Descubrí este cuaderno que mantuve guardado por mucho tiempo. Pasaron varios años desde que escribí este último pasaje de jugar al rey de las nubes.
Ahora soy un poco más grande. Tengo dieciséis años. He comprendido muchas cosas sobre mí, sobre mi enfermedad.
No se conoce mucho sobre lo que tengo. Es una anomalía genética muy extraña y no se tienen suficientes datos pues no afecta a muchas personas. Se enteraron de mi condición en cuanto descubrieron que una mujer murió hace meses. Esa era mi madre. Murió sola. Logré verla en un pequeño funeral que organizaron mis papás, quizá por lástima hacia mí. O ella.
Se veía pálida, con el cabello opaco, la piel pegada a los huesos, labios morados. En fin, no se veía nada bien.
Hablé con mi doctor con respecto a lo que tengo. Mis padres no querían que me enfrentara a ese dolor, pero es muy fácil decirlo cuando ellos no tienen nada. Igual necesitaba saber.
El médico me contó lo poco que se sabe al respecto. Una persona puede nacer en perfecto estado, pero su cuerpo poco a poco se irá desgastando. De alguna forma, muchas células mutarán o simplemente no concuerdan con las de un humano promedio. En los primeros años se experimentarán intensos dolores, depende del tratamiento que se lleve a cabo. Mis órganos internos se atrofiarán desde el interior, no de una forma física, como llegué a pensar.
También habrán cambios externos, como que el cabello se pondrá rojizo. Ya me estoy dando cuenta de ello desde hace ya un rato. Mi piel se aclarará. Y si procedo correctamente, podré sentir un vigor mayor al de los demás. Pero con el tiempo, todo eso desaparecerá, hasta quedar como lo hizo mi madre biológica.
Por si fuera poco, sufriré de pérdidas de memoria en algunas ocasiones. Espero que no sean tan graves. Quizás entonces sea buena idea continuar escribiendo.
Ahora estoy probando un tratamiento experimental, por médicos especialistas en el área. Es muy caro, pero mis padres hacen lo posible. Aunque ese tratamiento no minimiza el dolor, para eso hay que comprar analgésicos y otras cosas.
Me dicen que debo dejar todas mis preocupaciones y siempre mantenerme en forma y otras cosas. Siempre he tratado de ver todo desde una perspectiva positiva, pero con todo esto es un poco difícil.
Creo que lo único que me logra apartar de la realidad es usar mi imaginación. Puede sonar estúpido y vergonzoso. A esta edad nadie va a jugar a ser rey y blandir una rama de un árbol. Conozco muy pocos chicos de mi edad, pero sé que es así. Entonces lo hago oculto en mi cuarto. Y bueno, la única persona que dejo que juegue conmigo es mi hermanito, Javi, porque sabe lo que tengo.
Da un poco de pena ajena pero relataré cómo juego usualmente.
Primero hago que Javi cierre los ojos. A él le cuesta un poco imaginarse todo como yo lo hago, y lo guío antes de yo entrar al reino. Entonces, cuando está listo, yo los cierro. Y podemos estar juntos en el reino de las nubes. Yo estoy sentado en mi trono, él es mi fiel caballero. A veces el hijo del vecino le reta a un duelo de honor y Javi y él luchan a muerte con sus espadas; todo mientras el rey observa y lanza obstáculos como bolas de fuego al campo de batalla. es muy gracioso.
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No continué escribiendo porque mamá entró a mi habitación y vio el desastre de calcetines en el piso, la silla volteada y que estaba en la cama con zapatos. Nos echó un regañón.
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Por fin obtuve mi diploma, me gradué. Es cierto, debo escribirlo para no olvidarlo.
No pude continuar en la escuela, así que volví a estudiar en casa. Sin embargo, un día papá llegó con noticias muy geniales, y es que encontró una escuela especial en línea. Ofrecía asignaturas que no podría ver en institutos convencionales y, dado mi condición, podía cursar los niveles por año, como un instituto común para así validar mi diploma en cualquier lado. Así mis padres estaban tranquilos de que no me ocurriría nada, y ciertamente disfrutaba mis clases. Ya hace rato que acepté ser diferente.
Y bueno, al fin me gradué y con altos honores. Gracias a esto, fui seleccionado para obtener una beca en una universidad en la capital. Por supuesto que la aceptaré. Lo mejor de todo es que podré estudiar lo que yo quiera, me cubre cualquier carrera.
Es de agradecer una buena noticia.
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Se me comunicó la fecha para ir al campus ya que debo hacer una prueba de inducción. Javier quería ir, pero debía quedarse en casa con mamá, ya que tampoco podía acompañarnos por un resfriado. Me llevaré el cuaderno y escribiré lo que pase.
Es muy temprano, aún no sale el sol. Papá me dijo que para tomar la autopista hacia la capital, que está a varias horas, antes debemos pasar por la ciudad. Le rogué para ir al hospital y ver a Marcelo y Natalia, aún no les había contado las buenas nuevas y deseo hacerlo ahora. No se vio muy seguro. Dijo que quizás ni nos dejen pasar. Pero yo quería intentarlo, al fin y al cabo, debemos pasar cerca para dirigirnos a la capital.
Estoy en la sala de espera. La enfermera me dijo que no podía pasar. Es una enfermera nueva, no me conoce.
Sucedió algo raro, te cuento.
Intenté escabullirme pero me atraparon. Su seguridad es buena. El doctor que me evitó el paso sabía quién era yo. Le rogué que me dejara ver a mis amigos. Me dijo que no porque estaban durmiendo. Lo entendí, pero le pedí que al menos me dejara asomarme por la ventanilla de la puerta. Duró tiempo pensándolo y casi corro hasta el cuarto, y ahí fue cuando aceptó.
Entonces me asomé para verlos pero Marcelo no estaba en su cama, solo Natalia estaba allí. Además de otros muchachos que no conozco.
Y ahora estoy en el auto de camino a la universidad. Voy a volver después de la prueba. Cuando por fin me dejen hablar con ellos.
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