[.SOVIESHU.]
El crujido de la pluma sobre el pergamino rompía el silencio de mi habitación. La vela encendida proyectaba sombras alargadas en las paredes, y el tenue resplandor del amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana. Me había despertado temprano, incluso antes de que los sirvientes comenzaran su rutina diaria.
Mis dedos sostenían la pluma con firmeza mientras repasaba lo que había escrito hasta ahora:
"Tratado de Paz y Cooperación Mutua entre el Imperio de Oriente y el Reino de Occidente"
"Considerando la estabilidad y el desarrollo de ambas naciones, el presente tratado tiene como objetivo fortalecer las relaciones diplomáticas y evitar cualquier posible conflicto que pueda surgir en el futuro. Ambas partes se comprometen a fomentar el respeto mutuo, el comercio libre de restricciones y la cooperación en asuntos de seguridad y progreso económico. Este acuerdo servirá como base para futuros tratados de libre comercio y colaboración en áreas de interés común..."
Apoyé la pluma en el tintero y masajeé mi sien con dos dedos. Aún faltaban muchos detalles, pero el esqueleto del tratado estaba tomando forma.
En mi vida anterior, nunca me preocupé por estos asuntos hasta que fue demasiado tarde. Esta vez no cometería el mismo error.
Unos golpes en la puerta interrumpieron mis pensamientos.
—Adelante —ordené sin levantar la vista del pergamino.
La puerta se abrió con un suave rechinar y una voz familiar resonó en la habitación:
—¿Tú despierto a estas horas? —se burló Karl, con una ceja arqueada y una sonrisa socarrona—. Parece que haber tenido fiebre por una semana te hizo bien.
Solté una leve risa y sacudí la cabeza, dejando la pluma a un lado.
—Debe ser eso —repliqué con calma, apoyando la espalda en la silla y cruzando los brazos.
Karl se acercó con paso relajado, observando el escritorio lleno de papeles.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió, entrecerrando los ojos como si no pudiera creer que estuviera trabajando tan temprano.
—Redactando un tratado de paz con Occidente —respondí con tranquilidad, volviendo la vista hacia mi escritura.
Karl parpadeó varias veces, claramente sorprendido.
—¿Un tratado de paz? —repitió con incredulidad—. ¿Por qué querrías hacer un tratado de paz si ni siquiera hemos entrado en guerra con ellos?
Apoyé los codos sobre la mesa y entrelacé los dedos frente a mi rostro.
—Precisamente porque no ha habido un conflicto —expliqué con paciencia—. Quiero que esto siga así. Además, planeo establecer las bases para un futuro tratado de libre comercio entre nuestros reinos. Si ambas naciones prosperan juntas, la posibilidad de una guerra disminuye considerablemente.
Karl chasqueó la lengua, rascándose la nuca.
—Huh... Nunca pensé que te interesaran estos temas con tanta anticipación.
—Debería haberlo hecho desde hace mucho —murmuré más para mí mismo que para él.
Karl me observó por un momento antes de sacudir la cabeza con diversión.
—¿Cómo puedo ayudarte, Su Majestad? —preguntó con una reverencia exagerada, claramente en tono de broma.
Ignorando su teatralidad, le hice un gesto con la mano.
—Quiero que envíes a alguien a buscar a Kosair Trovi.
Karl se quedó en silencio por un instante, su expresión de diversión desvaneciéndose.
—... ¿Kosair Trovi?
—Sí.
Su ceja se arqueó de inmediato.
—¿El mismo Kosair Trovi que prácticamente quiere arrancarte la cabeza?
Suspiré con paciencia.
—Ese mismo.
Karl soltó una risa incrédula y apoyó las manos en mi escritorio.
—¿Puedo preguntar por qué quieres hablar con él?
Lo miré con calma.
—Porque en cuanto me case con Navier, él será mi cuñado. Es mejor llevarnos bien desde ahora. Además, quiero pedirle su ayuda con este tratado.
Karl bufó, cruzándose de brazos.
—¿Y por qué no hablar directamente con su padre, el duque de Trovi?
—Al duque le pediré ayuda con otros asuntos —respondí sin apartar la mirada de Karl.
Karl frunció el ceño y meneó la cabeza.
—Sigues sin convencerme. Kosair no es precisamente... diplomático. Es astuto, sí, pero también es impulsivo, problemático y, seamos honestos, tiene una reputación de ser bastante sádico cuando se trata de sus enemigos. ¿Y adivina qué? Tú eres su enemigo.
Lo sabía.
Kosair Trovi nunca me había visto con buenos ojos. No aprobaba mi compromiso con su hermana, y en mi otra vida, nuestra relación solo empeoró con el tiempo.
Pero recordé lo que vi en esa línea de tiempo.
Kosair había liderado la guardia imperial de Occidente. Era un estratega brillante, un hombre que sabía manejar a la gente y sacar ventaja de cada situación.
Incluso en mi vida pasada, Kosair llegó a ser más respetado que yo mismo.
Y tenía algo que yo necesitaba: recursos y una mente calculadora.
Si lograba acercarme a él desde ahora... tal vez nuestra relación podría cambiar.
Respiré hondo y volví a mirar a Karl con determinación.
—Kosair es la mejor opción.
Karl me observó fijamente, evaluando mis palabras. Finalmente, se encogió de hombros con resignación.
—Muy bien. Iré a buscarlo personalmente.
Le dediqué una leve sonrisa.
—Te lo agradezco.
Karl me miró fijamente, luego inclinó la cabeza con fingida confusión.
—¿Desde cuándo eres tan educado conmigo?
Lo observé, frunciendo el ceño.
—¿A qué te refieres?