El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 13

CONRADO

Después de Tamara, me metí en mi propia burbuja. No, no voy a decir que fue mi primera experiencia en relaciones y que arruinó mi ánimo de intentar o que soy un ser sin corazón como los de los libros, de esos con pasados oscuros que se quedan con la protagonista, la enamoran, la dañan y luego dicen que no pueden sentir lo mismo porque bla, bla, blá.

Sí, tuve otras novias antes, pero he de admitir que Tamara fue la primera mujer con la que estuve a punto de hacer la cursilería de planear una elegante cena, mostrarle un brillante anillo y pedirle matrimonio.

Y lo hice... Bueno, solo compré el anillo, pero nunca hice esa cena ni se lo di. Lo iba a hacer un sábado, tenía todo planeado. Pero entonces, una semana antes, ocurrió lo de ella y Adán.

Guardé ese anillo en mi armario, en un rincón de abajo. Lo tenía ahí por dos cosas: porque era un recordatorio, y porque consideraba que deshacerme de esa joya, me haría darle importancia. Bueno, tenerlo ahí, fue un grave error.

—Tamara era la mujer a la que iba a darle ese anillo —digo, suspirando. Me frustra un poco saber que la había puesto contenta algo que me apena confesarle, sin embargo, debo decírselo, de verdad ella no merece ese puto anillo, merece todo lo bueno, merece algo especial.

Aunque no me lo pregunte sé que quiere saberlo todo, y yo quiero decirle todo.

Me mira sin saber qué decir.

—También es la razón por la que no quiero una relación con nadie.

Esa confesión provoca una reacción en ella. Una que recién conozco: está decepcionada. ¿De mí?

Por supuesto que de mí.

—¿Entonces para qué me diste ese anillo a mí?—Suena dolida—. Ah, ya, un acto de inmadurez, cierto. Había olvidado que eres un infantil.

—¡No, no! —No quiero lastimarla—. En realidad solo me quería deshacer de él.

Mal uso de palabras.

—Oh, mira, entonces elegiste que se lo darías a la idiota más cercana, ¿no? —A pesar de sus palabras, en lugar de enojada, parece demasiado avergonzada y decaída: le he hecho sentir mal.

—Fue algo estúpido pero...

No me deja hablar.

—Entonces te arrepentiste porque tuvimos buen sexo, así que, para enmendar tu error, compraste otro anillo.

Carajo, no es así. Compré este anillo el lunes, cuando iba de camino a la editorial. No fue porque estuviera arrepentido de haberle mandado ese anillo, aunque admito que ahora lo estoy, no lo compré por eso. Ni siquiera sé por qué quería comprarle uno, quería comprárselo y ya. Es más, no tenía idea de que se le iba a ocurrir usar el azul, no se lo di formalmente como un anillo de compromiso.

—No es eso...

Otra vez no deja que termine.

—Me quiero ir a mi casa.

La situación va de mal en peor. ¡No era mi maldita intención hacerla sentir mal! La estoy cagando. No quiero cagarla. Con ella no.

Yo pensé que solo con intercambiarle el anillo solucionaría mis problemas. Quería que tuviera un anillo que no significara una desgracia para mí. Incluso la perla azul me da náuseas, me abrumó verla en su dedo y que sonriera cuando me lo mostraba, deseaba quitárselo en ese instante.

—Silvana, por favor.

Siento que lo arruino cada vez más cuando ella se aleja.

—Sí, por favor llévame a mi casa, Conrado. No quiero estar aquí.

Parece como si fuera a llorar. Me siento todavía más idiota.

Como puedo, busco la caja del anillo rosado en mi saco que ahora está en el suelo. Y hago lo posible por acercarla de nuevo a mí y la siento de una en mis piernas. Tomo su mano cuando saco el anillo de la caja.

—Cásate conmigo. Tú cásate conmigo, Silvana. Este anillo es tuyo. Es el que mereces, que compré exclusivamente para ti. Lo elegí yo mismo, es rosa, tu color favorito, como tu rincón, lo compre pesando en ti, en tus consejos. Lo elegí yo mismo para ti porque tú eres la que se va a casar conmigo, nadie más —digo, jugando una carta que temía usar; la de la verdad—. Tamara... Tamara nunca vio este puto anillo.

Arrojo al suelo el anillo azul.

—Nunca se lo di porque cuando planeaba dárselo, ella me engañó con mi mejor amigo. —Sigo hablando con nada más que la pura verdad—. Respeté su relación. Te parecerá absurdo, pero se los aplaudí hasta el puto momento en el que se casaron y supe que iban a tener un hijo. Me dio igual después, pero guardé ese anillo como un recordatorio: no volver a comprarle un anillo a nadie.

—Pero me compraste uno a mí, ¿por qué?

Veo lágrimas caer por su rostro, pero no hace ningún ruido más que un suspiro.

—Porque no mereces llevar un mal recuerdo mío en tu dedo. —Tomo su mano izquierda y le coloco el anillo en el anular—. Tu anillo de compromiso debe significar algo bonito.

La beso porque ya no sé qué decir o hacer. Quiero que perdone mi estupidez. Quiero besarla, tenerla así por mucho tiempo. Quiero que sonría, que se ría, que sea la mujer más feliz del mundo.

¿Será que siento algo más grande por ella?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.