Luego de todo eso, quise caminar un rato por las viejas calles de mi pueblo. Después de todo, no es como si alguien estuviese esperándome en casa.
Mi ausencia no fue mucha, pero varias cosas habían cambiado. Cambios mínimos, pero que lograban dar esa sensación de lejanía más larga de lo que en verdad fue. El Estrella Fugaz había cambiado de letrero por fin después de tantos años, además de tener otros colores en su fachada. Una nueva cadena de farmacias, muy conocida en el país, estaba en proceso de construcción en un terreno en donde hace mucho no había nada.
También, mientras pasaba a un lado de la plaza mayor, noté que remodelaron las bancas que estaban a punto de colapsar desde hacía más de un año. A lo lejos, vislumbré una silueta que me llamaba con cierto entusiasmo. No reaccioné hasta que lo tuve a pocos metros de mí e identifiqué enseguida.
Se trataba de Andrés. Se sorprendió tanto de verme que me abrazó con fuerza desmedida. Me fijé en que las curvas de sus bíceps, se veían más pronunciadas que antes. El trabajo en la granja parece ser que había logrado maravillas con su cuerpo.
Fuera de eso, agradecía haberme encontrado a un amigo. Nos pusimos al día en poco tiempo y me pidió que me reuniera con él y su grupo. Desde el sitio en donde estaba no podía reconocer a nadie, pero distraerme un poco me haría muy bien, pensé.
A medida que me acercaba, todo mi buen humor abandonó mi cuerpo. Sentí nauseas, disgusto e incomodidad. Todo el manojo de emociones negativas que sentía, las intenté esconder al momento de estar frente a todo el grupo.
—¡Chicos, este compa es cercano a mí, se los presento! —exclamó Andrés, con una sonrisa.
—Por Dios, Elvis. ¿Cómo es posible que no te veíamos desde el liceo*?
—Me les escondí muy bien —respondí sonriente, haciéndolo pasar como una broma, pero verdaderamente trataba de evitarles.
Todos saludaron con cierta amabilidad que no me tragaba del todo, excepto uno, que cuando todos se callaron, él mismo se levantó y se acercó a mí.
—¡Carajo! ¿Cómo va tu vida, Elvis? —me rodeó con su brazo como si fuese un íntimo amigo mío—. Desde hace un tiempo he pensado en cómo estarías, qué andarías haciendo, si por fin te fuiste del país o no... ¿Sabes? ¿Por qué no nos juntamos más? Esos días eran los mejores, ¿no crees?
Intentaba encontrar las palabras correctas, pero no estaba preparado para esa situación. No pensé en volverme a encontrar con José Manuel. Luego de salir del liceo, le tuve una displicencia marcada. Pero tenerlo de nuevo cerca, no me imaginaba el efecto que tendría en mí. Con dificultad, me salían las palabras.
—Vaya, tanto así que se conocen. Elvis ha estado viviendo la vida loca. Me dijo que acababa de llegar de un viaje del extranjero —comentó Andrés, mientras encendía un cigarro.
Todos voltearon a verme con gran interés. La atmosfera no era la mejor para mí, y menos teniendo a Josémanu tan cerca de mí.
—No fue gran cosa —balbuceé.
La chica sentada junto a Andrés le extendió el cigarro a Josémanu y este me soltó de su agarre para tomarlo. Saqué mi teléfono y caminé un par de pasos hacia atrás. Fingí que escuchaba una nota de voz y comencé mi andar lejos del grupo. Luego hice como que escribía pero sentí cómo se me acercaba alguien desde atrás. No pude ocultar la fachada, y Josémanu se dio cuenta.
—Elvis, hermanito... ¿Tanto tiempo sin vernos y nos vas a dejar? —expulsó el humo detrás de él. Me miró con una expresión seria, pero seductora—. ¿Tanto tiempo y sigues sin hablarme?
—Realmente no tengo nada que hacer aquí, José Manuel. Ya yo no encajo con el grupo.
—¿Por qué? ¿Somos muy poco para ti?
Negué con la cabeza.
»Me imagino que te sientes más a gusto con tus amigos de la universidad.
—No, disculpa, no quise dar a entender eso.
—Claro que no, Elvis —sonrió de manera sarcástica. Mantuvo el cigarro entre sus labios mientras se desabotonaba su camisa, dejando al descubierto una musculosa blanca—. Hace demasiado calor. Pero bueno, ¿te vienes con nosotros un rato?
Seguro te preguntarás quién es Josémanu y por qué actúo tan impropio frente a él. No es mi deber contarte, lo siento. No me siento a gusto recordándolo. Pero debo contar esta historia de inicio a fin, por eso no me he saltado esta parte.
—Bueno, solo un rato, ¿sí?
—Sí, Elvis, todos deseábamos verte otra vez.
Una vez más, me encerró en su brazo desnudo y me dirigió él mismo hasta el grupo. Él se sentó al lado de esta chica, no recuerdo su nombre pero también estudiaba conmigo, y yo me senté junto a Andrés. Me preguntó si estaba todo bien. No lo culpo, él no tenía idea de nada, así que traté de llevar las cosas en paz.
Todos charlaban tan amenamente y yo de vez en cuando soltaba un comentario a regañadientes. Intentaba pasármelo bien pero las personas que se encontraban allí no eran las más indicadas para una atmosfera agradable.
Ya había anochecido y la poli nos pidió que desalojáramos la plaza por el ''alboroto''. Los chicos protestaron y las chicas que habían y yo intentamos calmar la situación. Una de ellas nos invitó seguir la reunión en su casa, porque estaría vacía esa noche. De esa forma es que todos se tranquilizaron y nos dispersamos fuera del sitio.
Me di cuenta de que llevaban botellas de alcohol en una mochila. Ya se habían bebido dos y estaban por abrir una tercera.
—¿Se han bebido todo eso entre ustedes? —pregunté a Andrés con asombro.
—Más o menos. Las muchachas llevan con el mismo trago desde hace rato, debe ser su segundo vaso, o algo así. Y el loco de José Manuel es quien se ha bebido gran parte de los tragos.
—¡Sí! ¡Calma esa sed! ¡Déjanos algo a nosotros! —manifestaron los demás muchachos del grupo hacia Josémanu.
—¡Mas bien deberían comprar más, porque me queda todavía espacio para seguir bebiendo! —exclamó entre saltos y escándalos característicos de él.