Otro hermoso regalo en mis manos, otro peso sobre mis hombros por no darle nada a cambio, más que besos y halagos. Y se lo dije, le dije que amaba tanto sus regalos que me sentía mal por no darle ninguno todavía. Me respondió alzando una ceja, y remarcando que aún había tiempo de hacerlo, y que comenzara a pensar en uno bueno. Y claro, se lo tomó bien, no entendía mis enredos mentales para nada.
Se disculpó por llegar tarde, cosa que yo ya había dejado de lado. Me dijo que estaba por terminarlo y no quería retrasarlo más, así que tomó su tiempo para darme la sorpresa. Le di un beso y le pedí que entráramos para juntarnos con los demás, no sin antes guardar el regalo de vuelta para no perderlo.
Los chicos nos aplaudieron en ovación al acercarnos a la mesa tomados de la mano, como siempre mis amigos avergonzándome.
Teo evitó que la cena resultara en un evento tranquilo. Y es que cuando bebe alcohol hasta entonarse un poco, se vuelve alguien diferente a su estado sobrio. Cantaba las canciones que sonaban en los parlantes, era música tranquila pero lograba aumentar el volumen con su voz, mantenía conversaciones estruendosas y hacía sonar el ruido de los cubiertos cada vez que golpeaba la mesa cuando se reía a carcajadas de casi cualquier cosa. Susana le seguía el juego pero su invitado estaba de todo menos cómodo.
Lejos de importarme el espectáculo de esos dos, estaba más preocupado en que Fabián estuviera a gusto con la velada. Pero a medida que pasaba la noche, me daba cuenta de que tenía una actitud tan divertida como seria en los momentos importantes.
O sea, tenía un sentido del humor acorde a las tonterías de mis amigos. Susana incluso le decía una y otra vez que lo amaba en un aspecto afectuoso, obteniendo una mirada desconfiada de su acompañante. Y sé que mi amiga no solía decir esas cosas y Teo no se sentía a gusto con cualquiera, me alegró el alma de que se llevaran tan bien.
Creo que duré bastante rato observando a Fabián con una sonrisa tonta y ojitos brillosos, no sé cuánto exactamente, pero todos en la cena se percataron y lograron que Fabián volteara a mirarme para devolverme la expresión con un rostro tan hermoso como despampanante a mis sentidos. «Alguien está muy enamorado», alcancé a oír, pero no evitó que continuara admirando su rostro dorado.
Solo un beso largo y dulce que sabía que ansiaba me devolvió la respiración. Intenté recobrar mi atención a la comida pero ya mi plato estaba vacío, a lo que Fabián me preguntó si quería algún postre. «Tan dulce como tú». «¿Tan dulce como yo?», replicó con un tono fingido de sorpresa. No existe, así que pide cualquier cosa, por favor; respondí. Él se levantó para acercarse a la barra y pedirlo para traérmelo personalmente.
Susana y Teo extendieron la u de forma picarona. Me reí en respuesta. Mi amiga enderezó uno de sus rodetes con sus manos mientras no dejaba de destacar que parecía una persona totalmente distinta. Pregunté si en buena o mala manera; su respuesta, fue que si estar con Fabián me ha servido para sentirme mejor y lucir más feliz que nunca, era evidente que en buena forma. Teo se limitó a una pequeña sonrisa a la vez que continuaba bebiendo, supuse que estaría de acuerdo con ella.
Incluso el muchacho que la acompañaba remarcó que ambos contagiábamos un amor que se palpaba en el aire, logrando envolverlo a él, para después comenzar a besar el cuello de Susana y reír en sincronía.
Mi amiga le pidió al chico que también le buscara un postre para comerlo juntos, este aceptó dando un último beso en su cabeza antes de irse hacia donde estaba Fabián de pie. Ella, aprovechando la privacidad, nos pidió acercar los rostros para decirnos algo.
Nos confesó que sentía que ya era el momento indicado para comenzar una relación seria con él. La miré confundido, solo pensando en que sería muy pronto, pero pareciera que me leyó la mente porque también sacó a relucir el poco tiempo que llevaban saliendo, aun así nos comenzó a relatar todas las cosas que han hecho juntos; los regalos que le ha hecho, cómo siempre recibe halagos y encantos sobre su piel oscura, su cabello esponjado y sus labios carnosos, y ella adoraba todo eso.
Le dije que, aunque no lo veía suficiente para avanzar a algo más profundo, la apoyaba en sus decisiones. Teo estuvo de acuerdo conmigo, diciéndole que si siente que es el momento apropiado, se lance. Ella nos abrazó, y nos acomodamos porque ya los muchachos volvían.
Fabián dejó frente a mí un plato de pastel de queso, que no dudé en devorarme casi por completo. Al ver el último bocado, se me ocurrió ponerlo en mi labios, y con la mirada, le pedí a Fabián que lo comiera directo de ellos. Él se acercó y tomó el pedazo, bebió más de esa bebida burbujeante y me besó una vez más.
Ya era de madrugada y Teo lucía casi inconsciente por el sueño. Le pedí a Fabián que lo dejáramos en su casa, lo cual aceptó. Pagamos la cuenta y salimos hacia la avenida. Nos despedimos todos y ayudé a Teo a subir a la parte de atrás y recostarlo.
El viaje fue silencioso y rápido en consecuencia. Fabián lo tomó en brazos y lo ayudó a ponerlo de pie junto a la puerta de la fachada de su casa. Por suerte, espabiló un poco y él mismo sacó sus llaves para abrir. Le pedí a Fabián que esperara en el auto mientras le acompañaba adentro.
Todo ya estaba oscuro y sus padres creo que ni se percataron de que entramos. Le llevé hasta su cuarto y allí lo recosté en su cama. Antes de cerrar la puerta para irme, me llamó por mi nombre y me pidió acercarme. Susurró a mi oído «Te quiero, espero sean muy felices». Sonreí, y le di un abrazo porque creí que necesitaba uno. Él me sostuvo fuerte, no parecía querer soltarme, y cayó a los pocos segundos.
Como pude cerré todas las puertas con ligereza para no despertar a nadie y corrí sutilmente devuelta al automóvil. Lo puso en marcha de inmediato. Me di cuenta de que tomaba la ruta hacia mi casa, pero no quería ir allá, no quería dormir solo.