El rey de las nubes

Ninguno más, solo tú

«Elvis», dijo con un tono lleno de sorpresa, sin embargo, su rostro trató de ocultar esto, y su expresión cambió a una neutral.

Le dio una última calada a su cigarrillo y lo arrojó a la tierra, dándole un par de pisotones a la colilla. Sacó un chicle de su bolsillo mientras se sentaba en el columpio. Quería que me revelara que le daba gusto verme allí, como lo hizo aquel día. En cambio, lo único que su boca moduló fue para pedirme una razón por la que no le contesté el mensaje de vernos en el motel, con su voz llena de severidad.

Me pregunté qué era lo que yo hacía allí, después de todo. Traté de mantener una compostura regia ante su indiferencia. Obvié responderle y solo me enfoqué en obtener respuestas del por qué de su actitud.

Ni siquiera me miraba, eso me ardía la sangre. Evitaba cualquier contacto visual conmigo. Me posicioné frente a él, con el risco a mis espaldas. En su rostro tenía una expresión que no pude descifrar. Estaba a punto de decirme algo, mientras le animaba a que lo escupiera de una buena vez:

—Te doy lo que quieres, solo sexo, sin amor ni ninguna cursilería, ¿por qué vienes con esa actitud tan irritante?

Y tenía razón, eso le pedí. Solo quería tener sexo con él, por eso evité cualquier otro contacto más allá de eso, y se lo hice saber. ¿Qué tiene de malo? Nada.

Quería su cuerpo, que estuviera pegado al mío, e intentar alcanzar así la tan ansiada perfección. Quería sus ojos para mí. Quería sus labios sobre mí. Quería que me mordiera mientras metía sus dedos en mi boca. Solo él podía hacer todo eso y hacerme sentir de una manera sublime. Tenía ese poder descomunal sin yo saber cómo era posible.

Divagué en el poco sentido que tenían mis acciones. Simplemente debía ser sincero con él. Quería sexo con él, pero no de los que solía tener. En el momento creí descubrir qué era lo que quería, y se lo revelé, con una mirada igual de aviesa.

—Quiero tener sexo contigo, sí, pero no de la misma forma en que tengo sexo con otras personas.

Levantó su vista hacia mí, tratando de descifrarme como a un rompecabezas. Uno tan complicado como de mil piezas. En mi rostro traté de verme lo más sincero posible, sin darle mayores esperanzas, pero intentando buscar una solución para todo esto. Tal vez estaba analizando mi respuesta palabra por palabra. Me imagino que vería mis enunciados alrededor de él, sobrevolándole como molestos mosquitos.

A mi modo de ver las cosas, creo que lo que le dije tenía mucho más valor de lo que pensé y de lo que podría pensar él. Conociéndome, jamás hubiera dicho ni propuesto tal cosa a alguien más. Pero él lo merecía, o yo. En cualquier caso, volvió a mirarme con ojos trastornados, supongo que aún con mis palabras retumbando sus oídos.

—A ver, cómo es eso.

—Tengamos relaciones, pero no quiero que sean sin pasión.

Quería poder expresarme como quería, pero sentía que mis dientes eran sierras filosas para mi lengua. Fabián encendió otro cigarrillo. Me llegué a preguntar cuántos podía fumarse en un día. Supuse que sería por la tensión del momento, la que causaba yo, o quizá mi inmadurez.

Me dijo que tal vez entendía lo que quería decir, pero yo no estaba tan seguro de haberme explicado con claridad.

Extendió su mano y la estreché. Ese simple hecho me dio algo de valor, respiré profundo y me senté a su lado con desgano. Le revelé que mis contactos sexuales siempre eran como yo quería, no me importaba la visión de la otra persona o cómo actuaba conmigo, mientras yo disfrutara, todo estaba bien.

No obstante, el deseo sexual que despertó en mí desde que le vi en la farmacia, y que se concretó en nuestro primer encuentro, había cambiado totalmente las cosas. Y la forma de destruirlo todo la última vez, hizo que no pudiera permanecer tan ignorante ante tal situación.

—¿Dices que sí te gusta estar conmigo, pero no como con los demás? —preguntó, intentando darle sentido a mi sopa de letras irresoluble.

—Digo que no quiero que seamos fríos y distantes al tener sexo. Me encanta hacerlo contigo, de una forma pasional y excitante. Eso me provocas. Me llevas hasta el cielo y tú no te das cuenta. Algo que era impensable con alguien más, contigo lo logro, y quiero que siga siendo así. Con ninguno más, solo tú, ¿lo entiendes?

«Creo que mejor no me puedo explicar, ahí va mi dignidad», pensé. Le dio una calada a su cigarrillo y volteó su mirada al sentido contrario de mí para expulsar el humo.

No pude ver su rostro ni alguna expresión que revelara algo sobre lo que había dicho. Me pregunté qué estaría pensando... de mí. ¿La había cagado, me mandaría al diablo? Si ese era el resultado, tendría que aprender a vivir con ello. Tan doloroso como fuera, conocía la salida y sabía aceptar una batalla perdida.

Arrojó el cigarrillo, aunque todavía quedaba la mitad del mismo. Me miró con una sonrisa vacilante y me dio un par de palmadas en la espalda. No entendía en lo absoluto. Se levantó y extendió su mano para ayudarme a ponerme de pie también, mientras decía: «Muy bien, Elvis, ya comprendí qué es lo que quieres, y así será».

Tan rápido como un rayo cayendo en el océano, posó sus labios en los míos y soltó una carcajada mientras caminaba de vuelta a la casa de la señora Julieta. El momento fue muy confuso, ¿de verdad había entendido lo que quise decir? Solo esperaba que sí resultara de la forma en que quería.

Alcancé a Fabián dando pasos largos y nos reunimos con doña Julieta y Teo. Este se presentó con Fabián, revelándole que por fin lo conocía. Él se extrañó pero lo tomó en buena forma. Y no dudé para nada en mirar a Teo con pasmo como regañándolo. Cómo se le ocurría.

La noche transcurrió en escuchar las mismas historias que repetía doña Julieta pero que le llenaban de un gozo que solo ella saboreaba con gusto. Fabián también reveló ciertas mañas que tenía con su madre durante su infancia, como preparar galletas en la madrugada cuando ninguno de los dos podía dormir. Al salir el sol, su padre los encontraba acostados en el sofá cubiertos de migajas por todos lados. O cuando salía en la camioneta de él, sentado en las piernas de este, llevándolo a que pretendiera conducir el vehículo con una imaginación tal que simulaba recorrer el mundo entero.



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En el texto hay: juvenil, romance, lgbt

Editado: 22.05.2024

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