El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 5

CONRADO

—Mamá, estás confundida. Es un error. Verás, ella no es mi novia. Lo siento por la confusión, ella es Elissa Grey, mi asistente personal.

Golpea mi cabeza con un zape una vez que deja de imitar mi voz.

—¡Debiste decir eso!

Sí, debí haber dicho eso, maldición. Pero mamá estaba contenta que solo le dije que “nos habíamos conocido en la oficina”.

—Debiste aclarar que yo no soy tu novia, mucho menos tu prometida... No vayas a acercarte a mí de nada. —Estamos discutiendo el lado de la cama en el que dormiremos—. ¿Por qué le mentiste?

—¿Por qué seguiste la mentira? —le contraataco, altanero. Me resultó gracioso que hasta me abrazó de la cintura, contenta.

Ella se ríe.

—Porque vas a pagarme por el favor. —Pone sus manos en su cintura, una en cada lado—. Porque bien puedo ir con mi querida suegra Candelaria Andere a decirle que en realidad su hijo es un solterón que recurrió a su asistente porque no es capaz de decirle que no tiene quién lo quiera como novio.

—Claro. —Me río sin ganas. Si ella supiera mis razones, apuesto que no se estaría burlando.

—Además, ¿por qué le dijiste a tu madre que mi nombre es Silvana? —Vuelve a su posición de antes; acomoda mejor la almohada en su lado de la cama.

Lo dije porque en mi cabeza ese es tu nombre, mentirosa; el único de tus nombres que me gusta. Quiero decirle pero sé que debo seguir con mi plan.

—Es un nombre bonito y ya, vamos a dormir.

Parece sonrojarse por mi respuesta.

—Elissa también lo es.

—Bueno, pues mamá no necesita saber el verdadero nombre de alguien que no volverá a ver por acá.

—Oh, vale, tienes razón… Bueno, entonces me llamo Silvana, te quiero y somos pareja. Ella lo creerá hasta mañana a la hora de la comida. Luego nos iremos a casa a deshacer esta falsa relación y todo este drama innecesario. Perfecto.

La manera en la que lo dice me hace querer sonreír, pero me aguanto. Es la segunda vez que la veo tan nerviosa y me encanta. Este mes ha hecho muchas cosas en mi cabeza, entre ellas, reconocer que Dionicia es interesante. Aun así, mi plan continúa, este desliz es para hacer tiempo.

—Exactamente así. —Le sonrío.

—Genial. Pero nada de demostraciones de afecto.

—No serán necesarias, promesa.

Asiente y después se recuesta, dándome la espalda.

—Buenas noches, ¡y no vayas a acercarte a mí! Promételo, Conrado.

—Sí, ya, perdón.

—¿Por qué te disculpas?

Voltea hacia mí, confundida. Porque no creo poder cumplirlo. Me río, claro que no le diré eso.

—Descansa.

No me dice nada y yo me quedo con su silencio para poder recostarme y dormirme. No puedo creer que llegáramos a esto por insistencias de mi mamá.

—No tengo sueño, voy a dar vueltas por el patio —anuncia y se levanta rápido—. Necesito procesar esto. Y tú ve pensando cuánto me vas a pagar, tiene que valer la pena, Conrado.

Se aleja, dejándome con una risa atorada en el pecho. De verdad me considero un pendejo e inmaduro profesional, pero tengo que admitir que a veces me encanta hacer enojar a la gente. Especialmente a ella últimamente. Su humor se vuelve más vívido y me llama más la atención. Seguramente, la esposa que me consiga, será, en venganza, igual a ella. Solo esperamos que ella acepte al menos eso. Necesito que acepte al menos eso.

Unos quince minutos más tarde, en los que no duermo ni un carajo, me doy cuenta que no ha regresado. Me la pasé viendo la habitación que Bea preparó. Me concentré en analizar y reconocer que es la que tenía cuando vivía aquí. Tiene casi todas mis cosas de la universidad y algunas fotos familiares. Dios, qué vergüenza, ella no debe ver eso. Trato de ocultar algunas cosas vergonzosas cuando el teléfono de Macario suena. Y sé, y estoy seguro, que es ella con uno de sus mensajes en Facebook.

Dionicia Silvana Alvarado: Hola, ¿estás? Necesito contarte algo...

Macario Olivos: Tu número de teléfono a cambio de tu desahogo jajaja.

Necesito ir más allá con este desorden que me he hecho, espero que me responda que me lo dará, no se me da muy bien hablar en mensajes, prefiero llamadas, al menos en cosas así. El teléfono vuelve a sonar y me quedo en ceros, sorprendido. Ella de verdad me manda su número. Mierda, ¿ahora qué hago?

Dionicia Silvana Alvarado: De verdad necesito hablar contigo, siento que me voy a morir si no te lo digo.

Macario Olivos: Dame un minuto y te llamo, no te me mueras, mi doctora corazón <3

Comienzo a dar vueltas en la habitación. No sé qué hacer, reconocerá mi voz, por Dios.

Dionicia Silvana Alvarado: Ya pasaron cinco minutos :(

Siento un nudo en el estómago y no pienso cuando marco su número y escucho cómo comienza a sonar en el patio.

—Hola. —Es la primera en decir algo—. Siento ser tan apresurada de repente. Espero que no te moleste.




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