El reino de Zayxo estaba rodeado de un exuberante bosque lleno de vida, de alguna manera las personas del reino se las habían arreglado para coexistir junto a la inmensa fauna que poblaba el lugar. Sloane frunció el ceño mientras se internaba en el bosque, sin duda no se imaginaba al segundo príncipe heredero en un lugar tan alejado del resto del mundo y con una vida tan simple.
Aunque, a decir verdad, Sloane jamás se había tomado el tiempo de conocer completamente a Asten.
Durante la guerra, Sloane se había cruzado en el campo de batalla con Asten una sola vez y recordaba haberse sentido impresionada por su estilo de pelea: sus movimientos eran sencillos y sus ataques eran prácticos y certeros. Era un guerrero que no perdía el tiempo en apariencias y actuaba en consecuencia a lo que iba. Posteriormente, durante el tiempo que permanecieron juntos, Sloane descubrió que el verdadero fuerte de Asten era la hechicería. Por lo que ella sabía, cuando no estaba a su lado él pasaba el tiempo experimentando, creando nuevos conjuros y disfrutando de los entrenamientos al aire libre; de ahí en fuera parecía ser indiferente a los lujos del palacio real, algo que Sloane consideró como una conducta normal al haber crecido allí. Era por eso que no podía imaginar a Asten en un sitio perdido y remoto como Zayxo.
La princesa llevaba un traje de cuero negro y estaba cubierta con una capa verde oscuro que tenía ribetes dorados. Sloane avanzaba con calma, cruzando el bosque sin llamar la atención hasta que poco a poco comenzaron a aparecer signos de asentamiento humano: había algunas cabañas destartaladas y desocupadas, en el suelo se encontraban algunos utensilios rotos y en general se notaba un ambiente de abandono. La princesa siguió avanzando mirando alrededor y llegó a una aldea, donde fue recibida por una pareja engañosamente joven: si bien ambos tenían una piel tersa y sin arrugas sus cabellos eran blancos como la nieve mientras que en sus ojos podía distinguirse el brillo característico de la madurez.
— Saludos, señorita— dijo el hombre—. Sea usted bienvenida a la comarca Halpo, tierra de hechiceros.
— Es usted libre de preguntar cualquier cosa y le ayudaremos— dijo la mujer de buen humor.
Sloane sonrió, su temperamento agradable era contagioso. La pareja la guió por la pintoresca comarca llena de cabañas separadas por gruesos árboles, una construcción de roca similar a una fuente señalaba el centro del lugar donde se llevaban a cabo las reuniones y festividades importantes. Era en general una comarca sencilla y conectada por la naturaleza.
— Y díganos, ¿qué la trae por aquí? — preguntó el hombre amablemente.
— Estoy buscando a un hechicero rastreador— dijo Sloane.
Según la pista que su explorador había encontrado, un hechicero rastreador tenía información sobre el príncipe Asten, el cual sostenía haberlo visto en el reino de Zayxo vagando sin rumbo. Sloane estaba segura de que podría convencer a ese hechicero de llevarla a donde se encontraba el segundo heredero de Ayrea, pero debía encontrarlo primero. La pareja se miró uno al otro y la mujer señaló un sendero que se internaba en el bosque.
— Sigue derecho por allá— indicó—. Es la única casa decente en kilómetros a la redonda.
— Muchas gracias— dijo Sloane tomando aquel sendero a buen paso.
Conforme avanzaba por el sendero el paisaje se tornaba sombrío y lúgubre: los árboles estaban secos y el clima se volvió extrañamente frío a pesar de que el sol brillaba en lo alto. Poco a poco el silencio se fue apoderando del lugar, por lo que solo podían oírse los pasos de Sloane sobre la hojarasca, no había ni siquiera rastro alguno de animales en los alrededores y tanta quietud comenzó a ponerle los nervios de punta a la princesa, de modo que cuando escuchó los pasos apresurados de alguien detrás de ella lo primero que sintió fue un alivio monumental por ya no estar sola. El alivio se convirtió en alarma cuando volteó y vio a un hombre de negro con un bastón de metal cuyos extremos estaban afilados; Sloane hizo un desplazamiento hacia atrás cuando esta persona se acercó para evitar el arma y llevó una mano a su cintura, donde reposaba su espada y la desenvainó revelando una delgada hoja plateada con la que atacó al hombre que se interponía en su camino.
El hombre usó su bastón para defenderse, alzando el arma por encima de su cabeza para golpear a su contrincante; Sloane usó su espada para bloquear el ataque y le dio al hombre una patada en el estómago con lo que logró alejarlo. En ese momento el hombre alzó la mano y la apretó en un puño, la princesa sintió una dolorosa opresión en el pecho y cayó al suelo con la respiración entrecortada. Escuchó pasos acercarse pero no supo discernir su origen exacto, un sentimiento de amargura la embargó al pensar que moriría en ese momento sin poder moverse a causa del dolor.
Para su sorpresa, el malestar disminuyó hasta desaparecer. Sloane trató de levantarse pero su cuerpo estaba debilitado y terminó por caer al suelo luchando por no perder la consciencia; volvió a tratar de incorporarse y levantó la cabeza viendo como aquel hombre se alejaba siendo repelido por alguien más y a pesar de todos sus esfuerzos, Sloane terminó por desmayarse.
+++++
Estaba en una mazmorra, atada a una silla de pies y manos y amordazada, sola. Su reino había caído y había visto morir a muchos de sus hombres siendo ejecutados como prisioneros de formas crueles y sádicas; su alma sufría por ello.
La puerta de la mazmorra se abrió y un hombre con una túnica azul marino entró. Su mirada acercada se posó en ella y sonrió con maldad.
— Pero miren qué tenemos aquí— dijo con una sonrisa torcida.
El hombre cerró la puerta y se dirigió a una mesa donde jugó con varias botellas hasta llegar a la que buscaba; su expresión se volvió ufana y se acercó a su prisionera con la botella y un cuenco.