Como ya era usual, Fabián no estaba conmigo al despertar. Lo que no fue usual esa mañana, es que escuché llantos a la lejanía al salir del cuarto.
Pude percibir que se trataba de Rosa, logré confirmarlo cuando me la encontré detrás de la casa, junto a Luna, quien trataba de consolarla. Pregunté qué le había pasado y Luna me contó que anoche tenía un pequeño junte con sus amigos y estaba el chico que le gusta, que le invitó a ir a la fiesta como pareja e incluso le reveló que sentía cosas por él. Enseguida noté por dónde iban los tiros.
—¿Así que te rechazó, eh? —le dije sin más.
Rosa asintió a medida que se secaba las lágrimas.
—Se quedó con cara de póquer y no me dijo nada, por supuesto pasé pena frente a los demás. Hace un momento recibí un mensaje de él y me dijo que no estaba interesado.
—Le dije que no tiene por qué llorar pero no me hace caso. Eso le terminó de destruir el autoestima.
—No, Luna, no le destruyó nada —respondí en el acto. Me dirigí a Rosa tocándole la cabeza un par de veces para que levantara la vista—. Perdóname que te lo diga pero te ves patética. Lo sé, no nos conocemos tanto, pero sé que puedes con esto y mucho más.
—Lo sé, Elvis, trato de que no me importe... pero es difícil —intentó sollozar casi por fuerza; la detuve de inmediato—. No iré a la fiesta, ya no.
—Tú irás a la fiesta; es mucho peor si no te ven allá.
—Sé que algunas de las muchachas se burlarán de mí. Estaré sola y sé que me quebraré.
—¡Ya sé! —exclamó Luna, justo cuando iba a echarle otro regaño a Rosa—. Elvis te acompañará a la fiesta, quien mejor que él para ponerte los pies sobre la tierra.
Rosa volteó a mirarme con un rostro lleno de esperanza. Claro que me negué, una y otra vez. Luna continuó:
»Por favor, Elvis. Rosa me pidió ir primero pero yo estoy con un pie en el quirófano para dar a luz; ir con Micaela sería horrible y pienso que ni siquiera está considerando esa opción —Rosa alzó una ceja y negó con la cabeza—. En su lugar, ¿no hubieras querido ir con alguien sumamente maduro, responsable y dispuesto a ayudar aún sin conocerte?
Y sí, fue una buena manipulación. Aunque no le había dado respuesta, mi semblante cambió velozmente. Lo estuve considerando un rato. En ese instante, Micaela y Fabián llegaron detrás de mí. La mujer tenía una taza de té de Jamaica para Rosa, el cual le calmaba los nervios desde que era una niña, según comentó.
—¿Podrás acompañarme a la fiesta, Elvis? Prometo que te divertirás. Serías literalmente mi salvador.
—¿Vas a acompañar a Rosa a la fiesta? Así estaría mucho más tranquila —destacó Micaela—. No suelo dejar que vaya sola porque me sumaría una preocupación más, sumando a todo lo que debo hacer aquí.
—Ya no soy una niña, cállate.
—Pues deja de ser tan ridícula de llorar por un tipo; te dijo que no, ¿y? Pasa página por Dios.
Y bueno, antes de que escalara a algo mayor, acepté acompañar a Rosa a la fiesta.
Se puso contenta de inmediato, como si no hubiera pasado la mañana llorando. Fabián me dio un beso en la mejilla con una sonrisa un poco guardada; sé que se quería reír de mí en ese momento. En fin, Rosa me dijo que la fiesta era en la noche; que me avisaría cuando nos fuéramos y me agradeció por hacer eso por ella. Lo que cuesta ser un buen ciudadano.
Esa noche, usé la misma ropa que me puse cuando cenamos en aquel restaurante con Teo y Susana. Fabián estaba en la cama jugando con su celular y levantaba la mirada de vez en cuando a medida que me vestía. Cada vistazo que le daba al espejo, él estaba mirándome con una sonrisita muy divina. Al terminar, caminé hacia él y me arrodillé en la cama. Me acerqué lentamente hasta su cuello y comencé a besarlo.
—¿A qué hora crees que te vayas con Rosa? —preguntó.
—No lo sé, no la he visto, ¿por?
—¿Uno rapidito? —sonó muy discreto, casi como si fuera algo ilegal lo que estuviera diciendo.
—Fabián Torrealba de la Orden, ¿es en serio que me estás pidiendo hacerlo?
—S-sí.
El noventa y cinco por ciento de las veces que lo hacíamos, era porque yo lo pedía, lo sugería; o de plano, lo iniciaba. El que Fabián me lo pidiera siempre me hace volver a nuestros primeros encuentros, y me gustaba. Estaba a punto de quitarle toda prenda que usaba cuando sin avisar, tocaron la puerta como diez veces con fuerza.
—¡Elvis, ya estoy lista, vamos que ya vinieron por nosotros!
—¡Ya voy! —grité.
Quise continuar pero Fabián lo impidió, diciendo que lo haríamos cuando volviera, ¡diablos! Lo despedí con un beso y salí del cuarto. Rosa estaba a un lado, recostada de la pared. Sostenía una botella de ron, con poco líquido.
—¿Qué es eso, estuviste bebiendo?
—Esto fue de ayer. No la tomé toda yo, tranquilo, ja, ja. Pero descubrí que me ayuda un poco a relajarme.
—No te emborraches solo para eso.
—No lo hago, solo caliento un poco el cuerpo, ¿entiendes?
No estuve muy convencido, pero ya qué. Le dije que saliéramos pero me pidió adelantarme mientras ella escondía la botella en su cuarto, así que eso hice. En la entrada me encontré con Micaela, quien recibía a los amigos de Rosa. Me presentó con ellos, eran unos cinco, y compartimos palabras hasta que por fin bajó Rosa y nos fuimos de allí.
Le pregunté a uno de los chicos, que vestía con ropa ancha y gorra, aun cuando era de noche, si estaba muy lejos el sitio de la fiesta. Respondió que no tanto; que era en la casa de la chica más hermosa y la más popular del salón. Ok, ni pregunté eso, pero bueno, recordé que en el bachillerato estaban esas tontas jerarquías.
Rosa lucía callada, pero de vez en cuando se reía con el grupo. A mí me hicieron unas cuantas preguntas, nada profundo, y algunos chicos se me hicieron agradables. Caminamos un rato bastante largo por la carretera silenciosa, donde solo se escuchaba la cháchara de esos chicos y el motor de los carros que pasaban muy ocasionalmente.