El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 8

Recuerdo que, cuando terminé con Patricio, lo único que hice fue abrir una botella de la Diosa del vino, sentarme en el balcón a bebérmelo mientras miraba el atardecer. Luego me reí. Mucho. Después comencé a escribir en un cuaderno todos los errores que había cometido estando con él. Desde perder mi dignidad, nunca decir qué me molestaba, hasta cuántas veces debí detenerlo durante el sexo porque era doloroso e incómodo. Al final me quedé dormida, me había terminado la botella de vino y con los días nació el rincón de Disi, el rincón de una mujer que odió cada segundo de una relación insana, pero nunca entendió qué estaba mal hasta que el mayor daño ya estaba hecho.

Después sané.

No, después entendí que el único amor que podría servir en mi vida era el propio. Todo, cuando vi a Patricio con alguien más... Con su siguiente víctima.

—Entonces te vas a casar con Conrado, nuestro jefe. —Mariana me ve a mí y luego a Constanza, muy confundida—. Y se supone que esta invitación a tu casa... Por primera vez, debo agregar, ¿es una pijamada para preparar tu fiesta de compromiso? ¿Así me la sueltas; sin anestesia? Ah, gracias, amiga.

Está indignada.

—No te enojes con ella. Es una historia larga y graciosa —dice Constanza mientras acomoda algunas cosas de las botanas antes de que llegue Penélope.

Yo solo estoy encogida en el sofá, comiendo chocolate en barra que tengo en mi mano izquierda, mientras que en la derecha tengo una copa del vino de mamá.

—Resulta que mi hermano es un pendejo profesional —comenta, riendo—, y se le ocurrió la ingeniosa idea de, en lugar de ir a Tinder a buscar pareja, fue a pedirle a Disi que le consiguiera una esposa por conveniencia, como en películas y todo.

—¿Y Silvana qué tiene que ver en esto? ¿Disi logró unirlos, dices? ¿Disi fue su casamentera?

Constanza me ve a mí y luego a Mariana, al final solo me ve a mí, confundida.

—¿Mariana no sabe que tú eres Disi?

—¿Eres Disi? —Suelta un bufido, como harta de saberse engañada—. Claro que no, es chiste, ¿verdad?

Tomo un gran trago de vino antes de hablar.

—Bueno, Di es de Dionicia... Ese es mi primer nombre, y Si es de Silvana, ¿sorpresa? —Alzo mis manos, fingiendo que en verdad quería sorprenderla, cuando por dentro siento que me odiará por no decirle antes la verdad—. Soy la creadora de ese blog de consejos de amor. ¿Nunca analizaste por qué siempre cambiaba el tema cuando hablabas de Disi?

En lugar de verme enojada por mi confesión, parece muy emocionada de saberlo, su ánimo cambia rápido. Luego, confundiéndome todavía más, saca su teléfono y teclea antes de ponerlo en su oído.

—¡Cariño, Silvana es Disi!

¿Cariño? ¿Tiene pareja?

—Sí, me lo acaba de confesar —dice a quien sea que esté del otro lado de la línea y espera—. ¿Que por qué le creí? Pues porque dice la verdad, la conozco, tontito, ¡tú igual! Y ahora tenemos a quién agradecerle... Sí, yo le digo, tengo que colocar. Te quiero.

Una vez que deja el teléfono de lado, me mira con la sonrisa muy grande.

—¡Gracias! —Se lanza a mí, abrazándome mientras chilla. Esa actitud es tan rara de ella—. Gracias a ti ahora tengo un maravilloso novio... Y bueno, ¡es Elías!

—¿Qué? ¿Cómo pasó? —La noticia me sube el ánimo un poco—. ¡Cuenta!

Me acomodo mejor en el sofá y la invito a sentarse a ni lado al igual que a Constanza. Ambas, nos ponemos atentas a su historia.

—Es gracioso, fue hace tres semanas. Estábamos en la oficina, leyendo un testimonio de Disi y, mientras hablábamos de nuestras futuras parejas ideales, él dijo “¿qué tal si salimos esta noche y vemos si pescamos algo?” —Se cubre la cara, riendo—. Fuimos a un local de tacos en el centro. Nos pusimos en plan “oh, mira aquel chico” “Oh, aquella chica es bonita” hasta que apareció la mesera con nuestra comida y le dio a Elías un papel con su número de teléfono y a mí me miró con cara de asesina, todo raro, hasta me aventó el plato en la mesa la desgraciada. Mientras le aconsejaba a Elías guardarlo y llamar, ¡que llega la dueña del local a arrebatarle el papel a Elías!

Se ríe junto a Constanza, yo solo puedo sonreír de imaginarme lo feliz que se siente ahora que me muestra tantas emociones con su cuerpo, saltando y moviendo las manos.

—Nos dijo “una disculpa, esto no estaba en la orden” yo no entendía nada hasta que me dijo a mí “la comida suya y la de su novio es gratis, lamento la grosería de mi hija”. —Se seca las lágrimas de tanto reír—. Silvana, fue tan espontáneo, te lo juro por Dios, me dijo “ella cree que somos novios” y yo le dije “sí, qué raro, y mira, la chica me ve con coraje” porque la tipa me miraba como si quisiera golpearme. ¡Y Elías tuvo la ingeniosa idea de besarme en ese instante para que ella dejara de vernos así! Obvio que lo seguí, porque, Dios, ¡tiene unos labios tan suavecitos!

—Qué divino, ese tipo de labios te dejan con las piernas temblando —comenta Constanza y no soy capaz ni siquiera de darle la razón. No tengo idea de eso, Patricio tenía labios... No, afortunadamente ya no recuerdo sus labios. Sonrío de solo pensarlo.

—Totalmente —acepta mi amiga—. Y bueno, cuando terminamos de cenar, íbamos caminando a mi casa, todo se sentía raro, ninguno podía decir ninguna palabra. Pero cuando llegamos a casa, él habló. Dijo “Mariana, ¿y si lo intentamos? No digo que seamos pareja desde este momento, pero podríamos salir". Yo creyendo que nuestra amistad se había ido al carajo y él analizando por qué no me había besado antes. Salimos por días, siguiendo los consejos del blog con respecto a nosotros mismos. ¡Fue perfecto! Hace apenas semana y media que somos novios oficiales. ¡Lo quiero tanto, Silvana! Es el hombre de mis sueños.




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