Ariel
—Papi, necesito que me escuches… y por favor, no me interrumpas.
Sus ojos, siempre tan protectores, se posan en mí con una mezcla de preocupación y ternura. Asiente lentamente, como si ya supiera que lo que voy a decirle va a doler.
Tomo aire.
—Anoche… tuve un sueño. Pero no era un sueño cualquiera. La Diosa Luna vino a mí, papi. Me habló. Me mostró lo que va a pasar si no hacemos nada.
Le cuento todo. La visión. Las muertes. La destrucción. El caos absoluto.
Y a él.
Mi abuelo.
La sombra más oscura de nuestro linaje, convertido en algo que no debería existir.
Papá guarda silencio por un largo momento. Se pasa la mano por el rostro con cansancio, como si cada palabra que acabo de pronunciar le pesara siglos.
—Dijo… que usó la sangre de mamá, papi —susurro.
Entonces lo veo. El temblor en sus labios. La rabia contenida. Y el horror.
—Eso es imposible… —murmura—. Nadie… nadie recuperó su cuerpo. Pensé que fue destruido en el ataque.
Y de pronto, esa duda cae sobre nosotros como una daga helada:
¿Cómo obtuvo mi abuelo la sangre de mi madre?
Él alza la vista, y por un segundo veo al cazador que fue… y al hombre que amó con todo su corazón.
—Tenemos que decirle al consejo. Y a Erick. No podemos seguir ignorando esto. Si se acerca una guerra… necesitamos prepararnos.
Horas después, nos encontramos todos reunidos.
Erick, mi padre, Nicolás, Alix, los doce ancianos del consejo y los alfas aliados.
El salón del consejo huele a tensión, a miedo… y a guerra.
—Lo que mi hija vio no fue una pesadilla —dice mi padre, firme—. Fue una advertencia. La diosa misma le habló.
—El abuelo de Ariel ha creado algo que no debería existir —añado yo—. Una criatura… un híbrido entre humano y lobo, unido por magia negra. Y lo logró usando la sangre de mi madre. Sangre sagrada.
Un murmullo atraviesa la sala. Algunos se persignan. Otros niegan con la cabeza.
Una de las ancianas, una loba de manto blanco con ojos violetas, habla:
—Eso va contra toda ley natural. Contra el orden de la Luna. Solo la magia más oscura y profanada puede hacer algo así.
Mi pecho se oprime.
Siento a Erick junto a mí, su calor firme. Su fuerza.
—¿Y puede ser detenido? —pregunto.
La anciana asiente con pesar.
—Sí. Pero no será con garras ni colmillos. Solo con fuego bendecido por la Luna… y con el linaje puro que corre en ti.
La sala se queda en silencio.
Todos me miran.
Como si ya supieran lo que viene.
Narrado por Erick
Ariel está firme, aunque por dentro esté rota.
Y verla así solo alimenta mi propia determinación.
—No vamos a esperar a que él nos ataque —digo, rompiendo el silencio—. Esta vez, vamos a adelantarnos.
Miro a cada uno de los líderes reunidos.
—Quiero un plan de defensa inmediato. Alix y Nicolás prepararán a los guerreros. Caleb nos ayudará a identificar rutas de entrada. La frontera norte será reforzada. Y nadie —repito, con énfasis— nadie saldrá solo fuera del territorio.
La anciana de ojos violetas asiente lentamente.
—Hay un antiguo santuario de fuego lunar… olvidado por muchos, pero no perdido. Si Ariel lo encuentra, podrá empuñar el único poder que lo destruirá.
Miro a mi luna.
Ella también me mira.
Asiente.
Está lista.
—¿Y tú, Erick Hunt? —pregunta uno de los ancianos—. ¿Qué harás como Rey?
—Yo guiaré la ofensiva —respondo con firmeza—. Porque si esto termina en guerra… será él quien tema la fuerza de los nuestros. Y el poder de nuestra Luna.