Así que David mandó llamar a Salomón. El sacerdote Abiatar lo interceptó cuando éste se paseaba por los pasillos del jardín.
—Su padre quiere verlo príncipe —dijo Abiatar.
—Entonces ¿por qué no ha venido él? —respondió Salomón.
—Él me ha mandado a buscarlo, quiere hablar con usted frente a la corte.
—Entonces ha de ser importante. Vamos.
Salomón y Abiatar llegaron ante la presencia del rey. Y David, al ver a Salomón, se puso de pie y los guardias que custodiaban la sala se pusieron firmes.
Su hijo, se inclinó frente al trono hasta tocar con la frente el suelo.
—Gloria a ti padre ¿En qué te puedo servir?
—Hijo mío, Salomón. Te he llamado porque necesito que respondas a mis preguntas.
—Responderé tus preguntas entonces, padre.
David se sentó. Pero los guardias permanecieron firmes, con las lanzas derechas y los escudos enfrente.
—Algunos de mis cercanos te han visto cometiendo actos fuera de lugar dentro del palacio.
Salomón no profirió palabra alguna.
—Explícame pues ¿Qué hacías hablando sólo en los pasillos?
El príncipe sonrió.
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Editado: 05.05.2020