El rey de las nubes

El final de un viaje

Acompañé a Elvis hasta casa de sus padres. Sorprendentemente, ellos le abrazaron al llegar y verlo sano y salvo. Él no les dijo nada, pero pude notar la satisfacción de estar entre sus brazos. Me despedí y le dije que regresaría al día siguiente a visitarle. Asintió y me encaminé a mi casa con prisa.

Mis padres se mostraron sumamente preocupados y algo enojados. Era de esperarse. Además, me reclamaron que varios de mis compañeros habían venido a preguntar por qué no me presentaba a las sesiones de estudio. Entonces fueron como varias llamadas de atención que acepté sin rechistar. 

De cualquier forma, aunque tenía presente que debía mostrar más empeño, no era lo que me quitaba el sueño, aún había algo por hacer.

Al día siguiente, tenía que ir a la universidad. Asistí a mis clases como de costumbre. Aproveché para encontrarme con Susana en el campus, y pude contarle todo lo que había pasado con Elvis unos días antes. Se interesó mucho por lo que había ocurrido entre nuestro amigo y Fabián, e incluso se mostró culpable por no haber podido hacer nada por Elvis. Le dije que no se preocupara; con el tiempo, todo mejoraría.

Sin embargo, necesitaba sacarme del pecho algo importante. Una cuestión que me carcomía desde hacía mucho tiempo, y decidí contarle a Susana. Todo, de inicio a fin. Por lo menos, se notó comprensiva. Ella no lo habría imaginado, según dijo. Pero aunque mi perspectiva desvele gran parte de lo que aconteció, no podía desenmarañar toda la historia. No hasta que pudiera hablar con Javier.

Fue cuando, al salir de la uni, le llamé al celular. No obstante, quien contestó fue Ariana. Sonaba muy extrañada de recibir una llamada de mi parte al celular de su novio, pero sin explicarle mucho, le pedí que me pasara con él. Primeramente, le pregunté cómo se encontraba. Le oí con una voz débil, quizá con algo de arrepentimiento.

—Sé por qué lo hiciste —le dije.

Soltó un suspiro que logró hacerme sentir un cosquilleo desde mi oreja hasta la espalda.

No quise hacerlo. Creí que era mejor que esto. Lo decepcioné.

—¿Recibiste la llamada?

Otro suspiro. Con un lamento de por medio.

Antes de irse le dije que no me llamara. Con un mensaje bastaría. Y sí, ya lo recibí.

—Muy bien. Puedes decirme dónde está y voy a buscarlo.

Teo. ¿Crees que sea el momento adecuado?

Aquella pregunta consiguió detenerme en seco calle abajo. Me detuve ante un poste y me apoyé en él. Ahora era yo el que suspiraba, aumentando mis dudas sobre todo aquello. Pensé un rato, pero no se me ocurrió ninguna respuesta.

—No lo sé.

Espera hasta que salga de aquí, será dentro de pocos días y hablaremos al respecto.

Respiré hondo, y luego de meditarlo, contesté estar de acuerdo. Si alguien más estaba conmigo en ese momento, no sería tan difícil. Colgué la llamada y fui a visitar a Elvis.

Parecía tranquilo en cuanto lo vi abrirme la puerta. Sin embargo, cuando estuve en su cuarto, fue como si hubiera caído una bomba emocional en el sitio. Se preguntaba qué sería de Fabián, pues no volvió a saber de él. Todo le había salido mal desde que volvió y las cosas no fueron iguales entre ellos. Me estuvo contando anécdotas de su viaje al país del castillo en el lago y cómo la noticia de la muerte de la señora Julieta arruinó, de alguna manera, su relación.

—No quiero decir que ella tuvo la culpa, pero creo que el shock fue tan grande que no volvió a ser el mismo —dijo.

—Eso es obvio, Elvis. No nos podemos imaginar el dolor que sintió. 

—Lo entiendo. No es solamente eso. Todo ese asunto del rey también jodió las cosas. ¿En serio se fue solo por eso? ¿Volverá o no? No puedo saberlo porque ya no contesta su teléfono. Es como si hubiese desaparecido apropósito. Como si tuviera toda intención de alejarse de mí.

—Si no te dio alguna otra razón, debes creerle.

—¿Y mi dolor qué? ¿Y todo lo que vivimos? ¿Todo lo que me hizo sentir no importa? ¿Solo debo aceptar que se fue y vivir preguntándome cuándo volverá? No es justo, Teo.

Escucharle me partía el corazón. Él no estaba llorando, pero comprendía todos sus sentimientos. Era duro, pero no sabía cómo abordar eso mientras supiera algo que él no. Con decirlo sin más no bastaba. Necesitaba ciertas cosas que él mismo debía ver.

»No sé, pero no me voy a quedar lamentándome toda la vida —pronunció con cierta firmeza—. Lo extrañaré, porque no lo olvidaré así como así. Pero no estaré sentado esperándolo entre lloriqueos. Mi mundo no puede girar en torno a él. Ya me lo dijo una vez. Es solo otro ser humano más, ¿no?

Él sonrió y yo le devolví el gesto con un abrazo. Sabía que lo necesitaba y no pude negarme. 

—Ambos debemos volver a la normalidad, supongo —dije, dándole con unas cuantas palmadas en el hombro.

—Sí. Puf, necesito poner mi vida en orden. Como te dije, creo que nunca podré olvidar a Fabián ni nada de lo que hicimos juntos. Pero lo tenía como el centro de mi vida y eso no estuvo bien. Ahora estoy jodido en todos lados. Espero que pueda recuperar mi empleo, quiero terminar la universidad pronto.

—Me alegra que tomes esta postura, Elvis. Sé que lo conseguirás, estaré a tu lado apoyándote, como siempre.

Elvis es una persona fuerte. Siempre lo ha sido. Creo que Fabián despertó cosas en él que necesitaban salir a relucir para darse cuenta de ello. 

Pasó cerca de una semana en donde por fin pude reunirme con Javier en casa de la señora Julieta. Hablamos sobre lo que sucedió con él hace días y me reveló de quién había conseguido las drogas. La descripción física que me dio me sonaba mucho a uno de los compinches de José Manuel, el tal Víctor. Prometió que ya no lo volvería a hacer. Le ofrecí que podía hablar conmigo las veces que necesitara, pues la razón por la que lo hizo tenía que ver mucho con lo que sostenía en sus manos.



#13818 en Novela romántica
#2406 en Joven Adulto

En el texto hay: juvenil, romance, lgbt

Editado: 22.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.