P.O.V Vanessa
Había dormido plenamente pero el recuerdo de cuando era niña y salía a cazar zorros. Nunca ayudaba con las armas, pero pasaba tiempo de calidad con él por lo que no era raro que amaneciera cubierta en sudor frío, por el recuerdo de anoche. Mariam me ayuda a bañarme mientras recibo la primera carta de mi hermana, la leo en el carruaje mientras Riddle dormía, por primera vez lo miraba dormir demasiado, me había contado que desde que había causado la muerte de mi padre, no había podido dormir.
"Querida hermana, me encuentro bien desde el ataque en el hospital el rey nos ayudó a evacuar e instalo una nueva construcción para hacer un hospital. Últimamente ha sido muy atento, pero cuando Lady Jane está en casa, esta se comporta como la Reina llevando cosas mientras estas lejos. Simplemente no me agrada.
¿Cuándo vuelves? Te ama tu hermana"
Eso me había puesto la piel chinita, y más aún la advertencia que se le había escapado darme entre líneas, me quedo un poco pensando, en lo que debería de hacer para limpiar mi nombre.
—¿Problemas en la capital? — Me pregunta despeinado y recién despierto, a lo que le paso un pedazo de papel para que se acicale, me tomo de la cabeza para pensar un poco, el príncipe me mira atentamente preocupado —. ¿Le duele la cabeza?
—Sí. Es por los cuernos que me está poniendo mi marido — Le contesto a lo que él se ríe.
—¿Por qué se casó con él? — Me pregunta, sacando fruta de su costal. Era la primera vez que lo miraba comer delante de mí.
—Por poder. Si era su esposa el reino de Lennox me apoyaría para subir al trono de emperatriz. Antes ni si quiera tenía pensado el hecho de ser reina — Le digo siendo honesta. El me mira sonriendo.
—¿Te arrepientes? — Me da la mitad de su durazno, era una fruta tropical que era muy difícil de conseguir, pero bastante deliciosa.
—Aún no ha habido algo que me haga arrepentirme — Le comento mientras comienzo a bordar para distraerme un rato, después de todo no sabía cuánto habíamos viajado, pero estábamos a horas de llegar a Clord. Solo teníamos un último camino en barco.
Llegamos a medianoche del 11 día al Reino de Clord. Donde sin querer Riddle y yo nos habíamos hecho más cercanos, e incluso ya era un amigo para mí, al llegar al palacio nos recibe la Reina con la segunda hija.
—Dios nos bendiga con su presencia príncipe heredero — Dicen ambas mujeres mostrando una reverencia ante el rubio —. Reina de Lennox, dichosos nuestros ojos al verla.
Correspondo el saludo para irnos hacia nuestras respectivas habitaciones era bastante lujosa, para la pobreza que habíamos visto al pasar, la segunda princesa se encontraba seria viajando en sus pensamientos, era un aura demasiado sumisa.
—Princesa Alice, lleva a la reina a que se tome un baño. Para que los hombres hablemos de negocios — Dice el tercer hijo en forma de burla. Estaba tan cansada de esos comentarios que ya era mejor ignorarlos e irme a bañar.
—Reina, por aquí — Su voz era tan tenue que apenas podía escucharla.
—Princesa ¿Se encuentra bien? — Le pregunta a lo que ella me mira.
—¿Disculpe?
—¿Se encuentra bien? — Le pregunto nuevamente, ella pasa ese estado de aturdimiento.
—Sí, perdone. Es raro que me pregunten si estoy bien. Después de todo soy una princesa, y las princesas siempre estamos bien — Dice llevándome a una habitación en la segunda planta. Para ser una chica de 16 años, se miraba demasiado adulta. En ella no conservaba esa pizca de luz que las adolescentes tenían.
—Pero usted es humana, y estar mal a veces está bien — Ella me sonríe.
—No quiero ser usada de carnada su majestad — Me dice al borde de las lágrimas —. Se que es mi deber como la hija de mi padre, pero verdaderamente no quiero hacerlo.
—Tranquila princesa, pase — Le digo entrando con ella a la habitación.
Ella temblaba como gelatina, parecía tan pequeña en mis brazos, su madre entra mirando esa escena, lucía enojada.
—Perdónela no sabe lo que dice — Me dice jalándola —. Ella lo hará.
Se decía que ella estaba decepcionada de haber tenido a una niña como segunda hija, por lo que reflejo en ella sus inseguridades, y lo notaba, la adolescente no sentía amor por su madre más que terror absoluto y quien no. Si las únicas palabras que conocieras de tus progenitores fueran palabras crueles de deprecio, en ella se miraba eso, pero en su padre era diferente.
—Quiero hablar con ella a solas — Digo en tono alto.
—Le concederemos una audiencia después de que venga de la guerra — Dice despreciándome.
—No es una petición es una orden — Le digo poniéndome de pie, ambas éramos esposas de reyes por lo que jerárquicamente estábamos en el mismo lugar, lo diferente era la manera en la imponíamos respeto. Ella hace una reverencia mirando con enojo a su hija para entrecerrar la puerta.
Esperamos un poco a que la cierre y escuchar sus pasos alejarse de nosotras.
—¿Por qué no quieres ir? — Le pregunto, aunque pensando nuevamente era algo muy tonto quien quisiera ir a la guerra.