El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 14

DIONICIA

Marcela Grand pasó un verano con Renato Evans en Venecia. Tuvieron sexo día tras día, o si no, iban de paseo y convivían.

Ambos se conocieron de casualidad días antes de su viaje, ninguno tenía idea que coincidirían. Marcela decidió ir a Venecia para sanar sus heridas luego de la pérdida espontanea de su hijo y Renato quería liberarse de ser juzgado por su familia tras ser abandonado por su novia.

Sí, suena muy específica a nuestra realidad.

Quizás debí ir a Venecia cuando pasó lo de mi hijo.

O quizás a un psicólogo.

No, mejor debí irme con mamá a decirle todo y que ella me ayudara a sanar. A veces la familia también sana.

O a lo mejor debí rechazar el anillo de compromiso, fingiendo que no me lastimaba que me dijera que me había dado el anillo destinado a su ex.

No debí decirle que me gustaba.

No debí llamarlo el sábado estando ebria.

No debí aceptar trabajar con él.

Ya sé, debí haber sido una casamentera, descargarle Tinder y mandarlo al diablo cuando le consiguiera a una novia interesada en su dinero.

Porque de lo que estoy segura, es que no debí nunca pensar en él más que como un jefe o un desconocido al que le respondía correos.

Marcela al menos le dijo a Renato que lo amaba, pero que primero había entendido que necesitaban sanar heridas antes de necesitarse mutuamente y él le dijo que necesitaban estar juntos para enseñarse a sanar.

Yo no hice ni creo poder hacer eso. Conrado menos.

—No te entiendo para nada. —Mariana me tiende otro pañuelo y Elías soba mi espalda, tratando de calmarme. No puedo dejar de llorar. Ya no.

—Silvana —habla Elías—. No te pido que pares de llorar, pero deja que entendamos un poco sobre esto: estos días estuviste contenta, cuando te mostré la portada de tu libro, saltaste de felicidad y hasta abrazaste a Conrado porque estaba a tu lado, y él celebró contigo, te besó en la boca. Pese a que dices que es un matrimonio por conveniencia, ambos parecen una pareja digna de todos esos testimonios que me inspiraron a decirle a Mariana lo que sentía por ella desde hace años. Se miran enamorados, tan enamorados que estoy deseando que ya llegue el próximo sábado para ir a su boda y verte completamente feliz, ¿qué pasa con ustedes? No, ¿qué es lo que pasa contigo?

—Han pasado estas tres semanas juntos, con los preparativos, de paseos, duermes en su casa a veces y hasta salieron en la revista de empresarios famosos anunciando el compromiso. ¿Has visto cuantos dientes muestras en la foto? Yo no sabía que podías sonreír tanto.

Sí los vi. En esa foto parezco otra persona, incluso he llevado más de una vez el cabello suelto. En esa revista, decidí salir así.

—Ahora: ¿por qué, después de mostrarnos a todos cuánto amas a ese hombre, estás tan mal?

Tiene razón. En estas semanas, hemos hecho de todo. Me llevó a AleAndere de nuevo y me mostró algunos planos para una escuela. Me llevó al orfanato a conocer a los niños. Por cierto que cuando volvimos a casa lloré mucho y él me consoló hasta que me quedé dormida. Ver a tanto niño pequeño, me llenó de muchos hubieras y, en cuanto salimos de ahí, ya estaba hecha un mar de lágrimas.

—Es así: él no quiere una relación, yo tampoco —digo. Escucharme decirlo en voz alta hace que haga una mueca. Ni tú misma te la crees—. Pero... Ya no sé. No quiero seguir con esto más, duele, y siento que me volví una llorona.

—Es un descargo, amiga. —Mariana me abraza—. Estás llorando todo lo que no lloraste antes, los recuerdos se mezclaron con tus nuevos sentimientos y están saliendo. Crees que están mal, basándote al pasado. Estás negándote a ti misma a cosas que tú misma nos enseñaste: ser valiente y enfrentar. Ser paciente e intentar de nuevo. Y estás desesperada y con miedo. No es muy Disi de tu parte.

Me río entre lágrimas. En las últimas semanas, son los únicos dos consejos que no he seguido del blog. Aunque tengo que decir que la verdad los he seguido sin darme cuenta.

Ya me expresé con lo que no me gusta: el tema del anillo. Esa tarde, cuando salimos del trabajo, me llevó a casa. Todo continuaba incómodo para mí, pero él parecía querer intentar calmar las aguas con todo a su alcance, sin embargo, ya le había dicho cómo me sentía.

Hablamos:

—De verdad lo siento. —Puso su mano en mi cara. Acabábamos de llegar a la oficina en ese momento y estábamos esperando a Elías quien se emocionó cuando le dije que publicaría uno de mis libros y él haría mi portada—. Le pedí a Bea que, antes que Demetrio las recogiera para volver a casa, revisara la habitación, buscara el anillo y lo tirara a la basura.

—Eso me da igual —dije. Estaba enojada pero me sentía agotada, así que mi voz había sonado más como desinteresada, lo cual era bueno para mí que él creyera que de verdad me daba igual—. Me vale madre qué hagas con ese anillo, sinceramente. Me hiciste sentir humillada, Conrado, ese es mi problema. Es grosero que le des a tu futura esposa un anillo que era de tu anterior pareja. ¿Te hubiera gustado que yo, no sé, te hubiera dado alguna alhaja que hubiera sido de Patricio?

Lo agarré en curva, lo noté. Mis palabras lo descolocaron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.