El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 7

Hago pucheros para no llorar cuando Candelaria desaparece de mi vista para ir a tomarse sus medicamentos. No lloro, lo aguanto mucho y funciona.

—A mamá le gustan las bodas tradicionales —comenta Conrado. No le respondo, eso se notó cuando me habló del mentado vestido y de los arreglo con encajes y perlas—. Aunque no cree en eso de la conservación hasta la noche de bodas.

Lo miro, horrorizada.

—No me jodas, Conrado, ayer estaba felizmente soltera hasta hace unas horas, ¿y ya me quieres hablar de sexo?

Él se ríe. Maldito desgraciado, no es momento de su inmadurez.

—¿Quién está hablando de sexo?

Quiero pegarle. Este hombre saca mi peor lado.

—Dijiste noche de bodas, genio, ¿en qué querías que pensara; en dibujitos de pastel? —Me aseguro que Candelaria no venga antes de hablar—. No tendremos sexo nunca, ni siquiera nos besaremos.

Vuelve a reírse.

—Bien, comprendo lo del sexo. —Aclara su garganta, toma el vaso de agua en la mesa y bebe un poco—. Pero sí tendríamos que besarnos un par de veces.

—¡Claro que no! —Vuelvo a fijarme si no viene su madre. Afortunadamente no—. No voy a besarte.

—¿Y cómo haremos cuando el juez diga “puede besar a la novia”?

—Usaré las manos.

Mi respuesta hace que junte sus cejas. Su cara me recuerda a una foto que vi en la revista de donde saqué su foto para el apartado del blog. Mierda, ¿por qué tiene que verse bonito ahora?

—¿Cómo es eso? —pregunta, tratando de entenderlo moviendo sus manos alrededor de su boca.

Me levanto de un salto de mi silla y me hinco cerca de él.

—Pues así: pongo ambas manos en tus mejillas, cubriendo de paso tu boca y la mía, entre ese hueco, parecerá que nos besamos, pero no es así. —Hago lo que le digo, poniendo mis manos en su cara y me acerco—. Cerraremos los ojos, es todo.

Me quedo ahí un par de segundos. Noto que él se queda tan quieto que me doy cuenta que lo descoloqué, y también que acaba de cerrar los ojos.

Se mira tan bien así, no parece el tipo inmaduro que conozco.

Miro sus labios. No me tientes, Satanás. Cierro los ojos y me acerco, abriendo de apoco mis manos para poder llegar sin interrupciones a su boca mientras abro ligeramente la mía.

A la mierda mis argumentos.

—¡Oh, Dios, se están besuqueado! —La voz de Constanza es lo que nos hace separarnos—. ¿Qué demonios hiciste ahora, Conrado? Así no era tu plan.

Luego de hablar cubre su boca y yo, lejos de sentirme avergonzada por el anterior momento, me siento enojada.

—Verás, es una larga historia —habla Conrado pero no alcanza a decir nada porque su mamá vuelve.

—¡Oh, hija! No sabía que habías llegado ya. —Se acerca a Constanza y le da un gran abrazo—. Qué bueno que estás aquí, justo estaba pensando en llamarte para decirte que, como tú sabes organizar muy buenas fiestas, podrías organizar la de compromiso de tu hermano y Silvana.

Constanza nos ve, sorprendida. Pero luego parece burlarse de nosotros cuando habla.

—¡Claro, mami! Ayudaré a Disi querida con la despedida de soltera! Será muy divertido, ¿no, cuñada?

Siento que acabo de cavar mi fin. Ella también sabía quién era yo.

***

Regresamos a la ciudad cuando está por anochecer. Todo ha sido un desastre descomunal. Me siento tan estúpida por todo, principalmente por aceptar hasta ahora lo que Conrado quería. Durante el camino solo puedo pensar que debí haber aceptado buscarle una esposa yo desde que me lo dijo por el blog.

—¿Cuál es tu dirección?

Lo miro unos instantes antes de decirle, mi voz suena ronca, la garganta la traigo lastimada de tanto llorar anoche y ahora mismo que no paro de hacerlo ya que sí tengo la libertad de llorar a mi gusto. ¿Me saldrán las lágrimas de los últimos cinco años? Parece, porque soy un condenado grifo ahora mismo.

La tarde fue desastrosa, mucho más cuando Demetrio también apareció con su novia y esta comenzó a hablar de la despedida de soltera y la noche de bodas cuando estuvimos en un punto a solas. Lloré a medio camino, ignorando a Conrado, ignorando incluso el hecho de que no soporto que me vean llorar o que me encuentren débil. Pero no puedo dejar de hacerlo. Y agradezco que Conrado no me juzgue, no me llame “niña” por hacerlo, que ni siquiera pregunte, solo trata de calmarme con una palmada en el hombro aun cuando sé que él no está bien, me lo dijo cuando suspiró aliviado de que volveríamos a la cuidad. Yo amo a mi madre y no sé qué sería de mí si la pierdo así tan repentinamente. O en el caso de Conrado, saber exactamente cuándo la voy a perder. No puedo ni imaginármelo porque es doloroso.

Llegamos al edificio y se ofrece acompañarme. Nunca supe si me negué o acepté, pero sé que me sigue incluso hasta cuando voy subiendo las escaleras y me llega a la mente todo lo que tengo en casa.

¿Qué más da? Ya sabe de Disi, ya sabe que tú creaste toda esta porquería cursi. ¿Qué importa que vea todo?.

—Tengo cada pared de mi casa con planes del blog y de trabajo —advierto de todos modos mientras me agacho a buscar las llaves de la puerta en el macetero que tengo a lado de la puerta—. Hay una pared con tu nombre y no quiero que la veas. Ya puedes irte, gracias por traerme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.