado, como darme extravagantes regalos, por ejemplo, les ruego que no crean que soy tan chafada a la antigua, cuando veo un negro no me pongo una capucha blanca, yo soy carey y he experimentado de primera mano las atrocidades del racismo, en una ocasión me querían quemar por ser "bruja", desde entonces no me fío de los curas o monjes. Cualquier autoridad católica me da mala espina.

El señor Kim trataba de mantenerse sereno, sonreía y actuaba de una forma totalmente distinta a cómo yo lo conocí. Su semblante serio y malvado había desaparecido por completo, ahora solo parecía un gigante amigable.

— Es una maravilla tenerte de vuelta aquí, Samara, ¿Verdad? ¿Es ese tú nombre? — mí dueña sonrió, aunque claramente también había notado el tono sarcástico por parte de la hermana de Tae-sung.

Observé inquieta a ambos hijos varones del señor Kim, aunque estaban en extremos opuestos se notaba que estaban por lanzarse el uno contra el otro, Tae-sung VS Se-jong. En un acto de provocar a su rival, Tae-sung tomó la mano de Sama, entrelazando sus dedos y depositando breves besos en la palma de su mano. Se-jong apretó el tenedor con fuerza y su mandíbula se tensó al ver como Sama no solo aceptaba dicha muestra de afecto, también parecía gustarle.

— Es una inmoral — con mi oído fino pude escuchar la voz de So-jing, claramente enojada —. Ni siquiera Tae-sung ha terminado de divorciarse y ella ya salto en su cama.

Hija mía, Sama es tan virgen que suda agua bendita.

— No digas eso — la reprendió el señor Kim, también en voz baja —. Sí Tae-sung la ama no hay ningún problema. Lo importante es que Tae-sung sea feliz.

Los mismo no decías hace cinco años. Pero So-jing seguía enojada.

— Cree que por tener un rostro y un cuerpo bonito puede venir a destruir una familia.

— So-jing — la voz amenazante del señor Kim la hizo callar. El señor Kim, tan imponente como siempre observó nervioso a Sama, en el fondo sabía que si ella no lo aceptaba jamás en su vida volvería a tener una buena relación con su hija favorito — ¿Y estás disfrutando tu estancia en Corea?

— Lastimosamente he tenido demasiado trabajo — los ojos brillantes y seductores de mi dueña recorrieron lentamente a Se-jong,   el cual se derritió ante tal mirada, Sama lo dejaba sin aliento —, no he podido conocer bien las maravillas de Seúl y cuando lo intenté...— Sama jugueteo con la cuchara en la crema de verduras — apareció Eun-Yeong y lo arruinó todo.

El señor Kim palideció.

— ¿Se encontraron con Eun-Yeong?

— Acoso es el término correcto — Tae-sung tampoco parecía muy emocionado con la comida, al igual que Sama solo revolvía la crema de verduras, sin mirar a su padre —. Nos acoso y humilló.

— ¿Qué sucedió?

Tae-sung pareció sorprendido por el repentino interés de Se-jong.

— Íbamos al cine, Sama quería conocer cómo son los cines coreanos, estábamos en la zona de dulces cuando ella apareció y me rogó que "no arruinará nuestra familia". Tonterías.

— Es lógico — So-jing se llevó una copa de vino a sus rojos labios —, nadie querría que su matrimonio terminará de una forma tan despiadada.

Los ojos de So-jing perforaron a Sama, pero ella en ningún momento bajo la mirada, al contrario, sonrió con malicia.

— Es verdad — Sama se llevó una copa de jugo de fresa a la boca —, nadie querría que su esposa lo engañara y más aún le hiciera creer que sus hijos también son de él, cuando en realidad son de otro hombre.

So-jing asintió no muy convencida, evitando la mirada de Sam.

Unos camareros nos trajeron el segundo platillo, una deliciosa carne con salsa de arándanos y verduras salteadas en mantequilla alrededor. Estaba lista para devorar tal delicia cuando Sama abrió su boca con sus hinchados labios.

— ¿De qué es la carne?

— De cerdo, ¿Tienes algún problema con ello? — nuevamente la voz desafiante de So-jing me hizo querer tener un rifle para callarla de una vez.

— Sí, en realidad sí — Sama y Tae-sung alejaron sus manos de la carne —. Primeramente el cerdo es un animal inmundo, por ende no lo consumo, segundo, tengo un cerdo mascota.

So-jing sonrió con fastidio.

— Sí, lo supuse.

Explicate.

— ¿Supuso que tenía un cerdo de mascota? — pregunto Sama intrigada.

— Algo así, verá, cuando alguien que a penas si conozco llega con una gata — sus ojos me miraron con despreció, yo le saque la garra del medio — a una cena a la cual no fue invitada cualquier cosa se puede esperar de esa persona.




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