Erick:
Desde el momento en que la marqué, el mundo se siente diferente.
Más vivo.
Más completo.
Más… ella.
Su esencia vibra dentro de mí como una llama constante, que no se apaga incluso cuando está lejos.
Su voz en mi mente es una caricia.
Su risa, una melodía que se quedó impregnada en mi pecho.
Y no soy el único que lo nota.
Los guerreros la observan con respeto. Algunos con genuina admiración.
Ariel no solo es mi luna: se ha ganado a la manada con coraje, fuerza y sabiduría.
Sus entrenamientos son duros. Implacables. Precisos.
Cuando habla, todos escuchan.
Y cuando lucha… parece un poema de guerra.
Mi loba híbrida es todo lo que la diosa pudo haber soñado para un alfa.
Y más.
Esta mañana, mientras observábamos una reunión estratégica con los centinelas del norte, sentí un cambio sutil en el aire.
Primero fue su aroma…
Ese delicioso y adictivo olor a chocolate, lluvia y canela.
Pero ahora tenía una nota más intensa. Más dulce. Más… embriagadora.
Ranga gruñó desde dentro.
Ranga: Es hora.
Erick: ¿Hora de qué?
Ranga: De su celo. Nuestra luna lo ha comenzado. Prepárate… o te perderás en ella.
Mi cuerpo se tensó.
El celo.
En las lobas completas, era una semana intensa. Pero en las híbridas marcadas… la intensidad se multiplicaba.
Su cuerpo buscaría al mío con una necesidad instintiva.
Y yo… tendría que estar fuerte para resistir, proteger… y complacer.
La miré. Ella hablaba con una centinela, tan natural como siempre, pero su piel brillaba, sus mejillas estaban más sonrojadas y su respiración… ligeramente más rápida.
Lo sabía.
Ella también lo sentía.
Me acerqué a ella con pasos lentos, hasta quedar justo detrás, sin tocarla.
—Mi luna —susurré—. ¿Estás bien?
Giró el rostro, con una chispa en los ojos.
—Lo sé, Erick. Está empezando.
Dioses… su voz.
Era más suave. Más grave.
Más peligrosa.
—Iremos paso a paso —le prometí—. Cuando estés lista.
—Lo estaré —murmuró, y se mordió el labio—. Pero antes… tenemos que hablar de lo que se avecina.
Horas después, en el consejo con los líderes de escuadrón, se reveló algo alarmante:
Dos manadas aliadas habían sido atacadas en puntos clave. Sin bajas, pero con señales claras: eran mensajes.
Del abuelo.
Quiere provocar.
Medir nuestras reacciones.
Y hacernos dudar.
Pero no tiene idea con quién se está metiendo.
Mi luna se levantó ante el grupo y habló con voz firme.
—Yo conozco a ese hombre. Su estrategia se basa en el miedo y la fractura interna. Si nos mantenemos unidos, él pierde.
Además, yo puedo anticipar su siguiente paso. Entrené con él. Sé cómo piensa. Y sé… lo que haría a continuación.
Todos la escucharon.
Y yo no pude evitar mirarla con el corazón latiendo al doble.
Después de la reunión, cuando el sol se ocultaba, nos retiramos a nuestra cabaña.
El ambiente estaba cargado.
No solo por el peligro que se avecinaba.
Sino por ella.
Su aroma era más profundo, más poderoso.
Su piel, más sensible.
Y sus ojos… me pedían que me acercara.
Y yo lo hice.
Me senté junto a ella en la cama y la tomé de la mano.
—El celo será más fuerte desde mañana —le dije suavemente—. Y tú, mi luna… tú serás fuego. Pero no tengas miedo.
No estás sola. Estoy aquí para ti, para cuidarte, para contenerte si lo necesitas… o para amarte si tú lo decides.
Ella se acercó a mí, apoyó la cabeza en mi pecho y suspiró.
—Erick… no quiero contenerme contigo.
Mi respiración se detuvo.
—Entonces —dije, acariciándole el cabello—, arderemos juntos.