El rey que convertira a la prostituta en emperatriz

CAPITULO 24

No sé cuántos días habían pasado con exactitud, pues solo me hacían despertar para comer y aunque rogara que no lo hicieran no los hacia cambiar de opinión me daban en té a la fuerza.

Era de noche, estábamos en un bosque, me habían dejado tirada en el piso del carruaje mi cuerpo pesaba y el ambiente olía a las drogas que me daban, me dejaban inmóvil. Pensé que era broma el hecho de que me mandarían de regalo, pero no era así. Sería un regalo sexual y si con suerte daba a luz, me matarían a mí y le darían ese hijo a la reina. Tenía frio mis piernas ardían de dolor, escucho unos ruidos mientras la puerta del carruaje se abre, era Riddle.

—Hay que irnos Vanessa — Me dice. De seguro estoy alucinando —. Deja de mirarme. Ponte de pie.

Me dice, pero no me tocaba y yo no me podía levantar. Entra conmigo al carruaje para levantarme, pero se miraba que no podía, mi cuerpo estaba pesado.

—Déjame... Tengo que irme con el rey del norte — Le hablo, mi vista estaba borrosa. Trato de cerrar mis ojos, pero este me da pequeños golpes a los lados haciendo que reaccione, realmente se miraba guapo —. Si me llevan sabrán que soy una traidora... Y abra ventaja política.

—No sé cómo aún drogada puedes pensar bien amor mío — Me besa mientras me deja de nuevo en el piso, estaba helado a comparación de sus brazos.

"Hay que irnos" Le dice un hombre a Riddle que no podía ver.

"No podemos irnos con ella. Volveré por ella" Escucho unos pasos alejarse mientras dejo que me gane el sueño. Estaba cansada que no me importaba el frío.

Al abrir los ojos era de día, mi cabello estaba húmedo con mi cuerpo y olía a naranja. Me habían bañado, trato de volver a dormir, pero una chica diferente a la de antes me golpea mi cara.

"Vanessa despierta" Abro los ojos rápidamente y una chica de cabello naranja estaba delante de mí. No sabía quién era. Pero ella sabía de mí "La princesa me mando contigo"

Me sirve agua, mis manos no podían sostener el vaso ella se acerca y me da el agua poco a poco. Estaba de más decir que tampoco había comido bien por lo que al tratar de comer sentía que iba a vomitar.

—¿Dónde estamos? — Le digo mientras me da un poco más de agua.

—Ya llegamos al reino del norte. Necesitamos vestirte como un verdadero regalo — Me visten de pies a cabeza, con joyas color azul marino y plateadas, seguía estando aletargada.

Tanto que hasta para bajarme necesitaba ayuda, entro al palacio del rey que se autodenominaba el emperador de cielo, mar y tierra. Camino para encontrarme con la noticia del que emperador no estaba en la capital, pero había dicho que compartiría mi habitación con una de las favoritas, pues después de todo solo era un regalo. Extrañaba Riddle aún más de anoche. Camino hacia la habitación encontrándome con una doncella bella, que tenía un rosal entre sus manos.

—Hola, ¿Tu eres julieta? — Me dice mientras soy empujada para asentir, no entendía su acento seseante.

—Si, me presento Julieta de Truqui — Hago una reverencia a lo que ella me invita a pasar.

A diferencia de las otras chicas, esta me miraba con compresión, me comienzo a instalar para sentarme a leer.

—Alexandra, soy Alexandra — No le había preguntado su nombre, me siento a su lado. Mientras ella me cuenta su historia venía de la provincia de Antavine fue un regalo hecho por su pueblo al instaurarse como reino, cuando ella tenía 11 años, ahora ella tenía 21 y de favorita no había pasado —. ¿Qué edad tiene?

—25... Espere ¿Qué día es? — Ella me enseña un calendario —. Si aún tengo 25 en una semana exacta cumplo años.

Ella toma un lápiz para marcarlo, y por la tarde llega el Rey pidiendo verme. Me vuelven a preparar para que me bañe, y vestirme con la ropa azul marino que había traído, sin duda el viejo era un viejo rabo verde que sentía su mirada con lujuria. Estaba verdaderamente incomoda, la chica cabello naranja iba detrás de mí. Me ayuda con el vestido para que me pueda arrodillar y darles mi respeto, beso su mano arrugada que olía a vaselina para ponerla en mi frente.

—Eres un regalo muy viejo para mi gusto — Me toca la cara, para verlo. Estaba bastante asqueada —. ¿Aparte de ser bonita que más sabes hacer?

—Sé leer, cartografía, matemáticas — Me interrumpe, dándome una nalgada.

—Me gustan las chicas inteligentes. Ve a dormir y mañana vendrás a una reunión — Al decir eso las chicas me llevan lejos, está de más decir que actuaban como si mi voz no importara por lo que esa noche me dieron un té que me mantenía dormida para evitar peleas.

El agua estaba helada, pero ya no sentía nada, mi piel había quedado roja de tan fuerte que tallaban mi piel, y estaba al borde de las lágrimas por que ponían de excusa lo sucio que era el color de mi piel al ser más morena que ellas, hablaban de la primera reina y como jamás lo seria, extrañaba a mi hermana tanto que cualquier cosa en este estado me afectaba.

Me pusieron un vestido blanco estilo romano sin corsé mientras me hacían esperar en mi habitación.

—Tiene que ser fuerte, reina — Me dice la chica de pelo naranja que llevaba el nombre Christie, ya nadie me había llamado así que olvidaba como se sentía el ser nombrada así, no era ni la sombra de la persona que fui esos días, algunas lágrimas caen dejando en evidencia mi tristeza.




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