No tenían idea de cuánto tiempo había pasado desde su caída pero así como había iniciado bruscamente terminó de la misma manera con enredaderas sujetando sus extremidades para no estrellarse en el suelo.
— ¿Qué pasó? — gritó Sloane.
— ¡No lo sé! — exclamó Kyrie.
— ¿Cómo puedes no saberlo?
— No tengo todas las respuestas, ¿sabes?
Una tercera voz apareció interrumpiendo lo que estuvo a punto de ser una discusión, diciendo alegremente:
— Y esa, mi amigo, es la respuesta correcta.
Un hombre vestido de púrpura, cuya piel estaba cubierta de manchas blanquecinas que contrastaban con su tono oscuro, se paró frente a los dos muchachos con las manos en la cintura y una gran sonrisa. Observó fijamente a los jóvenes, deteniéndose en Sloane, y su sonrisa se amplió aún más.
— Vaya, vaya— dijo—. ¡Nunca en mi vida creí poder ver al estandarte de la resistencia en persona! ¡Earl, ven aquí!
Un hombre pálido vestido de verde pardo se acercó mirando a los chicos y le dio un golpecito en el hombro al otro.
— Tú, gran bobo— dijo—. ¡Baja a este par ahora!
— Bien, bien.
Con un chasquido de los dedos los jóvenes cayeron al suelo. El hombre de verde se acercó y dijo:
— Perdonen a mi esposo, Sus Altezas. Mi nombre es Earlyvall y él es Tanahiel.
— Oh, yo no soy una Alteza— dijo Kyrie, inclinándose, lo que provocó que Earlyvall lo mirara con escepticismo.
— ¿Y cómo explicas tus llamas azules? — inquirió.
— ¿Ustedes vieron eso? — preguntó Sloane con sorpresa.
— Nosotros vemos todo lo que pasa en el pantano— intervino Tanahiel con indiferencia mirando a Kyrie—. Responde o te corto la cabeza.
De inmediato el hechicero levantó las manos en un gesto de tregua.
— Oiga, tampoco tiene que amenazarme así— dijo—. Iba a responder. Las llamas azules pueden replicarse cuando la sangre de la familia real ayreana.
— ¿Y cómo la conseguiste? — preguntó Earlyvall.
— La Segunda Gran Majestad me pagó con su sangre para hacerle un hechizo de invisibilidad— respondió Kyrie, imperturbable.
— ¿Y por qué traes esa capa?
— Porque soy feo.
Tanahiel dirigió su mirada a Sloane y preguntó:
— Su Alteza, ¿es cierto todo lo que dice este payaso?
— Sí, lo es— dijo Sloane sin rechistar—. Es realmente feo.
Los dos guías se miraron uno al otro, luego hicieron una seña a los jóvenes para que los siguieran.
— Los llevaremos a la matriz de transportación— dijo Earlyvall—. A dónde vayan no es asunto nuestro, nosotros solo los llevaremos allá.
— Se lo agradezco mucho— dijo Sloane.
El cuarteto avanzó en relativo silencio, roto solamente por los pasos al caminar de cada persona. Sloane se acercó a Kyrie y le dio un codazo para llamar su atención.
— ¿De verdad te consideras feo? — preguntó.
— Oh, sí— dijo Kyrie con tono divertido—. Soy tan feo...
El hechicero se rió a carcajadas, después miró a los dos hombres dispuesto a preguntar algo pero se distrajo con la imagen frente a él: Earlyvall sostenía de la cintura a Tanahiel mientras éste recargaba la cabeza en el hombro de su pareja avanzando con una sincronía producto de años de familiaridad. Kyrie sonrió con añoranza y no pudo evitar decir:
— Lo suyo debió ser una hermosa historia de amor.
— Algo así— dijo Tanahiel sin volver la vista—. Ambos dejamos nuestro reino para poder estar juntos.
Los dos provenían del nebuloso reino de Mérade, un sitio atrapado entre montañas cuyos habitantes se dedicaban al comercio e intercambio de mercancías. Era un lugar estricto sin la más pequeña noción de combate, por lo que fue el primer reino en caer ante el poder de Ayrea.
— Entonces... ¿viven aquí? — preguntó Sloane con curiosidad.
— Sí y no— dijo Earlyvall—. Vivimos donde queremos y hacemos lo que queremos, pero regresamos para guiar a todo aquel que sobreviva la primera barrera.
Kyrie y Sloane se dieron cuenta de que esa primera barrera se trataba de las criaturas que habían enfrentado anteriormente.
— Ellos...
— Son los remanentes de la corte imperial de Ayrea, condenados por la Segunda Gran Majestad a no dejar este pantano.
Sloane dirigió una disimulada mirada de sorpresa a Kyrie. Tanahiel soltó un suspiró melancólico y dijo:
— La Segunda Gran Majestad es una figura muy trágica. Despreció a su reino, fue la punta de lanza para provocar su caída y lo único que ganó es ser perseguido por todos durante diez años. Qué triste.
Kyrie tragó saliva y miró a otro lado sin decir nada. Precisamente por eso había permanecido esos diez años oculto en Zayxo sin meterse en nada, dedicándose solo a sus propios asuntos, sin saber nada de lo sucedido en los otros reinos hasta que notó los primeros signos de magia oscura: varias personas llegaron a él pidiendo auxilio, todos envenenados con pociones de nube turbulenta: uno de los venenos favoritos del duque Merel von Byron que provocaba una muerte violenta y dolorosa, provocando que el cuerpo quedara con la forma de una nube.
Que una toxina así apareciera de nuevo en el mundo significaba que el sello mágico se estaba deteriorando, de modo que se vio obligado a moverse para tratar de arreglar todo con la mayor discreción posible.
— Dígame, Majestad, ¿qué hizo para escapar de la corte ayreana?
Tanahiel y Earlyvall voltearon de repente el primero apuntando una espada hacia Kyrie y el segundo desplegando un abanico contra Sloane.
— No nos quieran ver la cara de idiotas— dijo Tanahiel dando un paso adelante, con lo que el filo del arma rozó el pecho de Kyrie. Con un tono autoritario ordenó—. Quítate la capa.
— Sin juegos— dijo Earlyvall.
— Realmente no se les puede engañar, ¿verdad? — dijo Kyrie con un suspiro de frustración.
— ¡Esperen! — exclamó Sloane siendo frenada por Earlyvall.
— Mejor no se meta, Su Alteza.
Kyrie se quitó la capucha, dejando ver un rostro maltrecho, surcado de quemaduras en el que apenas podían notarse tres hojas de eucalipto rojo a los costados de los ojos. Los dos guías se quedaron boquiabiertos mientras que Sloane estaba atónita. ¿En qué momento su apariencia cambió tanto? A menos que él le hubiera mentido y el rostro que mostró ante ella haya sido falso.