Sloane abrió los ojos dando un respingo y miró alrededor. No había ni una sola cosa que se le hiciera familiar en la habitación donde se encontraba y sintió un poco de temor. La habitación era de color verde pálido, llena de cuadros que retrataban paisajes encontrados alrededor de todas Scorchea y ella se hallaba tendida en una cama con dosel, todo a su alrededor era lujoso y fastuoso.
— ¿Qué fue lo que pasó? — preguntó para sí misma.
Recordaba haberse acercado a Kyrie en el momento que el hechizo de transportación se activaba y después ya no supo más. Pensar en su compañero de viaje le hizo levantarse de golpe en el momento que se abrió la puerta dejando ver a un joven castaño vestido de negro, cuyas ropas estaban adornadas de ribetes plateados.
— Ah, Su Alteza, me alegra ver que ha despertado— dijo el joven con una sonrisa, añadiendo al ver la expresión de desconcierto de la princesa—. Soy el príncipe Obel, usted se encuentra en el reino de Ririe.
A Sloane no le sorprendió que el hechizo la trajera aquí, después de todo Ririe es conocido por ser un refugio seguro, una utopía dónde los habitantes podían ser ellos mismos sin tener a represalias de ningún tipo por lo que era lógico que llegarán aquí luego de salir pitando de Ayrea... o lo que quedaba de Ayrea. El príncipe Obel se acercó a Sloane tomando suavemente su brazo para guiarla de vuelta a la cama.
— Su Alteza, debe descansar— dijo—. Aún tiene magia venenosa en su organismo.
— ¿Qué? — inquirió Sloane con desconcierto—. No comprendo.
— Descuide, yo le explico.
Sloane se recostó nuevamente en la cama escuchando a Obel. Según él, se había registrado un aumento inusual de energía en una de las fronteras y fue a investigar; al llegar a aquel sitio se encontró con Sloane arrastrando a un joven unos cuantos metros antes de desmayarse. Obel los llevó a ambos a la enfermería, donde se encontraban en ese momento.
— ¿Dónde está él? — preguntó Sloane.
— Está muy grave— dijo Obel—. Hay demasiado veneno en su cuerpo y no sabemos si va a lograrlo. En cuanto despierte, la llevaré a verlo.
— Se lo agradezco.
— Es muy extraño. Por la palidez de si piel pensé que sería parte de la familia real pero no hay marcas de nacimiento en su rostro.
— Es del reino de Zayxo.
— Ya veo. La dejo descansar.
Obel se retiró haciendo una leve reverencia y Sloane se dejó caer en la cama.
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Dos días después, Kyrie recuperó la consciencia y despertó.
A pesar del tiempo que pasó dormido, se sentía agotado por causa de toda la energía mágica drenada de su cuerpo y se sentía completamente adolorido y mareado. Suponía que esto se debía a la magia oscura siendo depurada de su cuerpo así que no se preocupó demasiado. Fue entonces que miró a su alrededor y el pánico se instaló en su ser al no reconocer nada de lo que le rodeaba. ¿Y si lo descubrieron y lo iban a encarcelar? ¡Tenía que escapar cuando antes!
Kyrie trató de levantarse ignorando su agotamiento y en ese momento sintió algo fino recorriendo su cuello con el movimiento, de inmediato se llevó una mano a la garganta palpando una fina cadena y suspiró con alivio al ver la joya que ocultaba su verdadera apariencia.
La puerta se abrió dejando entrar a Sloane, seguida por Obel. Kyrie ladeó la cabeza mirando a éste último con curiosidad, la última vez que lo vio era un niño inquieto e impertinente que replicaba por todo. Claro que eso fue hace diez años, era obvio que iba a crecer... pero él no creyó que viviría para verlo siendo un adulto.
— Su Alteza dijo que eres de Zayxo— dijo Obel mirando a Kyrie con sospecha—. ¿Es eso cierto?
— Así es, Su Majestad— dijo Kyrie—. Soy solo un hechicero de los confines de Zayxo.
— ¿Eres el hechicero que tiene la ubicación del príncipe Asten?
— Ese mismo.
— ¿Qué pasó con él?
Los ojos ahora grises de Kyrie se encontraron con los ojos color miel de Obel, quien lo observaba con hostilidad, y dijo:
— Murió.
Tras decir esto, Kyrie se dejó caer en la cama y cerró los ojos, pero no pudo dormir. Por el contrario, escuchó como Sloane le decía a Obel como la Segunda Gran Majestad Asten de Ayrea se había enfrentado al duque hechicero Merel von Byron, sacrificando su vida para destruir el reino maldito que había sido su hogar. Tanto ella como su compañero habían quedado atrapados en el fuego cruzado pero Kyrie se había llevado la peor parte al abrir un portal de transportación para salir de allí. La explicación había finalizado con Sloane sugiriendo a Obel que salieran para dejar a Kyrie descansar, a lo que el príncipe accedió y la habitación se vació rápidamente.
Kyrie esperó unos minutos en relativo silencio antes de abrir los ojos, percatándose de que estaba realmente solo. Haciendo acopio de sus fuerzas, el hechicero se puso de pie y se acercó a un mueble cercano donde se encontraba un pequeño espejo que solían usar para encontrar heridas reflectantes ocasionadas por demonios fotosensibles y se miró en el objeto con avidez. Observó su rostro pálido y ojeroso, el iris gris de su mirada, la ausencia de aquellas marcas que habían condenado su existencia.
Y allí, de pie frente al diminuto espejo, Kyrie rompió a llorar de la felicidad sabiendo que al fin era libre.
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Después de un mes en reposo, Sloane y Kyrie se encontraron cara a cara con el soberano de Ririe. El rey Devon había envejecido aceleradamente debido a las preocupaciones que le acometieron tras la caída de Ayrea al ser el responsable de organizar la liberación de los demás reinos. El anciano rey observó a la pareja frente a él y sonrió.
— Su Alteza, no esperaba verla de nuevo— dijo dirigiéndose a Sloane.
— Los caminos de la vida son inesperados— dijo Sloane.
— Así lo veo. Mi hijo ha ido a la tierra de Ayrea junto con enviados de otros reinos, me temo que comenzarán a dividirla para anexarla a sus territorios.
— Se veía venir.