Hoy no hay escuela. La casa del vecino ha estado llena de gente. Lo noté desde la mañana. Yo creo que es una fiesta, iré a ver desde el patio trasero.
Mamá Julieta no pensaba dejarme ir. Se veía con cara triste, pero no entendía por qué. Ahora voy detrás de ella escribiendo esto. La convencí de ir a la casa del vecino.
Hay mucha gente triste. Creo que no es una fiesta.
Ya es de noche, no quise seguir escribiendo. Me sentía muy mal. Incluso ahora me siento mal. El vecino y su esposa no me dejaron verlo. Escuché algunas personas decir que fue golpeado por un carro. Luego lloré y me empezó a doler la cabeza. No se me ha ido el dolor desde entonces. Voy a dormir, no puedo continuar.
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Después de escribir lo de arriba, me dormí y no recuerdo qué más pasó. Papá Samuel me dijo que convulsioné durante la noche y escucharon porque choqué mi lámpara con mis espasmos y cayó al suelo. Pasaron muchos días para que volviera a tomar un lápiz y escribir esto.
También me dijo que no puedo tener emociones muy fuertes o me sucederá lo mismo. Estoy muy fastidiado por todos lados. Sigo muy molesto. Y triste.
Para hacerme sentir mejor, papá Samuel me llevó al hospital. Por fin podré ver de nuevo a mis amigos. Cuando vuelva, escribiré lo que ocurrió.
Mis amigos estuvieron felices de verme. Estaban jugando cartas cuando llegué. Marcelo tomó mi cama y por eso ahora quedó más cerca de Natalia. No dejaban de preguntarme muchas cosas. Sobre la escuela, sobre mis papás, sobre mis juguetes. Creo que se sintieron mal cuando quise preguntar por ellos, porque aún continuaban allá.
Marcelo ahora le hacen algo con una máquina todos los días. Me dijo que es porque sus riñones ya no funcionan, pero que fuera de eso, se siente bien.
A Natalia le creció más el cabello, pero aún tenía fuertes dolores. Me dijo que le hacen muchas pruebas y le sacan mucha sangre, iugh. Pero yo la vi igual de bonita. A mis dos amigos los vi muy bien.
Además, Marcelo me enseñó la lista de los sueños, y vi que anotaron los nombres de otros chicos. Me dijo que eran muchachos más grandes y por eso ellos mismos escribieron sus deseos. Uno decía besar a una chica, el otro decía probar cerveza y otro solo dibujó un cohete y un par de asteroides en la base. O eso es lo que yo vi, pero la risa de ambos no me convenció mucho. Quizás me equivoqué. Poco a poco la lista se extendía más.
No pude quedarme mucho más rato con ellos porque las visitas son muy cortas. Solamente pude prometerles que pronto volvería a visitarles.
Voy a dormir, ¡buenas noches!
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Escuela, escuela y más escuela. Me aburro mucho. Quiero salir a explorar, a bailar, a correr, a visitar a mis amigos. Pero no puedo hacer nada.
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Dando vueltas por mi cuarto pude encontrar la corona que me había hecho el hijo del vecino. Hacía mucho que no la veía. Estaba entre la caja de juguetes de Javi. No la quería usar porque no me convertí en el rey verdadero, nunca pude conseguir el trono.
¿Por qué pasan tantas cosas malas?
Voy a usar mi imaginación, ya vuelvo.
El hijo del vecino vino a visitarme. Él mismo detuvo el ataque y bajó del gran trono. El castillo estaba volando en el cielo, era gigantesco y de colores muy brillantes. Llevaba la corona en sus manos y él mismo me la puso en la cabeza. Me nombró el rey del reino de las nubes. ¡Estaba muy feliz y él también!
Subí con él hasta el castillo y podía ver todo desde allí. Sentía la luz cálida del sol en mi cara. Y el viento soplaba muy fuerte. Estaba de pie en la torre más alta del castillo y el hijo del vecino también estaba allí. Le pedí que me enseñara a luchar con las espadas, un rey siempre debe estar preparado para proteger a su pueblo, y más si está hecho de nubes.
Entonces me dijo que primero debía quitarle la espada mágica para obtener mis poderes de rey. Así que comenzó a correr. Yo le recordé que no podía hacerlo, pero me dijo que como ahora era el rey de las nubes, podía correr, saltar y luchar sin problemas.
¡Tenía razón! Le perseguí por todo el castillo. Por pasillos largos con estrellas en el techo y alfombras rojas. Por grandes salas con gente bailando al son de una música compuesta por pajaritos. Reía sin parar y corría también, y no parecía que me cansaría nunca.
Cuando me di cuenta, llegamos al salón del trono y lo tuve frente a frente. Y con un chasquido, ahora yo tenía la espada mágica. Y ahí me di cuenta que siempre tuve mis poderes, porque siempre fui el verdadero rey. Él aplaudió porque logré darme cuenta. Fue una aventura fantástica.
Pero mamá Julieta gritó mi nombre para que entrara a comer y me distrajo. Abrí los ojos y estuve de vuelta en mi patio. Pero estuve feliz. Comí la cena feliz. Me preparé para dormir feliz. Y ahora voy a dormir feliz.
Debo jugar así más seguido. No me aburriría en lo absoluto :)