Renata siempre pensó que el voyerismo de los vecinos había llegado más lejos de lo que jamás imagino, las miradas perdidas atrapadas en el puro sentido de la intuición atormentaban a Renata, cada noche al cambiarse de prendas y despojarse de la presión que provocaba el pudor desde tiempos inmemorables era presa de diversas miradas provenientes de las ventanas vecinas pues su departamento colindaba con dos departamentos en edificios contiguos donde habitaban jóvenes con todos los medios para regalarse un deleite visual cada que la joven se disponía a despojarse de sus prendas para pasar a descansar el resto de la noche.
Dos ocasiones fueron intervenidos por la joven con un par de binoculares en las manos puesto sobre el tabique nasal enfocando hacia la ventana de Renata, su remedio infalible consistía en apagar la luz y girar la persiana, y aunque este par de acciones sucumbiesen a una interrupción instantánea de las miradas nocturnas, al volver a incorporarse a sus actividades normales ya con las persianas cubriendo los múltiples cristales la sensación de ser observada permanecía como una flecha clavada en la misma espalda, la sensación consistía no solo en ser observada, tenía una fijación por sus pasos, por su respiración, como si aquellos ojos voyeristas de los vecinos entrasen en su departamento y la persiguieran tal cual un mosco en una noche de verano
siempre argumento entre sus pensamientos que se tratase de la pura sensación de los mirones nocturnos que se quedaba en su cabeza como cuando se tiene tripofobia y aun después de ver la imagen de múltiples agujeros se puede conservar la sensación de ansiedad por todo el sistema nervioso.
Renata por la comodidad que producía el dormir sin atuendo alguno se disponía cada noche a recostarse en la comodidad de su cama en completa desnudez, había leído múltiples artículos donde con bases médicas y científicas ponían en una mesa de discusión el dormir desnudo y el dictamen siempre resultaba positivo, desde una circulación fluida, una oxigenación del cuerpo, hasta una ligera disminución de peso que provocaba el dormir desnudo, todo eso mezclado con la sensación de estar descansando creaban un extenso grado de relajación que sin lugar a dudas podrían hacer de las noches de Renata descansos memorables. Nunca fue así, el dormir cada noche como el despojarse del atuendo, el caminar en prendas holgadas y ligeras por todo el departamento se convertía en un martirio día tras día pues aun haciendo a un lado las miradas de los vecinos quedaba la sensación de intranquilidad que no permitían descansase adecuadamente, en una ocasión su hermana salió de la ciudad y le encargo la encomienda de atender a su nueva mascota; Un pug de apenas cinco meses de edad que debía alimentar, cepillar y sacar a pasear, la sensación de tener compañía mantenía a Renata lejos de la sensación de las miradas nocturnas que poco a poco se habían ido convirtiendo en múltiples miradas a todas horas del día aun viviendo hacia días con las persianas cubriendo toda luz y mirada proveniente del exterior, esa noche con el pug de nombre Matías convirtió el departamento en una fábrica de ruidos de todo tipo, desde gruñidos del pequeño, sonido de las uñas en las puertas metálicas y en las de madera, ladridos en medio de la noche y gritos por parte de Renata de desesperación por el pequeño Matías.
Un pequeño detalle la dejo pensando en diversas direcciones pero Matías con su pequeña edad parecía tener la misma percepción de Renata y las múltiples miradas enfocadas en su cuerpo, Matías ladraba con desesperación a la ventana cubierta con persianas donde alguna vez se filtraron miradas curiosas llenas de pura testosterona pero las persianas no dejaban ver nada fuera de la ventana, Matías no podría estar viendo a los vecinos ni sus intentos por obtener una imagen en contra del pudor de Renata y aunque así fuera no podría distinguir a los vecinos a una calle de distancia, por un momento por la Cabeza de Renata paso la idea de estar siendo asechada por algún delincuente así que corrió a la cocina y empuño un cuchillo con la mano derecha para abrir de un tirón la persiana entera, así lo hizo en un tiempo no mayor a dos segundos pero fuera de la ventana no había más que vestigios de polvo y a unos metros, cables negros que llevaban la electricidad a casas vecinas, Renata se asomó por la ventana hacia debajo del edificio, no había nada, el cuchillo en su mano derecha parecía innecesario ante su inspección de desconfianza y los vecinos habiendo frustrados sus intentos por poder ver más allá de lo que Renata permitía estaban en una fiesta con música y alcohol que a una calle de distancia dejaban escuchar a lo lejos música y habladuría de varias personas, esa noche las atenciones con Matías dejaban de lado la terrible idea de tener un par de ojos en todo momento sobre el cuerpo desnudo de Renata, los vecinos ya parecían haber perdido interés alguno en la joven y ahora la idea de ser observada a todas horas dentro de su departamento no desaparecían salvo por la interrupción del canino, se dispuso a dormir pero durante toda la noche repetidas ocasiones Matías ladraba tan fuerte y de una manera tan aguda que Renata no pudo conciliar el sueño más de veinte minutos continuos, ladraba ya en medio de la madrugada a todas las ventanas del departamento, no solo a la ventana que apuntaba al departamento de los vecinos, sus ladridos no podían ser otros que los de un ladrido lleno de enojo, cada que el pequeño can se disponía a lanzar ladridos a todos los cristales de la casa se engrifaba y su cola se erizaba, de no haber tenido pelo en todo el cuerpo posiblemente se le hubiesen visto las venas del cuello exaltarse como las de la sien de una persona iracunda, la noche no fue nada grata pero por esa noche a pesar de los ladridos de Matías la sensación de no permanecer observada se esfumo, a pesar de no conciliar el sueño más de los veinte minutos continuos lo poco que dormía en intervalos interrumpidos por Matías era un sueño de calidad aún mejor del que tenía por horas cuando se encontraba sola.
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Editado: 07.04.2020