Elías abrió los ojos, sintiendo el peso de su cuerpo depositándose bruscamente sobre una superficie suave. Con el corazón martilleándole en el pecho y la respiración aún agitada, comenzó a observar con nerviosismo en todas direcciones. Se dio cuenta de que había sido transportado a una amplia habitación, cuyo diseño contrastaba violentamente con la rústica austeridad de la planta baja. Parecía ser un antiguo salón de fiestas o un gran estudio de arte, con techos altos y molduras ornamentadas que sugerían una época de opulencia olvidada.
Las paredes, ahora iluminadas por una luz suave y difusa, estaban ricamente adornadas con varios cuadros de gran formato, todos ellos tapados con sábanas blancas, lo que acentuaba la atmósfera de secreto y abandono. En uno de los extremos, la vista de Elías se detuvo: un elegante caballete de caoba estaba perfectamente erguido, con un lienzo inmaculado y tenso puesto con precisión, como si hubiera estado en la espera metódica de ser usado por un artista.
A un lado del caballete, sobre una pequeña mesa auxiliar de diseño antiguo, se encontraba un arsenal completo de pinturas y pinceles. Tubos de pigmento dispuestos por tonalidades, aceites y solventes en frascos de cristal, y un juego impecable de pinceles de todas las formas y tamaños. Todo estaba dispuesto con una pulcritud obsesiva, como si se tratara de una invitación al trabajo, incluso, se veía como un altar a la creación.
De inmediato, un olor intenso y nauseabundo a descomposición se apoderó de sus pulmones. El hedor, acre y pútrido, contrastaba brutalmente con el aire limpio de la montaña. Elías frunció la nariz, intentando desesperadamente no respirar mientras buscaba con la mirada la fuente de aquel desagradable y perturbador aroma. El estómago se le revolvió ante la certeza de que algo orgánico se estaba pudriendo en la habitación.
Y fue allí cuando lo vio. Su rostro se desencajó por completo, y el miedo se transformó en una repulsión horrorizada al darse cuenta de la verdad: el cuerpo de su peludo amigo yacía sobre el suelo de madera. Su aspecto era desagradable y putrefacto, no aquel perro vivo que lo había consolado. Parecía llevar algunos meses de haber fallecido, ya que su pelaje estaba descompuesto y su forma se encontraba hinchada.
Justo en ese momento de horror y confusión, unas débiles y rápidas patitas se escucharon cerca de la única puerta visible de la amplia habitación. El sonido se hizo más nítido y, de pronto, la puerta se abrió un poco, dejando ver a un perro marrón de gran tamaño que se deslizó hacia el interior. Elías lo observó con la mandíbula caída, mientras el terror y el alivio luchaban por mantener el control.
Elías estaba completamente impresionado. Su mirada se movía frenéticamente, en un ciclo de pesadilla: una vez al cuerpo putrefacto que yacía en el suelo, y otra vez a su amigo peludo que se acercaba moviendo la cola con cautela. ¿Cuál era la realidad? ¿El perro descompuesto o el animal vivo que se acercaba a rozar su mejilla? La casa no solo jugaba con sus emociones, sino que estaba destrozando su percepción de la realidad, utilizando la figura leal del animal para infligirle el máximo terror.
El perro se acercó a Elías y rozó su hocico contra su piel en un gesto de afecto, mientras dejaba escapar débiles sollozos que sonaban a consuelo. Sin embargo, aquella caricia, que debería haber sido cálida y agradable, fue todo lo contrario: se sintió exactamente como si un copo de nieve helado rozara su piel, causándole un escalofrío intenso que heló todo su rostro. A pesar del contacto gélido y la macabra visión del otro cuerpo, la presencia del alma del perro no le infundía miedo; solo un profundo desconcierto ante todo lo ocurrido.
Sin previo aviso, el aire se tornó gélido y pesado de forma instantánea, como si el vacío del espacio exterior se hubiera colado en la habitación. La temperatura bajó tan bruscamente que el cuerpo de Elías se estremeció incontrolablemente sobre la superficie. Una densa capa de escarcha comenzó a formarse sobre los bordes de la mesa de pinturas. El perro reaccionó con un aullido bajo, intentando desesperadamente lamer las lágrimas de Elías antes de acurrucarse, temblando, a sus pies.
Entonces, la entidad se manifestó. La sombra amorfa y negra de Noris no se filtró por la puerta, sino que se desgarró directamente del techo, descendiendo como una cortina de humo denso y consciente. A medida que bajaba, el contorno oscuro giraba sobre sí mismo, formando la silueta de la mujer sin facciones, pero esta vez con una densidad aterradora. La figura se detuvo a pocos metros del suelo, suspendida, y de su centro pareció emanar una luz tenue, roja y pulsante, revelando un vacío absoluto en el lugar donde deberían estar los ojos. La presencia era una negación activa de la vida, y el miedo de Elías regresó con una furia incontrolable.
Y con un sobresalto de adrenalina que milagrosamente le devolvió la movilidad, Elías recuperó las fuerzas suficientes para comenzar a retroceder, arrastrándose desesperadamente por el suelo. Estaba aterrorizado, no solo por aquella endemoniada presencia oscura que flotaba sobre él, sino también por unas espeluznantes y agudas risas que se multiplicaban y extendían en todas direcciones, envolviendo la sala y resonando dentro de su cabeza. Miró fugazmente hacia atrás, evitando instintivamente mirar los pulsantes 'ojos' rojos de la figura, y vio que el cuerpo de su peludo amigo se estremecía con violencia hasta que, de pronto, se disolvió en el aire sin dejar rastro alguno. Y una vez más, Estaba solo.
Justo cuando Elías retrocedía, esquivando la risa incorpórea, su atención fue capturada por un suceso ajeno a la entidad. El aire gélido y el temblor provocaron que una de las sábanas blancas que cubrían un cuadro cercano al elegante caballete se deslizara lentamente al suelo, cayendo con la suavidad de un velo. La revelación fue inmediata, y Elías, buscando cualquier distracción del terror que lo acosaba, dirigió su mirada hacia el lienzo expuesto, para detenerse en seco.
#29 en Terror
#81 en Paranormal
demonios seres, terror misterios suspenso intriga, paranormal suspenso misterio intriga
Editado: 16.11.2025