El rey que convertira a la prostituta en emperatriz

CAPITULO 41

A diferencia de lo que creía había un hospital llenos de personas que se encontraban enfermas y el doctor del hospital brillaba por su ausencia y por su justificación especialmente en estos momentos donde se necesitaba saber por qué había dejado que esto se propagara, estaba realmente molesta por el estado del establecimiento, mando a llamar a todos los encargados.

—Su alteza real, bienvenida — Me dicen nerviosos.

—¿Dónde está el director del hospital? — Pregunto y nadie contesta, todos se encuentran callados, siendo cómplice de lo que estaba pasando, volteo a ver a uno de los enfermeros que se encontraba más nerviosos que los demás —. ¿Dónde está el director?

—Mi señora, este huyo. Informantes nos dicen que era un infiltrado de Briedfield — Maldita sea, debí de suponer lo que estaba por suceder, pues todo estaba demasiado calmado, pienso un poco más las cosas antes de tomar una decisión.

—Despidan a todos, cambien el personal con personas competentes — Doy la orden mientras escucho los llantos.

—Señora tenga piedad, nosotros solo seguíamos ordenes — Me dice una mujer en lágrimas tirándose a mis pies.

—Las ordenes eran más grandes que tu código de médico — Le pregunto mientras sigo dando órdenes para mantener todo esto limpio —. Cierren fronteras, estamos en cuarentena.

—¿Qué hacemos con ellos? — Dice refiriéndose a los enfermos.

—Denme un reporte al final del día sobre sus enfermedades y busquen antecedentes para ver si es compatible con otra enfermedad — Ellos acatan a la primera, mientras recorro todo el pueblo poniéndolos en alerta. A diferencia de lo que creía estos eran más obedientes de lo que parecía. Cabalgo lo más rápido, para ir al periódico, primero era el pueblo que ideas que tenía, tenía que hacer que todos conocieran lo que estaba pasando, entro rápido al establecimiento, haciendo que el caballo quede sin un jinete —. Detengan la impresión.

Me sentía cansada, y mi pecho se agitaba más rápido de lo usual.

—En primera plana pongan lo del virus — Digo mientras la dueña del periódico me mira aún más malhumorada.

—Lo que más odio son las mentiras y las personas que se creen las dueñas, y usted cumple con los 2 ¿Acaso no sabe el dinero que me va a costar hacer eso? — Me dice mientras todos nos miran en silencio.

—Yo lo pagare, lo que importa es darle a conocer al pueblo la enfermedad ¿O es que le importa más unas monedas extras? — No quería pelear, pero nadie parecía hacerme caso al ordenar que todo se detuviera.

—La princesa heredera dio una orden, deténganse — Esta grita imponiendo mucho más respeto que yo —. Venga a mi cubículo para hacer lo que usted quiera.

Una semana...

En una semana las calles estaban vacías, la gente se enfermaba cada día y aún no sabíamos de que y como detenerlo, mi población estaba muriendo, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

—Señora, hay 9 defunciones más y se comprobó que no es el agua — Ya habíamos intentado con todo, y nada resultaba, mi cabeza dolía. El pueblo me odiaba porque no encontrábamos la solución.

—Sigan intentando, no dejen de luchar — Doy la orden mientras me bajo del caballo en una cantina, para entrar en ella y darme cuenta del vacío extraordinario que había allí adentro, estaba completamente solo a excepción de un hombre que estaba todo encapuchado.

—Su majestad, ¿Agua? — Me dice el cantinero a lo que asiento —. Siéntese en la mesa del caballero, ahorita se lo llevo.

Esa cercanía era extraña, el hombre solo se acomoda el cabello, notando su cabello rubio, no puede ser verdad, me acerco para quitarle la capucha y su cabello ya no era ese rubio brillante, era más gris, tenía la apariencia pálida como si fuera un fantasma, me mira fijamente, pero lo empujo contra una pared para ponerle una daga en el cuello.

—¿Qué quieres? — Le digo mientras lo acóralo.

—Hablar — Miro como traga saliva.

—Nosotros no tenemos nada que hacer, intentaste matarme — Le grito mientras el me mira serio —. No me vengas a decir que no sabías nada.

—¿Qué esperabas que mi padre hiciera? — Ni siquiera era la mitad de lo que amaba —. Vanessa, Te pasaste.

—Tu madre me enveneno, y lo permitiste, tu padre quiso matarme y lo permitiste, que mi pueblo se enfermara no es una coincidencia ¿verdad? — Este me esquiva la mirada —. No tengo nada que hablar contigo.

—Por favor dame una oportunidad — Me toma de la mano, esta estaba fría.

—Siempre pensé que eras diferente a tu padre, pero haces más daño que él. Enfermaste a un pueblo completo, que tal vez algún día sobre mi cadáver frío y putrefacto gobernaras, eres igual o peor que él... — Una lágrima cae de mi rostro enserio me dolía —. Me voy, no tengo nada que hablar contigo.

—Cólera... — Volteo a verlo y este también estaba a punto de llorar —. Cuando mi madre te enveneno te juro que me volví loco por que te tocaron y no pude defenderte.

Limpia su cara para acercarse a mí.

—No sabía de ti, y por eso vine — Me toma de la mano —. No he dejado de pensar en ti.

—¿Qué es lo que quieres? — Le digo correspondiendo la cercanía.

—Ven a verme en 4 días, te enviare la dirección con Marcus... — Este besa mi mano, para ponerla en su cara —. Dios santo te miras preciosa con el cabello corto.

—Mi pueblo tiene... ¿Cólera? — Le pregunto mientras asiente.

—El cólera es una enfermedad diarreica aguda causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados con el bacilo Vibrio cholerae — Me dice entregándome un libro que guardaba entre sus cosas —. Tus médicos sabrán como tratarla.

—Vete, si alguien entra y nos ve llamaremos la atención — Le digo empujándolo, pero el me toma la mano.

—Si me das un beso me iré — Se acerca a mí, cierro los ojos esperando que el beso llegara pero jamás llego y allí me quede con el corazón hecho un nudo.

—Su agua majestad — Me dice el cantinero, quien me sonreía —. Estaré callado como una tumba alteza.




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