Erick:
Después de conocer a mi hermosa Luna, regreso a la manada para ver a mi hermana. Me transformo. Por ser el Rey Alfa, mi ropa no se destruye al hacerlo... al menos, no siempre. Solo en los momentos en que mi instinto me domina por completo. Cuando eso pasa, dejo de razonar, de ver y de sentir con claridad.
A lo largo del territorio colocamos cestas con ropa, especialmente para los demás lobos que no tienen mi control.
Entro en mi casa y veo a mi hermana abrazada con mi beta. Gruño. Aún intento adaptarme a eso.
—¡Hermanito! ¿Cómo estás? ¡Tiempo sin vernos! —dice Alix, con una gran sonrisa.
—No seas exagerada, solo fueron unos días. No es como si pudieras estar separada de tu mate mucho tiempo.
—Mmm, es un decir... aunque también es verdad. No podría. Cuando encuentras a tu mate, se hace difícil estar lejos de él —suspira—. Lo siento, hermanito. Tú aún no has encontrado a tu Luna...
Le sonrío. Lo dice con cariño, sin saber que sí lo he hecho. Y ha valido la pena cada segundo de espera.
Ranga: Mi Luna es hermosa… y tiene unos ojos preciosos.
—Nuestra Luna —le corrijo.
Ranga: Sí, eso dije. Aunque… es extraño. Tiene cuatro aromas distintos. Según sé, los mates solo tienen dos. Aun así, huele delicioso… y le parezco hermoso.
—Sí… es muy extraño.
—¿Por qué sonríes, hermanito? —pregunta Alix, alzando una ceja—. ¡Ahhh! ¡La encontraste! ¿Verdad?
—¿En serio, hermano? —interviene Nicolás, sorprendido.
—Sí. Es hermosa. Tiene unos ojos como nunca antes había visto. Y ama a los animales. No se asustó cuando me vio en forma de lobo.
—¿No entiendo por qué habría de asustarse? —pregunta Alix.
—¿Es humana? —añade Nicolás.
—Sí, lo es.
—¿Y eso no te molesta?
—Por supuesto que no. Es mía. Podría ser vampiro, bruja, humana o loba... y seguiría siendo mía.
—Está bien, hermano —dice Alix con una sonrisa—. ¿Y dónde está mi cuñada? ¡Quiero conocerla!
—Pronto... muy pronto estará a mi lado, en su manada. Donde pertenece.
—Bueno, hermano —dice Nicolás—. Vamos a celebrar que encontraste a tu Luna… y que mi mujer está de regreso.
—Vamos —asiento.
Cenamos todos juntos esa noche. Luego me fui a descansar. Fue un día largo, pero me siento feliz. Por fin encontré a mi Luna.
Ahora sigue lo más importante: conquistarla, traerla a mi lado… tener muchos cachorros.
No la dejaré ir.
Al día siguiente, salgo al pueblo humano a comprar unos insumos para casa… aunque, en realidad, es solo una excusa para ver si la encuentro de nuevo.
Estoy caminando cuando escucho su dulce voz. Su tono me alerta.
—Será por las malas, Luke. Deseo una vida normal. Y si tengo que luchar por ella, que así sea.
Mi corazón se acelera. Me acerco de inmediato.
—¿La están molestando, señorita? —pregunto, serio.
—El señor ya se iba. ¿No es así, Luke?
—Sí, señorita… pero recuerde lo que le dije. Solo cumplo órdenes. Que tenga un buen día.
¿Qué quiso decir con eso? Tendré que estar muy pendiente de mi Luna.
Ranga: Hay que vigilarla. No me gustó nada ese tipo. Pero hoy se ve tan linda...
Mi lobo ronronea ante su imagen.
—Está bien, señorita… ¿? —pregunto, esperando su nombre.
—Ariel. Me llamo Ariel Prescott. ¿Y tú?
Me extiende la mano para presentarse. Apenas la toco, la misma corriente eléctrica recorre mi cuerpo. Otra vez.
—Erick Hunt —respondo. Ariel… qué nombre tan hermoso.
—Muchas gracias por eso, Erick. Hasta luego, me tengo que ir.
Cuando me agradece, me regala una sonrisa preciosa. Su voz diciendo mi nombre… suena tan bien.
La veo alejarse. No puedo evitar seguirla, discretamente. Necesito saber a dónde va. La observo entrar en una cafetería.
—Con que aquí trabajas, ¿eh?
Me quedo toda la mañana viéndola trabajar desde afuera.
Sé que parezco un acosador… pero no me importa.
Tengo que proteger lo que es mío.
Después de lo que vi esta mañana, ese hombre va a volver.
Y cuando lo haga… estaré ahí. Nadie se llevará a mi Luna.