—Señor...
—Déjame solo Altaír —seguí contemplando el mar.
—Lleva dos días sin atender los asuntos del palacio —no respondí —Lamentó molestarlo, pero el consejo de ancianos ha estado reuniéndose.
Suspiré.
—Trae ante mí a Pythia.
—La señorita Pythia anda con el mismo humor que usted, no es que le tema, pero da un poquito de miedo hablarle.
—Hazlo —lo escuché suspirar y luego salir de la biblioteca.
Escuché pasos, vaya que Altaír se había apresurado, me puse de pie, pero al girarme tenía ante mí a Yalena.
— Señor, lamentó molestarlo, pero el príncipe Apollo me comentó triste que lo extrañó anoche en la cena.
—Gracias por notificármelo Yalena.
—Es mi obligación —asentí, la vi acercarse a mí, levantó su rostro y me miró a los ojos —Puede contar conmigo como una amiga, sé que me acaba de conocer, pero puedo escucharlo, tengo también un título de psicología.
Asentí, había leído eso en su hoja de vida.
— Gracias Yalena, lo tendré en cuenta.
La puerta se abrió y entró Pythia, clavó sus ojos en Yalena y luego en mí.
—Vuelvo más tarde — se giró pero la llame.
— Pythia — miró sobre su hombro.
—Debo salir Mika — fruncí el ceño.
—Yalena déjenos solos por favor —ella asintió y se dio la vuelta, la mirada de Pythia estaba fija en mí, me enteré de eso cuando deje de contemplar el contoneo de las caderas de Yalena.
—Se rápido Mika.
—Siéntate Pythia —me molestó al ver que negó.
—Estoy bien de pie — se cruzó de brazos.
—Necesito que te sientes Pythia — ella miró el reloj que llevaba en su muñeca.
—Lo lamentó, debo salir — apreté la mandíbula.
—Dije que te sentarás Pythia —apreté los puños.
— Y yo te dije que debo salir Mika
—¿Dónde vas?— me acerqué, pero Pythia no se inmutó.
—No te debo explicaciones Mika, pídeselas a tu institutriz —me detuve y la miré con curiosidad.
—¿Por qué debo pedirle explicaciones a Yalena?— se encogió de hombros.
— Lo que tengas que decirme puede esperar Mika— la vi marcharse.
— ¡Altaír! —me sentía furioso al ver que a Pythia no le importó lo que le iba a decir.
—Sí Señor.
—Averigua si el consejo de ancianos se ha reunido con Kosmos.
—En seguida, ¿aceptó la señorita Pythia?
—No pude ni decirle, debe ir de compras, siempre fue vanidosa. Ve a hacer lo que te dije.
—Sí señor.
Pythia
Bajé del auto que me había asignado Mika, doble el mapa que me llevó al mejor hotel de Medrea.
Al llegar a recepción, sentí una mano tomar mi brazo me giré sorprendida, pero me encontré con Dymas.
—Pequeña —sonreí y lo abracé.
—Te extrañé Dymas —me soltó y empezó a revisarme. Sonreí.
—Estoy completa.
—Vamos a beber algo al bar del hotel.
—Sabes que no bebo Dymas.
—Lo sé, desde esa noche dejaste de hacerlo —asentí.
Me ayudó a sentarme, pidió agua mineral para mí y Whisky para él.
—Seré directo Pythia, escuché rumores del rey de Medrea, que es un sádico, pervertido, que lastima a las mujeres para saciar sus bajas pasiones —mordí mi labio.
—Aún no entiendo porque Mika tiene esa fama, pero cuando lo conocí, todas las mujeres caían rendidas a sus pies —Dymas sonrió.
—Incluyéndote querida Pythia— sentí que las mejillas se me calentaron —Júrame que estas bien —tomé su mano.
—Lo estoy Dymas — apretó fuerte mi mano —Apollo está feliz con su padre.
—No me mientas Pythia.
— No lo hago Dymas —fruncí el ceño —Él me odia, pero no me haría daño.
—¿Te odia? —asentí —¿Y tú?
— Yo... —cerré los ojos— También lo odio.
Dymas levantó mi mano y la besó.
—Vuelve a casa conmigo Pythia.
Negué.
—Tienes derecho a rehacer tu vida Dymas, sólo quiero que seas feliz.
—Sabes que mi casa es tú casa Pythia. Soy feliz y lo sabes, pero deseo que tú también lo seas, no confío en el rey de Medrea, su fama me preocupa mucho.
—Estaré bien, además hay otra mujer en el palacio —Dymas enarcó una ceja.
— ¿Quién es?
—La institutriz de Apollo, acaba de llegar, pero veo mucho apegamiento y Mika no aparta sus ojos de su trasero— bebí el agua que me acababan de llevar, Dymas tomó un trago de whisky sin apartar sus ojos de mi.
—Veo que te altera la institutriz.
—Para nada Dymas, me da igual, te lo dije para que estés tranquilo, el rey de Medrea no va detrás de mí.
— igual me quedaré unos días, hasta que esté seguro de que estas bien, regreso a EEUU.
—¿Has visto a tu familia? —Dymas negó.
—Sabes que siguen molestos por nuestro divorcio, quieren saber la razón de nuestra separación.
— ¿Les dijiste?— Dymas negó.
—No, si se enteran que tú estás en Grecia con Apollo no te dejarán en paz, queriendo saber el motivo.
—No creo se enteren, estuve en casa de mis padres y ahora en Medrea.
—Esperemos que no se enteren Pythia, no quiero te molesten.
Sonreí y lo contemplé, Dymas era un hombre estupendo, lo amaba, pero como amigo.
—Debo irme, Apollo ya va a terminar sus clases —me puse de pie.
—Te acompañó al auto Pythia —asentí, Dymas tomó mi mano y caminamos hacia el auto, cuando llegamos, él me giro para despedirse y recordarme.
—Sabes que aquí estaré por ti, cualquier cosa que necesites me llamas.
— Gracias Dymas — él se inclinó y besó mi mejilla.
Subí al auto y me marché con un poco de tristeza, iría al palacio que para mí era una jaula de oro y su dueño me odiaba con todas sus fuerzas.
Editado: 09.02.2019