Ariel:
Llego del trabajo agotada. Me cambio por algo más cómodo y decido salir a pasear un rato al bosque. Es hermoso. Me encanta la naturaleza; me hace sentir libre.
Me adentro un poco cuando escucho una rama romperse. Entonces lo veo: un lobo. Es hermoso, blanco como la nieve, con unos ojos grises plateados que parecen brillar con la luz del atardecer.
No le tengo miedo. Nunca he sentido miedo por los animales, y mucho menos por los lobos. Le hago una señal para que se acerque, quiero verlo más de cerca. Me pican los dedos de las ganas por tocarlo.
Se acerca despacio, bajando la cabeza. Supongo que lo hace para que no me asuste ni salga huyendo. Cuando por fin está lo suficientemente cerca, extiendo mi mano y lo toco.
Una corriente me recorre desde la punta de los dedos hasta cada rincón de mi cuerpo.
Ok, eso fue raro... pero me gustó.
Sigo acariciándolo y comienza a ronronear. Es tan tierno. Le pido que se acueste sobre mis piernas, y lo hace. Nos quedamos así un rato, en silencio, compartiendo ese momento tranquilo que no quiero que termine.
Pero se levanta. Parece que ya se va. Me siento un poco triste, no quiero que se aleje.
—¿Volverás? —le pregunto.
Y, sorprendentemente, asiente. No me asusta. Sé que estos animales son inteligentes.
Me lame la cara con cariño y se marcha.
Regreso a casa un poco más relajada. La verdad es que hoy ha sido un día largo.
En la cafetería entró una persona que conozco... Luke. No me reconoció, o al menos eso parece. Llevamos bastante tiempo viviendo aquí. Ya me he acostumbrado. No quiero irme. Estoy cansada de huir.
Este lugar me ha dado la oportunidad de vivir una vida normal, y no pienso renunciar a eso.
Mi padre acaba de llegar. Le contaré lo que pasó.
—Papi, ¿cómo te fue?
—Bien, mi amor. ¿Y a ti?
—Bien, papi.
Me mira con esos ojos que siempre saben más de lo que digo.
—Dime, amor. Sé que vas a contarme algo... y por tu expresión, no es algo bueno.
—Ahhh, me conoces bien, papi. Verás… vi a Luke en la cafetería hoy.
—¿Qué? ¿Estás bien, pequeña? ¿No te hizo nada?
—No, papá. Estoy bien. Al parecer no me reconoció. Igual no lo atendí. No dejé que me viera de frente.
Su expresión se endurece.
—Cariño, esto no me gusta nada. Significa que aún nos están buscando.
—Lo sé, papá. Pero ya me cansé de huir. Me gusta mi vida aquí. Me siento normal. Y no me voy a ir. Voy a vivir mi vida como yo quiera. No dejaré que el abuelo vuelva a controlarme. Eso se acabó.
—Está bien, pequeña. No dejaré que se acerque a ti de nuevo. Seguiremos aquí. Sé que te gusta este lugar, y lo único que me importa es que tú seas feliz.
—Gracias, papi. Yo también quiero que tú seas feliz.
—Soy feliz aquí contigo, mi amor.
—Te dejo, papá. Iré a descansar.
Subo a mi cuarto, me baño y me acuesto. Ha sido un día largo. Me quedo dormida pensando en el lobo del bosque. Era tan hermoso… ojalá pudiera verlo otra vez.
Al día siguiente...
Me despierto con la estúpida alarma. Quisiera seguir durmiendo. Me baño, me alisto y salgo rumbo al trabajo.
En el camino comienzo a sentir algo extraño. Es una sensación que no puedo describir, como si alguien me estuviera observando. Me pongo alerta. Lo sé. Ya me encontró.
Giro hacia un callejón y lo espero. Esta vez no voy a huir.
—¿Qué quieres, Luke? ¿Por qué, después de tanto tiempo, siguen buscándonos?
—Señorita Ariel, yo solo cumplo órdenes de su abuelo. Él quiere que usted y su padre regresen.
—Mi padre y yo estamos bien aquí. Esta es nuestra vida, y no vamos a volver. Aquella nunca fue nuestra vida.
—Tengo órdenes de llevarlos de vuelta, por las buenas... o por las malas.
—Entonces será por las malas, Luke. Deseo una vida normal. Y si tengo que luchar por ella, así será.