Ariel
Últimamente me he sentido... extraña.
Náuseas por las mañanas, mareos, una sensación constante de hambre… y mi período que no ha llegado.
No quiero sonar obvia pero… creo que estoy embarazada.
Me asusta, sí. No lo voy a negar.
Pero, al mismo tiempo, me llena una emoción tan fuerte, tan pura, que me cuesta contener las lágrimas.
¿Así se siente esperar un hijo?
Ahora entiendo un poco más a mi padre. Su forma intensa de protegerme, de amarme, de preocuparse.
Las ironías de la vida… yo, que crecí a su lado, ahora estoy a punto de repetir su historia.
Solo que esta vez, con una familia más grande, con una manada que me sostiene… y con un alfa que es mi hogar.
Al salir de la empresa, no puedo más con la duda.
Voy directo a una farmacia, compro una prueba y me encierro en uno de los consultorios vacíos.
Cinco minutos.
Cinco minutos que me parecieron eternos…
Y allí estaban: dos líneas rosadas.
Positivo.
Estoy embarazada.
Voy a tener un hijo.
Lloro. No de miedo. No de tristeza.
Lloro porque siento algo tan inmenso, tan sagrado, que no cabe en mí.
¿Son las hormonas? Tal vez.
En ese momento, la puerta se abre y es mi padre.
Me ve llorando y, como buen papá, entra en pánico.
—¿Qué pasó? ¿Quién te hizo daño? ¿Estás bien?
Y ahí me da risa. Me lo imagino cuando vea a su nieto llorar por una rabieta y se alarme igual.
—Papi… vas a ser abuelo.
Sus ojos se abren tanto que por un segundo pensé que se le iban a salir.
Se queda en silencio.
Y entonces… se le llenan los ojos de lágrimas.
—Mi bebé… ya creció. Ya tiene su pareja… y ahora va a tener un bebé.
Nos abrazamos. Lloramos juntos.
Él me acaricia el cabello y me dice que mi madre estaría tan orgullosa…
Y yo sé que sí.
Me pregunta si ya le conté a Erick. Le digo que no, que lo haré esta noche.
Apenas me enteré, y quiero que sea especial.
Erick
Mi luna ha estado… diferente.
Ella cree que no lo noto, pero Ranga y yo lo sentimos.
No come igual, duerme más… y se pone sentimental por cualquier cosa.
—Hay que llevarla al hospital o con una bruja —me dice Ranga, alarmado—. Mi luna tiene que estar bien.
Y no voy a negarlo. Estoy igual de inquieto.
Ella es doctora, sí… pero esta vez se trata de ella.
Y no puedo quedarme tranquilo.
Llego a casa esa noche decidido a hablarlo con calma…
Pero la escena que encuentro me desarma por completo.
La mesa está servida con velas encendidas.
Su aroma llena el lugar.
Ella, con ese brillo en los ojos que solo aparece cuando está por soltar algo importante, me espera sonriente.
—¿A qué se debe esto, mi luna? —le pregunto, tomándola de las manos.
—Estoy celebrando… lo que viene.
—¿Y qué viene? —le digo, confundido.
Entonces desliza un papel sobre la mesa.
Lo tomo.
Lo leo.
Prueba de embarazo: Positiva
Me quedo inmóvil.
El aire se detiene.
Ranga ruge con fuerza dentro de mí:
—¡Vamos a tener un cachorro!
Mi corazón late con fuerza.
La miro.
Mi luna… va a ser madre?
Mi hijo.
Nuestro hijo.
La abrazo con todo lo que soy. La levanto. Giro con ella.
Quiero grabar este momento para siempre en mi memoria.
Una meta más cumplida desde que la encontré.
La más hermosa de todas.
Mi luna.
Mi amor.
La madre de nuestro cachorro.
La historia… apenas comienza.