La junta habla de los próximos pasos para un futuro edificio en el centro de Hermosillo. Trato de concentrarme en eso porque, lo que menos puedo ahora, es dejar de pensar en ese hombre y en el grave error que yo podría cometer si llegara a aceptar verlo. No. Ni siquiera lo he visto del rostro, su usuario incluso tiene solo una fotografía de dos niños, y él dijo que eran Constanza y Demetrio.
Media hora después, Conrado comienza a despedir y agradecer a los socios. Me mantengo en silencio sentada en un rincón anotando lo que me grabé de la reunión. Fueron solo los planes de la siguiente reunión a decir verdad, no puedo concentrarme. Maldito Macario Olivos.
—¿Anotó todo?
—Sí. —La mentira duele en la boca del estómago. ¿Y si olvidé algo importante?
—Iremos con Demetrio abajo, recogeremos unos documentos que tengo que firmar.
Comienza a caminar al ascensor y lo sigo. Entramos. El silencio vuelve a comerme completa y siento que tiemblo. ¿Y si Macario es Conrado y está probándome? Maldito sea el momento en el que rechacé la oferta. Debí haberle creado una cuenta en Tinder, la hubiera manejado yo y ahí le conseguía a la esposa perfecta. Aunque vaya en contra de mis consejos, debí haber aceptado, así no sintiera tanta presión con esto de los nombres falsos.
—¿Es mexicana de parte de quién? ¿O qué otra nacionalidad tiene?
De nuevo considero que este edificio tiene demasiados pisos o que este ascensor va demasiado lento. Muy lento.
—Mi padre es mexicano —respondo, despacio—. Mi madre es la italiana, mi acento es más latino porque me crié más aquí que allá, pero mi mamá cree que es grosero hablar otro idioma que no sea su “idioma de nacimiento” y solo con ella hablamos italiano mis hermanos y yo. Papá es un poco rejego, usa su mismo argumento, son así, ambos se entienden con ambos idiomas de todos modos.
Lo miro, y que esté sonriendo no ayuda a calmar mis nervios.
—¿Nació aquí; o de qué edad se mudó?
—Nací en Italia. Cuando cumplí los tres años, vivimos aquí hasta que tuve los doce y regresamos, luego volvimos para acá cuando tenía diecisiete.
Cuando la empresa se fue yendo lentamente al carajo.
—Luego mamá quiso regresar al único lugar que ama, según sus palabras, pero para ese entonces yo ya tenía la mayoría de edad y quería quedarme aquí a terminar la universidad.
Y también había conocido a Patricio y quería toda una vida con él.
—¿Eso lo dice en su solicitud?
—No, igual no es necesario revisarla si quiere saber de mí. Yo puedo decirle todo lo que dice ahí o lo que quiera saber. No la revise por favor.
Porque si lo hace va a descubrir que no hay ninguna Elissa Grey trabajando para él.
—De acuerdo, entonces dígame. Aún nos quedan varios pisos.
Tomo aire antes de hablar.
—Vaya, bueno, soy publicista. Me gradué en la universidad estatal.
Le cuento cómo fue ni proceso académico. Le cuento de cómo pagué la universidad y de mis habilidades destacadas. Le hablo de cómo llegué a este trabajo, sin embargo, no menciono lo que vine a hacer desde el principio y luego tuve que conformarme con que me contrataran como secretaria. Tampoco hablo mucho de mi familia.
Para cuando el ascensor llega al piso donde está Demetrio, me encuentro riéndome con él de un chiste sobre mis años trabajando para Moreno. Básicamente, dijo que el anciano era un flojo y todo lo quería a la mano. Y por supuesto, le di la razón.
—Quiero que conozcas un nuevo juego que se está implementando —me habla de tú cuando ya vamos llegando a la oficina—. Tiene que ver con lo educativo, pero puede que sepas un poco de ello y digas qué tal.
—Claro.
Entramos a la oficina. Demetrio ya tiene los papeles preparados. Conrado firma aproximadamente unos cinco. Luego me ofrece la pluma.
—Firma aquí. —Me señala una línea en un documento.
—¿Qué es eso?
Confundida, miro a mi jefe. Demetrio es el que habla.
—Es un contrato de confidencialidad donde aceptas casarte con Conrado, pero especifica que es por conveniencia y no dirás nada al respecto para la prensa. Como en esas películas sobre matrimonios por conveniencia, obvio, hay un espacio donde puedes confirmar tu precio, no te limites, dinero hay.
Doy un paso atrás, presa del pánico.
—No la asustes, tarado. —Conrado le arrebata el documento y lo fulmina con la mirada—. Es una nómina, Elissa. Básicamente trabajas para tres empresas distintas, solo firmas que aceptas el sueldo, si quieres léelo antes de firmar.
Tomo el documento y sí es lo que él dice. Siento que me dará un paro cardíaco con la cantidad quincenal.
—¡Dios mío, qué barbaridad! —exclamo en italiano y me río—. Mi mamá creerá que sí me prostituyo.
Me doy cuenta que lo digo en voz alta solo hasta que Demetrio comienza a reírse.
—Lo siento —digo y me toco la cara de la pena.
Firmo rápidamente el documento, no soy tonta, esa cantidad no creo ganarla ni en seis meses, es bellísima. Chance y la empresa familiar vuelve a lo que era. Conrado sí tiene ese dinero que yo necesito. Mierda, ¿qué sería de mí si hubiera aceptado su propuesta?
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Editado: 08.01.2025