Marcelo se volvió mi amigo muy rápido. Ahora me devolvía los buenos días, el buen provecho y las buenas noches. Todos los días me daba a probar un poco de lo que sea que estuviese comiendo. Éramos como unos ninjas, porque casi nunca se daban cuenta. Excepto la vez de la sopa de auyama.
Él quiso saber sobre mis papás y les dije que los señores que me visitaban a veces, eran como mis papás. Yo le pregunté por los suyos y me dijo que estaban de viaje desde hace mucho tiempo y lo cuidaba su hermana mayor. Me contó que ella hacía muchas cosas en su casa, como cocinar, limpiar y le enseñaba a escribir y leer. Y siempre salía a vender cosas para tener dinero. Siempre la quise conocer, pero nunca fue a visitarlo.
A Marcelo le gusta la idea de viajar por el mundo. Su sueño es conocer un país distinto al nuestro y después saltar a muchos otros más. Ver muchos paisajes y ser libre en el campo para poder correr. ¡Yo también quisiera hacer eso! Le dije que pudiéramos hacerlo juntos.
Fue cuando se me ocurrió una idea súper espectacular. Le dije que deberíamos hacer una lista de mejores amigos para cumplir nuestros sueños. Lo vi muy entusiasmado. Ese mismo día, incluso, le pidió a la enfermera que le regalara una hoja de papel y un lápiz. Por ser mayor que yo y porque podía moverse sin problemas, fue quien la escribió.
"La lista de los sueños", leyó en voz alta. En el número uno: visitar otro país. Ideada por él.
Y luego pensamos en cuál sería la número dos. Estuvimos en silencio por mucho rato, pero no se nos ocurrió nada.
Entonces dejó la lista en el gavetero al lado de su cama. Y como no se nos ocurrió qué más escribir, nos olvidamos de ella por un montón de tiempo.
Luego llegó una chica a nuestro cuarto privado. ¡Fuimos invadidos! Ella se presentó mucho más amigable que Marcelo. Creo que tenía cinco, igual que yo. Pero yo tenía cinco y medio, así que yo era mayor que ella.
Dijo que se llama Natalia. Se veía muy extraña, como un niño. No tenía casi cabello. Nos contó que tiene algo que se llama cáncer y que su mamá también lo tiene. Nos preguntó a ambos cuál es nuestra enfermedad pero yo le dije que no sabía. Marcelo dijo que tampoco pero que escuchó que su riñón no funciona como debería. Ninguno de nosotros supo qué es un riñón o qué es lo que hace.
Entonces los tres comenzamos a ser amigos. Me gustaba todas las veces que siempre intentaban hacerme reír. De los tres era quien nunca se movía, entonces me aburría muy rápido.
Pero no todo fue bonito, aunque me hubiese gustado que sí. Yo continuaba sintiéndome mal. Me dolían los brazos y piernas. Por suerte, no vomitaba como antes. Natalia también sufría de dolores constantes. Y Marcelo igual. Aunque nunca nos daba al mismo tiempo, gracias a Dios, por eso siempre estuvimos pendientes de protegernos y llamar a las enfermeras.
Con todo y eso, yo prefería borrar todos los momentos malos y quedarme con los buenos. Creo que desde siempre he podido hacer eso. Después de una mala noche, sonreía en la mañana al ver el cielo azul y el mar de nubes. Al terminar el dolor de cabeza, hacía bromas junto a mis amigos. Es como un superpoder porque no les resultaba tan fácil a Natalia y Marcelo.
Ella cada vez que la atacan los dolores intensos; gritaba muchas groserías. Según nos dijo una vez que le preguntamos, siempre las escuchaba en casa. Su mamá por el dolor y su papá maldiciendo a la vida por haberle dado esas enfermedades a ambas.
Por su parte, Marcelo era quien menos se quejaba. Pero cuando lo hacía, dice que le dolía mucho el interior de su cuerpo. Con gran intensidad. Y deseaba incluso ya dejar de sentir en lo absoluto. ¡No quiero decirlo! Eso no le pasará a mi mejor amigo.
Mucho tiempo después, llegó alguien más a nuestro cuarto. Estábamos emocionados de recibir a un nuevo amigo. Pero no se movía. Tenía un rostro extraño y parpadeaba muy lento. La enfermera nos dijo que se llama Laura y que no podía hablar bien o moverse como nosotros. Estaba muy triste y necesitaba que la animáramos.
Cuando la enfermera se fue, quien estaba más cerca de su cama era Natalia, así que intentó presentarse. Laura no dijo nada. Giró todo su cuerpo para verla y fijó sus ojos en todos nosotros. Como pudo, movió su mano torpemente para simular un saludo. Nosotros hicimos lo mismo. Ese mismo día, quisimos hacerle las mismas preguntas que hicimos entre nosotros para conocerla un poco mejor, pero como no podía hablar, solo podía responder un sí o no moviendo su cabeza. Debíamos adivinar qué intentaba decir.
Le pregunté si tenía padres, dijo que sí. ¿Los conoce? Dijo que sí. ¿Tiene hermanos? Dijo que sí.
Natalia preguntó si su enfermedad hace que le duela el cuerpo, dijo que no. ¿Iba a la escuela? Dijo que sí. ¿Tiene amigos? Dijo que no.
Marcelo le preguntó si le agradábamos, dijo que sí. Creo que también rio un poco. ¿Tenía hambre? Dijo que sí. ¿Tenía un sueño especial? Dijo que sí.
Con esta última pregunta, Marcelo le preguntó, además, que cuál era su sueño. Ella nos señaló a los tres con su mano sutilmente deforme y luego fingió contar con los dedos e hizo un círculo sobre su cabeza. Marcelo y Natalia repitieron suposiciones sin parar, pero ninguna fue la correcta. Entonces yo, luego de pensarlo unos segundos, dije: Su sueño es tener muchos amigos.
¡Y acerté! Laura sonrió y comenzó a moverse de arriba hacia abajo. Estaba emocionada porque descifré muy bien lo que quería decir. Los demás se conmovieron y le anunciamos que seríamos sus amigos. Ella aplaudió con una gigantesca sonrisa.
Así fue como conocí a mis tres grandes amigos.