El rey y la plebeya

Capítulo 8: Navidad y Amor

Cómo pudo Camille se levantó y siguió caminando esperando llegar al pueblo o si era posible y un milagro llegar a su casa, pero sentía que cada vez que caminaba más se alejaba.

No supo cuánto tiempo paso caminando, los dolores de las contracciones cada vez se hacian más y más fuerte, su frente estaba perlada en sudor del dolor, aún cuando la temperatura estaba descendiendo drásticamente pero era normal en su estado. En cierto momento, creyó divisar una pequeña contrucción y su corazón dió un brinco de emoción pero tampoco se iluciono pues sabía que su mente podía jugarle una idea errónea, pero mantuvo la esperanza de que si era una casa tal vez podría pedir refugio, y cuando más se acercaba, aúnque aún quedaba un poco lejos pudo divisar una gran edificación que se levantaba fuerte e imponente, y ese fue motivo de soltar algunas lágrimas, porque la ayudarían a traer a su hijo al mundo, sin imaginar que estaba llegando al hogar de su amado, el castillo en el que un día su hijo se sentaría en la sala de trono del palacio y gobernaría con amor, piedad y sabiduría, sin saberlo, nada ni nadie llegaba el heredero.

Al llegar, casi arrastrandose a las imponentes puertas de madera gritaba esperando que alguien la escuchará y le diera refugio solo por esa noche, tocó desesperadamente

-Ayuda, ¡por favor¡ Estoy a punto de dar a luz - pero nadie la escuchaba - Por favor, piedad.

Un guardia del palacio escucho los gritos de una mujer, y corrió a avisar a su rey, pues su majestad había dado la orden de que nadie podía entrar a palacio y sus órdenes jamás debían ser desobedecidas, llegó a paso rápido al estudio de su majestad, que en aquel momento observaba la imponente tormenta que no daba tregua, Bastian llegó enojado, fue a la pradera donde conoció a su ninfa del bosque y no la encontró, la busco y trato de llegar a su cabaña, pero no la hayo por ningún lado, la cabaña estaba cerrada con llave y no se podía ver hacia el interior, si lo hubiera logrado, habría visto una hermosa cunita tallada en madera, pero nada de esto sucedió, enojado consigo mismo por no poder verla regreso y arrasó con todo a su paso, estaba enojado por la traición de su tía, por el compromiso pactado con la princesa del Sur, por no poder estar con su ninfa, hace un año, el invierno le parecía hermoso, la nieve blanca y pura, el siempre creyó que algo bueno le pasaría en invierno, pero solo fue una ilusión a la que se aferró por ser su estación favorita del año, pero hoy no, hoy representaba lo que era, lo que se había hecho, o mejor dicho en quien lo habían convertido, un ser frío y sin corazón que agonizsba en amores.

Escucho la puerta de su despacho ser golpeada y dio acceso, viendo a su guardia.

-¿Que sucede? - cuestiono sin rodeos

-Una mujer majestad, una mujer está en la puerta gritando pidiendo ayuda, pide que por piedad la dejemos entrar a refugiarse de la tormenta.

-¿A caso somos beneficencia para albergar a pueblerinos perdidos en la tormenta? - cuestiono sin rodeos, aquella respuesta sorprendió al soldado, ese no era su rey, al rey al que servía con entrega y respeto, se había ido, ahora su lugar era ocupado por un tirano, el que ahora todos le temían, dentro y fuera de palacio, en otro momento, bajo aquella tormenta, el mismo daba la orden de dejar pasar a todo quien lo necesitará y el mismos se encargaba de ayudarlos y más si eran mujeres o niños, pero ese hombre, a quien le juro lealtad había muerto como todo en el invierno

-¿Que esperas? Ve y ¡Correla! Es una orden

El soldado triste y derrotado fue a cumplir con la orden de su rey, prometiéndose que era lo último que haría por su rey, la piedad a una persona era algo que no se negaba.

Dolido fue hasta las puertas de madera, y abrió la puerta pequeña, de fácil acceso, y jamás espero ver a una mujer tirada, con un providente vientre a punto de dar a luz, al agacharse junto a ella, pudo ver lo hermosa que era la doncella, y sintió pena y tristeza por ella, pues su rey la acababa de correr sin saber su condición, pero eso a él no le importo, e ignorando la orden de su majestad, le acaricio el rostro, en verdad era bella, la ayudaría y la haría entrar por los establos, ahí había paja y heno, además de fuego para que los caballos no pasaran frío, sería idóneo para que diera a luz.

-Señorita, por favor despierte - la movía con suavidad y delicadeza - por favor hágalo por su hijo que está por nacer.

Camille poco a poco abrió sus hermosas urbes violetas y si aquel soldado pensó que era hermosa, al ver sus gemas, aseguro que era una veldad, sintió algo en su corazón, como si hubiera sido amor a primera vista, sabía que no podia dejarla ahi, moriría junto con la criatura que estaba por nacer, con cuidado la levanto y la dejo entrar al castillo, pero bien sabia que nadie podia ver que habia dejado entrar a una foranea al palacio, asi que con sumo cuidado la llevo a los establos, Camille, ya no podia más, sentia que su cuerpo por simple natualeza debia y queria expulsar al bebé, el guardia llego a los establos con una muy adolorida Camille, la cubrió con unas cobijas que encontró ahí, pero sabía que no seria suficiente, la dejo en el lugar que ocupaba el caballo del gran duque, que en ese momento no se encontraba ahí, en lo que el entraba a buscar un cuchillo para cortar el cordón umbilical, sabanas o cobijas y agua caliente, así como buscar a la señora Clara, que era la cocinera, y tambien habia atendido partos de las servidumbre del palacio.

Por su parte Camille sentia las contracciones cada vez más fuerte, se habia subido el vestido y se coloco la cobija de manera que le cubriera de la cintura hacia abajo, y comenzo la ardua labor de pujar para que su pequeño ángel pudiera nacer ya.

Bastian por su parte se sentia intranquilo, algo en su ser le decia que estaba ocurriendo un gran acontecimiento en ese preciso momento, pero no sabia que era o que podria ser, y sobre todo si era bueno o malo, daba vueltas en su despacho como si fuera un león engaulado, dispuesto a no seguir ahi, tomo su capa dispuesto a salir del palacio, sentia que si se quedaba un segundo mas ahi, explotaria al grado de perder la cabeza y la poca cordura que le quedaba, asi de desepserado estaba, que no le importaba perderse entre la tormenta que azotaba afuera, con pasos firmes y certeros se dirigio a los establos en busca de su caballo. Sin embargo, casi cuando iba a llegra escucho unos gritos, que apenas se confundian en el viento a casua de la tormenta, se apresuro a llegar al lugar de donde provenian tan desgarradores gritos, se pregunto ¿Qué o quién podria ser? En ese momento recordo al soldado que le dijo sobre la mujer en la puerta del palacio y su sangre hirvio de que huberan desobedecido una orden suya, dispuesto a echar a esa campesina y demostrar que efectivamente ahora no tenia piedad y corazón, pero nadie lo preparo para lo que encontraria al entra por aquella puerta.




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