«Me harías un gran favor si continuas esta parte de la historia, Teo.
¿Yo? ¿Estás seguro?
Me siento muy avergonzado y no creo poder relatar todo sin manipular algunos hechos. Eso no sería justo.
Bueno, creo que podría. ¿Estás muy seguro, Elvis?
Sí, Teo, por favor».
De acuerdo. Ahora, presta atención. Un suceso como el que acababa de contar Elvis resulta bien difícil de sobrellevar. A partir de ahora, seré quien cuente lo que resta de esta historia.
El día en que Fabián partió, conversó conmigo y me reveló sus planes; yo ya estaba al corriente de su intención de partir y de que debía separarse de Elvis, pues no podía llevarlo junto con él. Después de mencionar que Elvis le escribió al teléfono y que iría a verlo una última vez, me fui a casa.
El tiempo húmedo continuaba y yo era incapaz de descansar. Daba vueltas en la cama, sin descanso; me sentía como un pez fuera del agua. Era terrible solo poder imaginar la angustia que debía sentir Elvis. Y es que desde que discutí con él, mi insomnio se había estado intensificando.
Me resistía a verle porque guardaba ciertas verdades que me pesaban en el corazón. Me apenaba incluso mirarme al espejo. Varias veces quise soltarlo todo, pero no podía. Era muy duro para mí y sé que lo sería mucho más para él.
Como sea, así transcurrieron tres días, el tiempo que me prometí buscar a Elvis para finalmente encararlo y conversar. Estaba muy nervioso y puede que inclusive no pudiera decirle nada al tenerlo frente a mí. Aunque fuera mi mejor amigo, soy muy malo para expresar esas cuestiones. Sé que él no tendría problema alguno si estuviera en mi lugar.
Intenté llamarle por teléfono, pero nunca cayó la conexión. Se supone que debía estudiar con algunos compañeros, pero era obvio que prefería encontrarme con Elvis, así que fui directo a donde supuse que lo encontraría. No obstante, al acercarme más y más a la casa de la señora Julieta, vi una patrulla de policía a un costado de la misma. Mi ansia por saber qué ocurría me hizo correr hasta que el agente se despidió de la persona con quien conversaba. Desaceleré el paso cuando el vehículo arrancó fuera de la propiedad.
Al acercarme lo suficiente, descubrí a Ariana recostada de la puerta con una evidente inquietud escrita en sus facciones. Le interrogué si estaba bien, el por qué de su rostro tan preocupado y qué hacía un policía allí. Me dijo que no sabía cómo sentirse, pues había encontrado una bolsita con drogas dentro de la funda de la almohada esa mañana. Me sorprendí. No quise pensar en que tenía que ver con Elvis. Fue la primera persona que cruzó mi mente a pesar de que estaba convencido de que no estaría relacionado.
Para mi alivio, aunque no tanto, me dijo que era posible que fueran de Javier. Le pregunté más a fondo por qué pensaba eso. Continuó revelando que hacía un tiempo le había confesado de algunos problemas con esas sustancias.
—Nunca me dio una razón clara o de qué exactamente abusaba, tampoco le quise pedir explicaciones porque creí que no importaba —dijo, manteniendo la cabeza gacha y haciendo tronar sus dedos—. Dios, ¿habré hecho bien? No quiero que le pase nada.
—Podría saber, exactamente, ¿qué le dijiste cuando te lo confesó?
—Le dije que si tenía cualquier tipo de problema, estaría para ayudarle a sobrellevarlo, y que esperaba no volver a que cayese en algo así porque no quería que le pasara algo malo.
Analicé su respuesta y no pude evitar poner en práctica lo que había aprendido, sin sonar frío o poco empático, solo quería darle una perspectiva diferente y quizás ayudar un poco.
—Es una buena respuesta, siempre debes hacerle saber que estarás allí para él. Por supuesto desconozco muchos detalles entre ustedes, pero para alguien quien ha tenido problemas con las drogas, lo mejor es convencerle de la situación de riesgo en la que se encuentra. Sin hacer mucho énfasis en lo negativo, porque probablemente tenga un efecto contraproducente. Y alentarle siempre a que confíe en sus seres queridos. Además de, claro, buscar ayuda profesional si se vuelve algo grave.
Ella frotó sus párpados, respirando hondo, y me agradeció con una sonrisa. Admitió que había dudado en si hacía las cosas bien, pero tras escuchar los consejos de un estudiante de psicología como yo, comprendió que era posible que sí accionaba de manera correcta. Asimismo, también reveló que se había asustado y no sabía si encarar a Javier o no, así que llamó a uno de sus amigos, quien es agente y le entregó la bolsita.
Murmuró en voz baja, confundida, cómo había conseguido Javier el objeto. Se me ocurrieron algunas formas de averiguarlo, pero todo ese asunto me distraía de a quien realmente quería encontrar.
—Disculpa, Ariana, pero venía a ver a Elvis, ¿estará aquí?
Ella negó con la cabeza, extrañada, y se encogió de hombros; agregando, incluso, que no sabía nada de él. Eso me pareció un poco raro, no obstante, sabía que ambos no tenían gran comunicación entre sí. Si fuera ella, no me importaría mucho tampoco saber sobre el novio del hermano de mi novio.
»¿Y Fabián? —añadí—. ¿Sabes de él?
Yo sabía que ya no estaba en el pueblo, pero, ¿lo sabría ella?, me pregunté.
—Tampoco —contestó, cayendo en cuenta de algo, lo vi en su rostro—. De hecho, si te soy sincera, últimamente he notado algo extraño en esos hermanos.
—¿En ambos? ¿Has hablado con Javier de eso?
—Le he preguntado, por supuesto, pero me ha estado evadiendo y ya no lo veo tan seguido como antes.
—¿Qué quieres decir?
Ella apartó un mechón de cabello de su rostro y, como ya venía haciendo, se abrazó a sí misma.
—Hemos estado muy ocupados en nuestras cosas. Tengo turno nocturno en mi trabajo y él siempre sale durante el día, mientras yo duermo. No hemos podido tener una cita, nuestras largas charlas se han perdido, y siempre tiene algo en la mente que le preocupa o algo así, pero no logro hacer que me lo diga en los pocos ratos en que nos vemos.