·· Dos años después ··
Lori Clarice entró a la habitación llevando una túnica en las manos, de color naranja con pedrería incrustada de color azul brillante. La mujer dejó la prenda sobre la cama y dijo:
— Su Alteza, todo está listo— dijo.
— Gracias, Lori— dijo Sloane.
La princesa estaba ataviada con un vestido largo de color púrpura con detalles plateados en los bordes. Su cabello estaba atado en un elaborado chongo con algunos mechones enmarcando su rostro, tenía un broche dorado sujetando su peinado y un collar de cuentas cristalinas multicolores. Una vez que su atuendo estuvo listo, Sloane se ciñó la túnica a los hombros y salió de la habitación.
Sorprendentemente, le había costado un buen tiempo reclamar el trono que era suyo por derecho de herencia. Lo primero que hizo fue comprobar que su vínculo de matrimonio había sido disuelto antes de la muerte de Asten, lo cual fue relativamente sencillo, el resto del tiempo se perdió en pruebas y cuestionamientos de rigor para asegurarse de que estaba lista para asumir el trono y llevar las riendas del reino con todas las responsabilidades que aquello conllevaba.
Sloane, que había sido preparada desde joven para tal tarea, pasó todas las pruebas con honores.
El resto fue pan comido y las preparaciones para la ceremonia comenzaron. Ahora que el momento había llegado la princesa no pudo evitar ponerse nerviosa y el mismo tiempo melancólica al pensar que, de haber sido distintas las circunstancias, serían sus padres quienes presidirían su coronación y no los generales que habían estado a cargo de Leire hasta ese momento.
"Padre, madre, nuestro reino volvió a ser lo que era", pensó Sloane mientras se dirigía a la sala del trono, haciendo la firme promesa de que las cosas mejorarían bajo su mandato, no dejaría que los resentimientos del pasado afectaron el presente ni definieran el futuro. Era hora de mirar hacia adelante y abandonar todo.
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— ¿Juras dirigir a Leire con justicia, sabiduría y compasión?
El general Dior Baldace, un hombre fornido entrado en años, miró a Sloane con una mezcla de orgullo y añoranza; había sido él quien entrenó a la princesa durante años, él personalmente le enseñó el manejo de la espada y le dio los conocimientos necesarios para sobrevivir en el campo de batalla, por lo que era un gran honor para él entregarle el reino.
Sloane esbozó una sonrisa brillante y dijo con solemnidad:
— Lo juro.
— ¿Juras mantener la seguridad de tu pueblo como prioridad?
— Lo juro.
— ¿Juras mantener la prosperidad de tu pueblo como prioridad?
— Lo juro.
Lori se acercó al general con un cofre en las manos, el cual fue abierto por el hombre sacando una tiara bañada en plata con zafiros adornando el largo de la misma. Dior Baldace se entretuvo unos segundos observando la corona y dijo:
— Por el poder que se me ha conferido te nombro a ti, Sloane di Canabria, como reina y soberana de la tierra de Leire. Que la gracia de Keeva descienda sobre ti y nos guíes a todos con justicia.
La gente prorrumpió en aplausos y vítores,saludando a su nueva reina.