Erick:
La vi antes de que ella me viera.
Desde afuera, a través del vidrio empañado de la cafetería, estaba ahí. Ariel.
Moviéndose entre las mesas con naturalidad, con esa energía tranquila y esa sonrisa que, sin saberlo, me atrapa más cada vez.
Mi Luna.
Cuando la puerta se abrió y la campanilla sonó, ella levantó la mirada.
Nuestros ojos se encontraron.
Ese instante... fue todo.
Ranga aulló dentro de mí. Mi lobo estaba inquieto, impaciente. Y no lo culpo. Yo también lo estoy. Necesito estar cerca de ella.
—Hola, bienvenido. ¿Qué deseas pedir?
Su voz. Diosa Luna… su voz.
—Hola, Ariel. Me alegra verte otra vez —dije, con una calma que no sentía. Por dentro era un volcán.
Le pedí lo que ella me recomendara. Quiero conocerla. Quiero saber sus gustos, entender su forma de ver el mundo, cada detalle. Cada cosa que la haga ser ella.
Me prepara un capuchino. Mientras la observo moverse detrás del mostrador, siento algo dentro de mí anclarse más fuerte. No solo es atracción. Es conexión. Alma. Instinto.
Me entrega la bebida y sonrió.
Hablamos. Y cuanto más me cuenta, más fascinado quedo. ¿Contabilidad y medicina? Qué mezcla tan suya. Lógica y corazón. Equilibrio. Fortaleza.
La miro. Ella también me mira. Siento que me estudia, como si intentara entenderme. Está intentando protegerse.
Y yo solo quiero que se sienta segura conmigo. Siempre.
Cuando la conversación baja su ritmo, no lo pienso más.
—Ariel… ¿saldrías conmigo?
Sus ojos se abren apenas un poco. Su reacción es tan natural que me dan ganas de reír.
—¿Una cita?
—Sí. Tú y yo. Hoy, mañana… cuando tú quieras.
Duda. Y eso me mata. Solo un poco.
Pero entonces sonríe.
—Está bien. Acepto.
Mi lobo ruge de felicidad.
Nuestra Luna nos eligió.
Salgo de la cafetería con el pecho más liviano que nunca. El mundo parece diferente. Más… real. Más brillante.
Ya no hay soledad. Ya no hay vacío.
La encontré.
Y aceptó.
Estoy por regresar a casa cuando escucho una alerta mental de uno de los centinelas.
“Erick, algo se mueve cerca del límite sur del territorio. Es humano, pero está armado. Y no parece perdido.”
Frunzo el ceño.
Vancouver tiene cazadores. Algunos de ellos trabajan para clanes... otros, peor, para organizaciones que estudian y trafican con seres como nosotros. No puedo ignorarlo.
Cambio de rumbo. Me transformo en lobo y en segundos estoy cruzando el bosque. Ranga está furioso. No por el peligro. Sino porque acabábamos de tener nuestro momento con ella, y ya hay amenazas merodeando.
—Tenemos que mantenerla a salvo —le recuerdo.
Ranga: No dejaré que nadie toque a nuestra Luna.
Llego al límite del bosque. Lo veo.
Es un hombre alto, con vestimenta de senderismo. Camuflado. Pero su postura... no es de alguien perdido. Lo observo desde las sombras. Está usando un dispositivo de rastreo.
Y entonces lo escucho.
—“La marca energética es inestable. Como si hubiera una criatura híbrida... humana pero con aura activa. No es el alfa. Es otra cosa. Algo nuevo.”
Me congelo.
¿Habla de Ariel?
¿Ella...? ¿Una criatura híbrida?
Ranga se tensa. Hay algo que no sabemos.
Y ese hombre está buscando respuestas que no tiene derecho a conocer.
Salto de las sombras. Gruño con fuerza. Él no me esperaba.
El hombre tropieza hacia atrás, pero logra tomar un arma. Disparo. Es de dardos. Tranquilizantes, por suerte. Para capturar.
No para matar.
Pero eso no me calma.
Lo ataco. No para herirlo, solo para inmovilizarlo. Quiero respuestas.
Antes de que logre presionar su comunicador, le lanzo una advertencia mental que solo los sensibles pueden captar:
“Aléjate de aquí. No te acerques a los míos.”
Lo dejo inconsciente, pero vivo. Lo oculto entre los árboles y envío una señal a los centinelas para recogerlo. Necesito investigarlo.
Camino de regreso, más alerta que nunca.
Ariel…
Ella no lo sabe, pero algo la hace especial. Más de lo que ya es. Y si alguien más lo nota, estará en peligro.
No voy a permitirlo.
Esta cita no será solo para enamorarla.
Será para protegerla.
Para asegurarme de que nadie vuelva a acercarse a ella con intenciones oscuras.
Y pase lo que pase...
no dejaré que nada ni nadie me la arrebate.