El rincón de Disi (en físico)

EPÍLOGO

—Escribe, escribe: Mariana y Elías se casaron.

Me río y escribo en mi computadora eso, con mis propias palabras, dándole drama. Mariana finge estar inspirada.

—Luego pones ahí una confesión de embarazo bien romántica como la de ustedes.

La miro en automático. Ella se ríe como tonta.

—¿Qué? —Actúa como si no hubiera dicho nada. Achico mis ojos—. Bueno, como ya no vas a publicar nuestro testimonio en el blog, quiero que al menos me ayudes a decirle a Elías que estoy embarazada con eso, me enteré justo hoy. Además será el libro de nuestra historia de amor escrita por la reconocida autora Silvana Montibello.

—En realidad no soy reconocida autora aún.

—Pero ya vas por tu segunda edición de la historia de Adele y todo el mundo habla de ti.

—No exageres. —Me río mientras termino de escribir—. Me reconocen más por ser la imagen de la Diosa del vino.

Le señalo el vino en mi estante, donde aparezco bailando en el lagar hace tres años, cuando la empresa resurgió, papá me tomó una foto desprevenida y, luego de muchas quejas, acepté que la usaran como nueva imagen.

—Pero la gente dice “la autora que sale en la Diosa del vino”, no dicen “la fulana que sale en el vino”, al menos saben que escribes. —Pongo los ojos en blanco pero me río—. Pero lograrás más, tonta, sacaste a la empresa de tu marido de la quiebra porque ya vendiste muchas copias de la serie, y yo digo que, si haces una historia sobre el rincón de Disi será un éxito.

—Ni hablar.

En realidad sí lo estoy considerando...

—Bueno... ¿Ya acabaste?

—Falta corregir, dame cinco minutos.

Cuando termino de corregir el documento, imprimo las diez hojas y Mariana no espera, las va tomando de una en una para acomodar y engramparlas con la hoja donde le improvisé una portada con el título “Un beso a cambio de mil”, que me pidió que le pusiera, porque, según ella, desde el primer beso que se dieron en el local de tacos, no quería dejar de besarlo nunca.

Me levanto cuando por la ventana la veo salir por completo de la casa. Me recargo en el umbral y suspiro, amo a esta mujer, es la mejor amiga que pudiera tener.

—¿Ya se fue? —Conrado aparece con nuestra hija en brazos cuando estoy terminado de recoger todo—. ¿No se queda a cenar?

Niego, acercándome a ellos. Tomo a mi hija en brazos y le beso la mejilla. Luego beso a mi esposo.

—Solo me pidió que le escribiera una historia, su historia de amor con Elías. Díez hojas completas de drama.

—Interesante, ¿y me darás spoiler?

—Mariana está embarazada. —Me río—. Quería una confesión original como la nuestra, dijo, así que va a ir con Elías a mostrarle su “libro” donde el final dice eso.

Caminamos para ir al comedor. Siento a Sofi en su silla y luego lo hago yo junto a ella, justo frente a Conrado.

—¿Y nosotros? —pregunta él—. ¿No tenemos historia dramática de amor?

—Claro que sí, no está escrita, pero existe.

Doy el primer pinchazo al puré de papa que hizo Conrado y procuro que Sofi también lo haga.

—Se llama “La cupido de tianguis y el casanova de a peso”. —Escucho su magnífica risa—. Todo inicia por un correo bien castroso y termina en una boda en Italia, recuerda que nos casamos al cuarto día de la Vendimia.

Él lo sugirió, después de hablar largo y tendido sobre nosotros. Y, aprovechando las celebraciones, terminamos por casarnos, nuestro marco perfecto fuimos él y yo en una fotografía, posando al lado de una pérgola, yo con mi vestido blanco con listones guindos y mi cabello lleno de flores y él con una camisa blanca y pantalones cafés con correas puestas hasta sus hombros. Mamá insistió que nos vistiéramos así y yo estaba más que feliz. Llamamos a sus hermanos y pudieron acompañarlos, fue todo maravilloso.

—Eh, pero si ahí no termina la historia —se queja, señalando a nuestra hija—. Después de pasar una semana en Italia de luna de miel, volvieron a casa. Tenían que ir al médico para ver si la miniatura estaba bien en la barriga.

Tomó la manía de llamar así a Sofi, cuando aún no teníamos idea de qué nombre ponerle.

Y tiene razón, volvimos a casa... Más bien, yo terminé de sacar mis cosas de mi casa para llevarlas a la suya y convertirla en “nuestra”. Me acostumbré demasiado rápido a su casa, pero, bueno, ya me la llevaba más ahí que en la mía. Como prometió, los cuidados debidos a mi embarazo, fueron los necesarios, incluso he de admitir que me quiso malcriar mucho, pero bueno, no quería que se me hiciera una costumbre, así que solo me aproveché un par de veces.

—Es verdad —concuerdo, limpiándole la boca a mi hija—. Tuvieron una hija preciosa llamada Sofía Candelaria. Lleva el nombre de la mujer que logró que, de algún modo, estuvieran juntos.

—Ella y su miedo a dejarlo solo.

—Nah, no creo, yo digo que era porque ella sabía que él no sabía cuidarse. Hacía estupideces.

Conrado suelta una sonora carcajada.

—Bueno, sí, hacía estupideces, pero ella no quería que tuviera quién cuidara de él, sino quién lo amara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.