Ariel
El olor a ceniza y sangre todavía flota en el aire.
Camino por el interior del hospital improvisado de la manada, con el corazón encogido. Mis manos tiemblan a ratos. No por miedo. No por dolor.
Sino por lo que casi pierdo.
Papá.
Está tendido en una cama, su torso vendado, su respiración lenta pero firme. A su lado, una de las sanadoras le cambia el vendaje con cuidado. La herida no es mortal… pero fue profunda. Si Erick no hubiera llegado a tiempo con su sangre de Alfa… No quiero pensarlo.
—Papá… —susurro mientras me siento a su lado y tomo su mano—. Gracias por luchar. Por quedarte. Por enseñarme a pelear con el corazón.
Él aprieta mi mano.
Apenas puede hablar, pero no hace falta. Su mirada lo dice todo.
Ya pasó.
Pero también… apenas comienza.
Miro por la ventana del recinto. Los lobos de la manada están afuera, limpiando, reparando, ayudando. No hay lamentos, no hay rencor. Hay unidad. Hermandad.
Fuerza.
Me acerco a la salida, el viento me acaricia la piel y siento el vínculo con Erick vibrar con calidez.
Él me siente también.
No todo es caos.
Hay amor.
Y eso, en medio de tanta oscuridad… lo es todo.
Erick
Vi la guerra.
He estado en muchas.
Pero lo que vi esa noche… no fue una batalla más.
Fue una revelación.
Ariel.
Mi luna.
Vi cómo el alma de la diosa descendía sobre ella cuando se enfrentó a su pasado, a su sangre, a su sombra.
No titubeó.
No dudó.
Cuando la vi defender a su padre, entendí lo que significa ser Reina.
No es un título.
Es una elección.
Es fuerza.
Es amor feroz.
La manada se recupera.
Lento, pero firme.
Muchos están heridos, pero vivos.
Ya tenemos patrullas organizadas.
Los límites están sellados con runas reforzadas por aliados brujos leales.
He pasado las últimas horas revisando los informes, caminando entre casas reconstruidas, hablando con los niños huérfanos que ríen sin saber que casi lo pierden todo.
Y cada vez que cierro los ojos, veo a Ariel.
De pie.
Imparable.
Mía.
La abrazo cada noche desde entonces como si el mundo pudiera colapsar en un instante.
Porque ahora lo sé:
Ella es el corazón de esta manada.
Y no dejaré que nadie la toque otra vez.
El abuelo
La sangre.
Oh, la sangre.
La de ella.
La loba.
La abominación que sedujo a mi hijo.
La que parió a la aberración que me desafió.
Siempre la conservé.
Siempre supe que me sería útil.
La tengo en frascos.
Recién extraída tras su muerte, mi hijo nunca supo como, me encargue de que asi fuera, y fue todo para este momento.
Mi mayor secreto.
Mi última carta.
El ritual fue doloroso.
La bruja gritó al unirla a la mía.
Pero lo logró.
Ahora…
Ya no soy solo un cazador.
Ya no soy solo humano.
Soy más.
Más rápido.
Más fuerte.
Más oscuro.
Un híbrido perfecto.
Con la sangre de lobo.
Y el corazón del cazador.
La manada cree que ganó.
Erick cree que la protegió.
Ariel cree que me derrotó.
Pero no ganaron.
Yo los creé.
Yo los conozco.
Y esta vez…
no habrá error.
Dejarme ir fue su mayor fallo.
Y muy pronto…
lo pagarán.