El Retorno del Emperador

50.- El resplandor de Oriente

[.HENREY.]

El sol de la mañana iluminaba la capital de Occidente, haciendo brillar los techos de las casas y templos con un fulgor dorado. Desde el balcón del palacio, observé cómo los estandartes del reino ondeaban con la brisa primaveral. La tranquilidad de la mañana se rompió abruptamente cuando uno de los mensajeros entró con prisa en la sala del trono.

—¡Majestad! —exclamó el hombre, con la respiración agitada.

Mi hermano, Warton III, giró su mirada afilada hacia él, interrumpiendo la conversación con nuestro padre.

—Habla —ordenó con autoridad.

El mensajero se inclinó, tragó saliva y prosiguió.

—Un carruaje con el estandarte imperial de Oriente ha cruzado las puertas de la capital, con una formación de sus hombres en ataque.

El ambiente en la sala se tensó.

—¿Oriente? Vendrán por la celebración de mi cumpleaños—repetí, cruzándome de brazos.

Warton frunció el ceño y se recargó en el respaldo de su asiento.

—Si llevan el estandarte imperial al frente, significa que quien viaja es la familia imperial —afirmó con voz grave, sus ojos entrecerrándose con perspicacia—. Pero... si entraron en formación de ataque, entonces... ¿habrán sufrido un ataque en el camino?

—¿Cuántos soldados los escoltan? —indagué, sintiendo una creciente curiosidad.

El mensajero titubeó un instante antes de responder.

—Cincuenta en la vanguardia, más un grupo de apoyo en la retaguardia. Todos en formación cerrada.

Mis labios se torcieron en una mueca pensativa. No era una simple escolta. Se preparaban para una posible emboscada.

—¿Quién lidera la formación? —preguntó Warton con interés.

El mensajero parpadeó, visiblemente incómodo.

—Majestad... la persona que lidera la formación es una mujer.

Mi padre y mi hermano mayor se miraron. Yo arqueé una ceja.

—¿Una mujer? —repetí con incredulidad.

—Si es así, entonces viajan con un herido —murmuró Warton, su tono sereno pero seguro—. Ningún ejército pondría a una mujer al mando de una formación de ataque a menos que estén protegiendo a alguien incapacitado para liderar.

—¿El emperador? —pregunté de inmediato.

—Probablemente —asintió mi hermano.

Quien no perdió tiempo en tomar decisiones.

—Que preparen de inmediato a los médicos del palacio. Quiero que las puertas estén abiertas para recibir como corresponde a la familia imperial de Oriente.

Mi padre, el rey Warton II, asintió en señal de aprobación.

—Nosotros los esperaremos en la entrada del palacio.

No objeté. A pesar de la tensión política entre nuestros reinos, Oriente y Occidente mantenían una frágil paz, y la familia imperial debía ser recibida con la hospitalidad que dictaba el protocolo.

Sin más demora, nos dirigimos hacia la gran puerta principal.

[...]

El sol estaba en su punto más alto cuando los cascos de los caballos resonaron contra el suelo empedrado.

A lo lejos, vi una formación imponente de jinetes de élite acercándose al palacio. La disciplina con la que se movían era admirable; sus armaduras relucían bajo la luz del día, y sus lanzas se alzaban en perfecta sincronía.

Pero no fue la fuerza militar lo que me dejó sin palabras.

Fue ella.

La mujer al frente de la formación.

Cabalgaba con una elegancia natural, la cabeza en alto, el porte majestuoso. Su cabello dorado resplandecía con el sol, ondeando con la brisa. Tenía una expresión serena, pero sus ojos verdes, fríos e impenetrables, daban la impresión de que nada en el mundo podía doblegarla.

A su lado, un hombre que parecía su reflejo cabalgaba con la misma confianza. Tenían los mismos rasgos, los mismos cabellos dorados... Eran, sin duda, gemelos.

Cuando llegaron a la explanada del palacio, el hombre desmontó primero y se acercó a ayudar a la mujer a bajar con una cortesía que hablaba de su cercanía.

Vi cómo la mujer caminaba con una gracia imponente, sin mostrar signo alguno de temor o inseguridad.

Se detuvo frente a nosotros, se inclinó levemente en señal de respeto y habló con una voz firme y clara.

—Su Majestad, es un honor presentarme ante usted. Soy Navier Ellie Trovi, prometida del heredero imperial Sovieshu Vikt de Oriente.

Por un instante, mi mente se quedó en blanco.

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Navier Ellie Trovi.

La prometida del heredero Sovieshu.

Era... impactante.

Antes de que pudiera reaccionar, ella hizo un leve ademán hacia el hombre que la acompañaba.

—Este es mi hermano, Kosair Trovi, consejero personal del heredero imperial.

Kosair inclinó la cabeza en un saludo breve, pero su mirada era aguda, observándonos con atención.

Mi hermano mayor respondió con una leve sonrisa de cortesía.

—Bienvenidos a Occidente. Nos honra recibirlos.

—Lamentamos haber entrado a su reino en formación de ataque —continuó Navier, con la misma seguridad en su voz—. Durante la noche, nuestro grupo fue atacado por mercenarios. En ese enfrentamiento, el heredero imperial Sovieshu Vikt resultó herido.

Un murmullo recorrió a los presentes.

Mi padre alzó una mano para silenciar a la multitud.

—Lo primero es su bienestar —afirmó con solemnidad—. Mis criados han preparado habitaciones para su descanso, y los médicos del palacio atenderán de inmediato al heredero imperial.




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