El retorno del príncipe heredero

4.- Engaño al descubierto

Era noche cerrada cuando Sloane comenzó a toser violentamente.

Los únicos negocios que estaban abiertos a la hora en que llegaron a la comarca de Nerea eran los bares y los hoteles, los cuales se encontraban situados uno frente al otro. La razón de esto era obvia pero ninguno de los dos dijo nada y avanzaron rápidamente sin prestar atención a las personas que pasaban por allí, Kyrie guió a Sloane hasta llegar a una posada alejada del resto y ambos entraron pidiendo dos habitaciones.

— Lo siento, solo nos queda una— dijo el dueño—, pero no se preocupen, hay dos camas allí.
— Entonces está bien— dijo Kyrie alegremente volteando hacia Sloane, que asintió. Estaba cansada y quería dormir.

El dueño de la posada los guió hacia la habitación, les entregó la llave y se retiró poco después. La estancia era sencilla, sin adornos, pero acogedora y cálida, Kyrie esperó a que Sloane escogiera una cama y después se acostaron a dormir, a las pocas horas Sloane sintió nauseas pero no le prestó atención hasta que sintió algo en su garganta que le hizo toser, la princesa manoteó buscando encender las luces sin tener éxito y cayó al suelo sin dejar de toser.

Las luces se encendieron en el momento que Sloane vomitó escupiendo una pasta negruzca de consistencia viscosa que apenas tocó el suelo se contrajo en una bola que se elevó en el aire con el propósito de volver al cuerpo del que fue expulsado. Sloane retrocedió cubriéndose la boca y la nariz, en ese momento Kyrie atrapó aquella bola con un gesto amenazante, apretándola en su mano hasta que comenzó a escurrirse entre sus dedos. Sus ojos se volvieron dorados y la sustancia se cristalizó hasta romperse por completo.

— Ahora podemos volver a la cama antes de que nos corran por escandalosos— dijo apagando las luces.

Sloane permaneció en su lugar, a oscuras, convencida de dos cosas. La primera fue que ese porte amenazante era muy conocido para ella, y la segunda era que podía asegurar que esta vez había visto pinceladas de menta en los ojos grises de Kyrie.

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Kyrie detuvo su caballo frente a una cabaña destartalada. Habían reanudado su camino a primera hora en silencio, sin mencionar nada de lo ocurrido la noche anterior. Sloane permaneció pensativa, con una idea en mente que había germinado en la noche y estaba esperando el momento adecuado para llevarla a cabo.

— Bueno, señorita, aquí es— dijo Kyrie bajando de su montura y se acercó a Sloane con un semblante apenado—. Espero que no me lo tome a mal, pero debo revisarla para asegurarme de que no trae ningún artefacto peligroso consigo.
— Entiendo— dijo Sloane extendiendo los brazos—. Haga lo que tenga que hacer.

Kyrie revisó a Sloane de arriba abajo encontrando una pequeña cadena de cobre guardada en uno de los bolsillos laterales de la blusa de Sloane. El hechicero frunció el ceño y examinó la cadena para después agitarla frente a Sloane con curiosidad.

— ¿Y esto qué es? — preguntó.
— Un amuleto rastreador— respondió Sloane considerando que no valía la pena mentir.

Kyrie arqueó una ceja, en ese momento el objeto comenzó a brillar para desconcierto de ambos y Sloane sonrió con gesto divertido.

— ¿Qué es lo que le parece tan gracioso? — preguntó Kyrie.
— Es que ese amuleto solo se activa por un hechizo mental— dijo Sloane—. Y justo ahora estaba pensando en algo.
— ¿Puedo saber en qué estaba pensando?
— En que acabo de encontrar a mi marido.

El amuleto rastreador era un objeto muy simple que funcionaba con un poco de la esencia de la persona que se buscaba, si alguien sujetaba el objeto y coincidía con la esencia en éste, el amuleto se activaba encadenando a su objetivo; algo que en este caso sucedió: la pequeña cadena se convirtió en un lazo e inmovilizó a Kyrie haciéndolo caer de rodillas en el suelo. Sloane se arrodilló a su lado y lo revisó hasta dar con un collar de plata del que colgaba un anillo y se lo quitó, con lo que aparecieron tres marcas al lado de los ojos del hombre, cuyo color cambió de gris a azul profundo con pupilas color menta, la palidez de su piel se acentuó y las facciones delicadas de su rostro se volvieron afiladas. Un suspiro salió de los delgados labios de Kyrie y habló, su voz seguía teniendo una cadencia suave, pero su tono se había vuelto más profundo.

— Su Alteza, me ha atrapado— dijo.

Sloane sonrió ufana y dijo con alegría:

— Es un gusto verlo, Segunda Gran Majestad.
— No soy una gran majestad— replicó Kyrie con pesar—. Me vi obligado a aceptar el título, pero nunca lo consideré mío.
— ¿En serio?
— ¿Podría soltarme y devolverme mi alhaja? No voy a huir.

La princesa ignoró al hechicero. Todo rastro de victoria desapareció de su espíritu al darse cuenta de que era la primera vez que veía el rastro del segundo príncipe heredero y se quedó absorta en su observación. Ciertamente, no era un rostro feo y no había signos de que hubiera habido una deformación, lo que le hizo preguntarse cuál era la razón por la que decidió usar una máscara.

— Asten...— dijo Sloane, siendo interrumpida por Kyrie.
— Dejemos algo en claro— dijo con hastío—. Pido a Su Alteza que no me llame de ese modo cuando ya sabe mi verdadero nombre, de otro modo el viaje de regreso será sumamente incómodo.
—Está bien— dijo Sloane, extrañada.
— Entonces... ¿Podría soltarme? Le doy mi palabra de que no huiré.

Sloane abrió la boca con la intención de burlarse pero fue incapaz de hacerlo al recordar la primera vez que él había dicho eso. Luego de casarse, ambos pudieron estar un momento a solas conforme la costumbre de Ayrea de que el esposo dirigiera unas palabras a su pareja antes de que la prepararan para la noche de bodas. El segundo príncipe miró fijamente a su esposa y dijo simplemente:

— Le doy mi palabra de que la protegeré todo lo que pueda.



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En el texto hay: fantasia, fantasia magia sobrenatural

Editado: 29.07.2022

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