El Rey y su Luna No Cazadora

capitulo 27

Ariel

Ha pasado un mes.

Un mes desde que el cielo se tiñó de fuego.
Desde que grité con el alma, desde que la sangre marcó nuestro territorio…
Desde que casi pierdo a mi padre.

Pero hoy, por primera vez en semanas, respiro.
De verdad respiro.

El aire está más limpio, las heridas han empezado a sanar —físicas y emocionales— y la manada…
La manada vive.

Papá está mejor.
Lo veo caminando por el jardín central con pasos lentos, aún apoyado en un bastón, pero con una sonrisa suave en los labios.
Le tomó semanas abrir los ojos sin gemir. Y aún más para aceptar que puede descansar un poco y dejar que otros también lo protejan.

—Te ves mejor —le digo mientras me acerco a él, ofreciéndole un café caliente.

—Tu madre estaría orgullosa de ti, pequeña —responde con voz grave, tomando la taza—. Más que yo. Y ya sabes que eso es decir mucho.

Sonrío, aunque mis ojos se humedecen.

Me ha costado procesar todo.
La batalla.
La sangre.
La marca de Erick…
Nuestro amor.

Pero ahora, entre el murmullo de las hojas y las risas de los lobeznos que corren por la plaza, entiendo que este es el verdadero premio: la paz.

Aunque una parte de mí aún está alerta, siempre mirando al horizonte.
Porque sé que mi abuelo no desaparece tan fácil.
Lo conozco.

Pero hoy no me toca luchar.
Hoy solo me toca vivir.

Erick

Ariel está más radiante que nunca.
Incluso con las sombras del pasado aún al acecho, verla reír con los niños, abrazar a su padre, recorrer la aldea con esa serenidad…
Me da paz.

Después de un mes reconstruyendo muros, casas y vínculos, por fin tuvimos tiempo para mirar al cielo sin miedo.

Esta mañana, la manada se reunió en el claro central.
Hubo comida, música, danzas antiguas bajo la luna.
Una ceremonia en agradecimiento a la diosa por la victoria, por la supervivencia, por el amor.

Y frente a todos, la tomé de la mano.

—Hoy celebramos la fuerza de nuestra manada —dije—. Pero también celebramos a nuestra reina. A nuestra Luna destinada.

Ella me miró, con ese brillo que me desarma, y asintió con una mezcla de timidez y orgullo.

Después, bailamos bajo las estrellas.
Como si el mundo nunca hubiera sangrado.
Como si solo existiéramos ella y yo.

Mi hermana y Nicolás están planeando abrir una nueva escuela para los más jóvenes.
Mi madre —la anciana beta retirada— ha vuelto a sus consejos y plantas medicinales.
Y los guerreros, incluso los más jóvenes, han empezado a sonreír otra vez.

Todo parece tan… en calma.

Pero como alfa, sé lo que eso significa:
La calma precede a la tormenta.

Y aunque no lo diga en voz alta, mi lobo lo siente también.
Hay algo… algo más oscuro que aún no ha terminado.

Pero mientras llega…
Nos amamos.
Nos reconstruimos.
Nos preparamos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.