El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 11

El nuevo lugar favorito de mi casa para mí, es la cama. Bueno, siempre y cuando Conrado esté en ella desnudo y abrazándome, por supuesto. Como lo está haciendo ahora. Es mi lugar feliz en este momento. Lástima que todo por servir se acaba y el tiempo ya se terminó.

—Ya debes irte, ¿no? —Me levanto un poco para poder verlo a la cara. Tiene el ceño fruncido—. Digo, seguramente tienes planes para hoy.

Me siento repentinamente nerviosa. Incluso me da cosa que me vea desnuda. Se ríe.

—Por supuesto que tengo planes para hoy. Bueno, solo tengo un plan. —Hace que nos inclinemos para poder sentarnos, recargados en el respaldo de la cama pero sin dejar de abrazarnos—. El plan es desayunar contigo, de ahí meternos a bañar juntos y finalmente volver a la cama para estar de nuevo dentro de ti. Riquísimo plan.

La vergüenza aumenta y siento que las mejillas se me calientan horrible. Maldito seas, Conrado Andere, tú y las mariposas en el estómago que me provocas.

—¿Aceptas? Yo hago el desayuno, soy un gran cocinero.

No sé qué responderle, sin embargo, asiento, viéndolo a los ojos. Me encanta cómo me ve. Creo que nunca debí hacerlo venir anoche, por Dios. No quiero que me encante cómo me ve, mucho menos que me emocione saber que volveremos a tener sexo.

Conrado se levanta justo después de dejarme un beso en la frente para luego ponerse sus bóxeres e ir directamente a la cocina. Yo me quedo con las ganas de llorar que, muy a mi pesar, decido aguantarme.

No voy a llorar. No quiero llorar.

Me levanto, suspirando. Pasará, supongo, o al menos eso espero. Pero debo aceptar que no me siento tan mal después de todo.

Noto que la camisa de Conrado está en el suelo y mi instinto es levantarla y simplemente ponérmela. Huele a él.

Solo no pienses más, me digo. Espero no hacerlo al menos por unas horas.

El desayuno lo pasamos hablando de cosas sin sentido. Todo me resulta tan tranquilo, pero, cuando menciona que sigue el baño, vuelvo a ponerme nerviosa.

—¿Vamos? —Me extiende la mano.

No lo hagas, me digo a mí misma en la cabeza, no obstante, analizo; sí quiero hacerlo, todas las veces que se puedan quiero hacerlo.

—Claro que sí, vamos. —Tomo su mano y juntos vamos al baño.

Una vez ahí, él abre la llave de la regadera y luego se gira para besarme mientras me desabotona la camisa lentamente. Sus labios saben tan bien, caray.

Nos hace meternos bajo las gotas del agua. En ningún momento deja de verme y sonreírme. Es un Conrado completamente nuevo y distinto para mí que me preocupa que me guste todavía más de lo que ya lo hace.

—Creo que la puta cama va a tener que esperar —dice y me agarra una nalga, apretándola y haciendo que me pegue más a él—. Bésame, mi doctora corazón.

Me muerdo los labios para no reírme de su voz y de la sensación de saber que ya está completamente excitado. Asiento y sin más me uno a él como anoche.

Nada puede ser para siempre, y aun así, hay que disfrutar cada segundo.

***

Y Amelia dijo que vendrían antes de la Vendimia y que traería algunas uvas de su terreno, ¿no es maravilloso? —Mamá se escucha tan feliz al teléfono el lunes que mi felicidad se mezcla tanto con la suya—. Este año estará muy bello, ¿ya estás segura que vas a venir?

Sí, mamá —respondo mientras entro al ascensor para ir a la oficina—. Estaré allá unos días antes de que empiece, por cierto, ¿puedo llevar a alguien?

No puedo creer lo que escucho. ¡Por mi Dios! —La felicidad sigue en aumento—. ¿Es acaso un novio?

Me muerdo los labios. Mamá nunca se enteró de lo que había pasado con Patricio, no se lo quise decir, sin embargo, sí le dije que ya no estaba con él. Desde entonces, siempre ha pedido que lleve a un novio a la Vendimia, y que además disfrute de lo bonito de una relación, según sus propias palabras.

Por un segundo creo que no debería decirle. Sin embargo, ¿cómo voy ocultarlo si ya estaré casada para cuando vaya?

Mamá, tengo algo que decirte. —Falta un piso para llegar a la oficina—. No es un novio. Más bien es mi prometido, me casaré. ¡Tengo que colgar, ya llegué al trabajo! Te amo.

Le cuelgo cuando el bing suena, antes de que mamá grite. Aunque sé que sí lo está haciendo ahora. Lo confirmo cuando me llega un mensaje.

¡Qué felicidad! No me habías dicho que tienes novio. ¡Y ya te vas a casar! Pero por supuesto que puedes traerlo, ¡ya lo quiero conocer!

—¡Hola! —Me recibe Constanza con una sonrisa y un abrazo. Pensé que seguiría mal con lo del sábado, pero creo que el domingo le sirvió para calmarse. Su historia me recordó a un testimonio en el blog muy triste y, tras hacerla recordar, supuse que aún estaría mal—. Buenos días, espero que te sientas mejor.

—Lo estoy —digo sincera y sonriendo, mucho más de lo que debería—. A trabajar.

Ella mira a Conrado y a mí de manera extraña y luego asiente. Yo miro a Conrado. También trae una sonrisa que trata de disimular, viendo unos documentos.




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