El rincón de Disi (en físico)

CAPÍTULO 17

DIONICIA

Envío el mensaje, una vez que salgo del aeropuerto y me subo a un taxi, de paso vuelvo a apagar el teléfono; no quiero que Elías me responda y mucho menos nadie trate de comunicarse conmigo, al menos no por ahora.

Haber dejado todo... Fue difícil, al menos ahora todo irá mejor, pero he de admitir que duele.

¿La razón? Bueno, es una gran razón; pero quedarme con un hombre que no cree que pueda estar con él sin pensar en que lo engañaría, no tenía caso. Iba a decírselo, lo juro, pero, ¿para qué? ¿Para que desconfiara con más ganas? No sé, cuando me dijo que seguro lo estaba engañando, pensé en esa posibilidad y me callé.

Renuncié porque no quería trabajar en el mismo lugar que mi esposo... Al menos eso quería decirle, que lo amo, que quería estar con él el resto de mi vida, pero también quería que entendiera que quiero generar mi propio dinero, no quiero depender de él. Lo pensé, pero luego me arrepentí, no quiero depender de nadie. Renuncié porque merezco ser algo más que una asistente; quiero ser algo más que una asistente.

Iba a decírselo, maldición, estaba por decírselo cuando me soltó tremenda estupidez y no pude.

Aunque sé perfectamente que algún día se lo tendré que decir. Digo, no lo sé, por el momento no quiero pensar en los escenarios, pero sé que algún día, al menos si sigue sin tener pareja, de mi boca saldrá la verdad.

Conrado, tuve un hijo tuyo, este es nuestro hijo.

Suspiro. No, de verdad por el momento prefiero pensar en otras cosas que no sean saber que estoy embarazada de un hombre que no puede quererme porque tiene miedo.

Mariana tenía razón después de todo, ¿eh? Yo ya estaba embarazada, me enteré el miércoles, nuestra primera vez sí hizo de las suyas, la píldora falló. El domingo, en el funeral de Candelaria, tuve un mareo, y el lunes las náuseas se apoderaron de mí. Ya había pasado por eso, así que, una vez que alejé todos mis miedos después de llorar, fui al médico.

Y ahí estaba plasmado en el papel: positivo.

El jueves fui a su casa a cuidar de él como lo había estado haciendo desde que llegamos del cementerio, preferí esperar a que se sintiera mejor para poder hablar claro de una vez. Qué mal que se le soltó mal la boca. Ahora, todo ha vuelto al principio. Al momento en el que estoy soltera, con la gran diferencia de que ahora ya no estaré más sola. Una de las cosas que le agradezco mucho a Conrado.

Una vez que bajo del taxi, me paro frente al gran portón de la hacienda. Inspiro profundo, aguantando todo lo que siento. Huele tan bien este lugar.

—¿Señorita Alvarado? —La voz de Gian, el chófer de la familia, me hace voltear hacia atrás. Le sonrío al anciano y luego este se me acerca, emocionado—. Bienvenida. ¿Qué tal fue su viaje?

—Estuvo tranquilo, gracias, Gian, ¿sabe si está mi familia acá?

—No hay nadie aquí. —Me sonríe y me señala el viñedo—. Andan cosechando para la Vendimia y su madre anda en la fábrica, ¿quiere que la lleve?

Gian me lleva a la fábrica en el auto familiar, acepté porque no tenía ganas de caminar hasta allá aunque me quede cerca. Todo está funcionando extrañamente normal, de hecho, creo que hay más gente de la que se supone que debe haber, al menos en los últimos años. Entro por la puerta de la oficina de mamá para buscarla. Está hablando por teléfono cuando la encuentro, se gira un poco y entonces se da cuenta de mi presencia.

—Hanna, te llamo luego, ¡mi Dionicia ya llegó! —Le cuelga a su asistente y lo primero que hace es abrazarme. Necesitaba tanto un abrazo de mamá, sin embargo, aunque mis sentimientos estén a flor de piel, no me pongo a llorar.

—Hola, mamá. Te extrañé.

—Yo también, mi niña. ¿Qué tal tu viaje? —Nos separamos—. ¿Dónde está tu prometido?

No sé por qué esperaba que no preguntara por él, ni siquiera dije que ya no nos íbamos a casar. Mucho menos le había dicho fechas, le oculté mucha información a decir verdad.

—Vendrá pronto, se quedó por unas reuniones de trabajo —miento más en cambio, por ahora no quiero que sepa la verdad. Mamá acepta la mentira—. Por cierto, ¿por qué hay tanta gente en la empresa?

Mamá no puede contener su emoción.

—Mi niña, sucedió un milagro divino. —Me invita a salir de la oficina para ir a ver la producción—. Nos contactó un fanático del vino, ¡nos dio la cantidad que faltaba para volver a levantarnos! Ahora tendremos un nuevo socio, dijo que vendría a la Vendimia a firmar los debidos contratos. Ya Nuria nos está redactando los documentos legales y todo.

—Vaya.

Genial, ¿no? Bueno, no, yo quería logra eso, pero en cambio terminé echando todo a perder.

No, claro que no eché a perder nada, pasa que me dejé de estupideces y aprendí que el dinero no compra esa clase de felicidad.

—¿Ya compraron todo entonces?

—Sí, incluso contratamos más trabajadores para la cosecha, hay bastante trabajo que hacer ¿puedes creer que hasta Armando está ayudando?

Mi hermano nunca hace eso. Siempre detestó ir al viñedo aunque fuera solo a caminar, así que sí, es un milagro divino.

Mamá me lleva al viñedo a ayudar. Cortar los racimos me ayudan a distraerme por lo que dejo de pensar un rato. Todo es tan calmo aquí, tan ligero. Nada me perturba, nada me hace llorar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.