Abrí los ojos con prisa y me levanté de golpe. Mala idea porque un dolor de cabeza me atacó enseguida. Al menos tenía el analgésico a un lado y un vaso de agua medio lleno... ¿Medio vacío? Daba igual. El caso es que Fabián, como cosa rara, no estaba en la cama junto a mí. Y lo que más me sorprendió, ya había caído la noche.
Fui a ducharme y me vestí con ropa cómoda. Salí del dormitorio y pude escuchar a todos en la lejanía; me acerqué con pasos lentos hasta que alcancé a oír la voz de mi novio, ahí decidí juntarme con la multitud.
«¡Miren quién despertó al fin!», exclamó Mariano, todos se fijaron en mí. Fabián tuvo que darse la vuelta ya que estaba de espalda al pasillo, y me calcinó con su ardiente sonrisa. Hice una reverencia general como broma. Micaela me agradeció por salvar a Rosa, aunque me sentía un poco mal por su tobillo, por supuesto.
Quise integrarme a la conversación preguntando de qué hablaban. Todos fijaron la mirada en mi novio. Yo, mientras me acercaba a él y me sentaba en el reposabrazos del sillón, noté que se hallaba con una sonrisa algo incómoda, hacía una mueca chistosa, la verdad.
—Bueno, resulta que tu novio me quitará a mi novia —completa Mariano.
Y pensé tantas cosas en ese momento... Todo justo luego de despertar, creo que comenzó a dolerme la cabeza otra vez. Traté de despejar la ecuación tan rápido como pude para ocultar cualquier expresión que se pudiese malinterpretar. Ya sabían que éramos novios y al parecer nadie tenía problema con eso. Ocurrió algo justo antes de yo llegar, ¿qué sería? Volteé a ver a Luna por instinto y ella, sonrojada, se encogió de hombros.
—No le hagas caso, solamente dije que Fabián era la primera persona pelirroja que veía en mi vida, y que me parece muy bonito.
—Todas estuvimos de acuerdo, estamos fascinadas con él —aportó Micaela, Rosa entre su picardía asintió por igual.
—Y saben, cuando era muy niño mi cabello era castaño y mi piel no era tan pálida.
Creo que buscaba hacerse el interesante, porque no sabía sobre eso. Incluso me le quedé mirando y se lo dije. Él respondió con que era solo un dato curioso que se guardaba. Me hubiera gustado saberlo, pensé. ¿Estaría exagerando? No se me quitó la expresión de inconformidad del rostro durante un rato.
Todos continuaron hablando de otras cosas mientras yo permanecía en silencio. Pero me daba cuenta de ciertos detalles. Fabián lograba congeniar con todo el mundo casi en un santiamén. Ya lo tenía presente pero allí me quedó más claro que el agua de manantial.
Todos le pedían consejos personales, adoraban su aspecto o actitud ante situaciones, o de por sí ya estaba invitado a eventos futuros en los que ni siquiera se habían planeado, como la boda entre Mariano y Luna. Y ya que ahora estaba presente, me invitaban a mí también. No sabía cómo sentirme al respecto.
Espabilándome de mi voz interior, Mariano se levantó con energía y apresuró al grupo para alistarse. ¿Para qué, qué sucede?, le susurré a Fabián. Me tomó de la mano y en el camino a la habitación me dijo que se planeó que saliéramos todos a cenar fuera. Supongo que la gente es muy confianzuda, o intentan serlo de buena manera, porque me pareció inusual una cena entre inquilinos de un lugar.
Quizás estuve a punto de quejarme, habré pensado en rehusarme a ir; no obstante, no iba a ser el único aguafiestas. Me propuse a pasar un buen rato junto a mi novio, me divertiría y dejaría de tener una mala actitud. Parece que me desperté de mal humor, o podría ser algo más.
Después de un rato, nos encontramos con todos en el porche de la casona. Estaban muy bien arreglados y cada uno desprendía fragancias agradables, se tomaron con lujo esa salida. El señor Joaquín tenía una camisa azul oscuro de mangas largas y un pantalón de vestir negro. Su hijo estaba vestido similar, parecía un caballerito moderno. Micaela vestía una blusa corta y pantalones de jean, no llevaba maquillaje pero su cabello lucía muy bien esa noche.
Rosa, por su parte, no permitiría que su esguince le arruinara la noche. Usó un lindo vestido aguamarina con una cinta dorada en la cintura, con el cabello recogido y maquillaje nocturno que contrastaba con sus ojos verdosos. No pude evitar decirle lo linda que me pareció, ella se sonrojó notablemente. Mariano y Luna vestían con colores iguales, de vinotinto en la parte superior y beige en la inferior, se veían muy bien juntos.
Por supuesto, todos elogiaron el atuendo semi formal de mi novio. Él llevaba una camiseta color crema y por encima una chaqueta café, pantalones de jean negros y zapatillas del mismo color que la camiseta. Halagaban su buen gusto en prendas, su dedicación al combinar los colores... Para ellos todo de Fabián era perfecto. Él volteó a verme e intuyó cómo me sentía en ese momento, dirigió la atención de todos hacia mí diciendo que yo había escogido su ropa y por eso yo me veía incluso mejor.
Aunque sonrieron y quisieron sonar lo más amable posible, no se me quitaba de la cabeza que solo lo decían por compromiso. Fabián me dio un beso en la mejilla y enseguida salimos hacia la camioneta pickup de Micaela.
Ella conducía; Rosa de copiloto; el señor Joaquín en el asiento trasero con Gabriel en sus piernas, a su lado Luna y... solo quedaba un puesto. Fabián se ofreció a dárselo a Mariano para que se sentara junto a su novia, por algún motivo, que no se me ocurre otro que por adulador, le cedió el puesto a mi novio desinteresadamente.
Luego de un rato, no se decidían por quién iría adentro y quién se iría en la parte trasera, la caja, conmigo. Desde dentro, Gabriel exclamó para que jugaran piedra, papel o tijera y quien ganara, va sentado adentro. Ellos estuvieron de acuerdo, dejando en claro que solo será un intento válido. El pequeño gritó «¡Piedra, papel o tijera, ya!». Me asomé al costado del vehículo y me percaté de que Fabián salió vencedor, sacando papel cuando Mariano lanzó piedra.