Las nubes grises se habían adueñado del cielo y el viento soplaba con fuerza, anunciando la llegada de una tormenta. Poco a poco, las gotas empezaron a sonar más fuerte, primero como un susurro, y luego como un coro de pequeños tambores que se estaban acercando.
De repente, la lluvia arte del con fuerza, como si quisiera lavar todo. Las gotas golpeaban el suelo con ímpetu, creando charcos y riachuelos que corrían por las calles. El sonido era ensordecedor, como una melodía que se tocara con mil instrumentos distintos. Era una sinfonía de la naturaleza, con la lluvia como solista principal.
Las hojas de los árboles se agitaban violentamente, y las flores inclinaban sus pétalos hacia el suelo para protegerse del agua. El aire olía fresco y limpio, como si cada gota llevara consigo un pedacito de pureza.
Desde la ventana, podía ver el mundo transformándose bajo la lluvia. Los colores se volvían más intensos, las texturas más vívidas, como si la lluvia hubiera dado una nueva vida a todo lo que tocaba.
Y entonces, poco a poco, la lluvia fue amainando. Las gotas se hacían más suaves, hasta que finalmente dejaron de caer. El mundo había sido bendecido por la lluvia, y la naturaleza parecía agradecerlo con un nuevo brillo en sus ojos.
Pero no todo era como se veía, entre aquellas nubes grises se reflejaba una luz roja, parecida a la que refleja un eclipse lunar. Cada vez aquella luz brillaba más y más como si se acercara.
Sofía al ver la fuerte tormenta salió rápidamente de la casa y con una voz desesperada dijo.
—¡Mi ropa! ¡Mi ropa! ¡Ya no se va a secar!
Sofía estaba enojada, porque aquella tormenta fuerte le había mojado la ropa que había previamente lavado.
Ella agarró un pequeño banco de madera y se sentó al frente de la ventana, porque le gustaba ver la lluvia, pero siempre que llovía ella sentía tristeza sin que estuviera triste previo a la lluvia.
Sofía estaba todavía preocupada por sus hijos y su marido, ya que no habían regresado de aquel lugar.
—¿Cuando vendrán?, porfavor dios, haz que mis hijos y mi esposo lleguen sanos y salvos a la casa, ya no se ni que creer, en este mundo en el que nada tiene sentido, que uno es un dios, que mis hijos tienen poderes, ya ni se que creer.
Sofía todavía no se acostumbraba a la realidad que vivía, ella pensaba que todo era un sueño, nunca llegó a imaginar que la magia existiría.
—Como ha cambiado todo, cuando tenía quince años no había nada de magia, solo en cuentos estaba, pero luego el año siguiente es que me enteré que existía todo eso, y fue por que nos la enseñaban en la escuela. —Dijo Sofía con nostalgia.
Luego, pasó una mujer y su hijo con una sombrilla de paja.
El niño iba con un oso de lana de color cafe.
—También me acuerdo de eso, yo nunca tuve ningun tipo de juguete, no supe nunca que era eso, tan siquiera.
Mientras sofia miraba aquella lluvia y recordaba esos momentos de su infancia rezaba a un dios de su creencia, pero ella estaba confundida al saber que su esposo era un supuesto "dios", pero su creencia seguía.
Sofía miró al cielo miestras rezaba y le llamó la atención un destello rojo que veía acercarse y brillar cada vez más.
Y cuando el brillo estaba cerca del suelo se oía un sonido muy agudo, como un grito.
—¡AAAAAAAAAAAAAY!
¡PUFF! Algo se estrelló contra el suelo.
—¿Hola? —dijo Sofía con voz confundida.
Poco a poco, el brillo iba disminuyendo cada vez más, dejando ver la silueta de aquella persona.
—¡Ay mami! Por fin pude volver —dijo él con la poca fuerza que le quedaba del gran grito que dio.
—¿Justin?
—No, soy Leonard. No sabes lo que acaba de hacer Justin...
—Sí, sí, luego me cuentas. ¿No ves cómo estás?
Sofía alzó a Leonard y se lo llevó dentro de la casa para curar sus heridas.
—¡Cómo se les ocurre irse para otro lugar! ¡No me vuelven a ir con su tío Osco a ningún lugar! ¿Y tu papá dónde está?
Leonard, envuelto en lágrimas, le dijo a su mamá: ¡Mamá, es que Justin mató con una espada al tío Osco y a papá!
Sofía, después de escuchar eso, sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. La peor noticia que podía haber oído llegó a ella.
Sus lágrimas caían al suelo y ella gritaba y gemía del dolor que sentía, de que la persona con la que ella había estado durante años y años había muerto.
Leonard lloraba sin consuelo por fuera, pero por dentro él estaba feliz de que todo su plan estaba saliendo como lo había planeado.
—Tranquila mamá, solo necesito que me ayudes con algo. Vayamos con el rey. Con el poder de la oscuridad de mi tío Osco que tengo, puedo equipar a todos e ir contra mi hermano como una rebelión. Yo los llevaré al mundo de los dioses.
—Está bien, es mi hijo, pero lo que hizo no tiene perdón.
De repente, una luz blanca muy fuerte se vio en el cielo, iluminando todo a su alrededor. Era tan brillante que parecía que el día se hubiera convertido en noche. La gente miraba hacia arriba con asombro y curiosidad, tratando de entender qué estaba sucediendo.
Editado: 25.06.2023